miércoles, noviembre 29, 2006

VECINOS



La estudiante de secundaria del tercero había olvidado las llaves de casa esa tarde y esperaba sentada en un peldaño de la escalera con la carpeta sobre las rodillas, llena de fotos de actores de las series de moda.
El niño del quinto subía por la escalera y al verla le temblaron las piernas. Se sentó a su lado sin decirle nada, que no fuera un gesto para ofrecerle dulces de una bolsa de plástico arrugada. La adolescente lo miró, pasó la mano por el pelo despeinándolo y dejándole un mechón apuntando al techo metió la mano y cogió un regaliz.
Ella bostezó y se frotó el ojo derecho lloroso. Él sin girar el cuello estiró el ojo izquierdo y le miró el pecho, mientras su madre en el quinto recorría el pasillo de la casa mirando el reloj, pensando dónde estaba ese maldito niño.


Le había consentido ir a por gominolas con tal de no escucharlo protestar más, y ahora no subía y llegaba tarde a la cita. Recorría la casa con un cigarro apagado, porque no soportaba el olor a tabaco en su hogar, entre unos dedos cuidados, y unas uñas pintadas en marrón chocolate como el que comía en ese momento su hijo en forma de bola gigante.
Colocó un cuadro que le pareció algo torcido con la mano libre. Dobló el echarpe que había sobre el sofá del salón donde había estado leyendo. Y volvió de nuevo a contraatacar el suelo del pasillo con un ir y venir implacable, dejando una estela de perfume caro por toda la casa.

El agente de seguros del cuarto se daba el baño semanal como todos los viernes a la misma hora. Escuchaba con atención el sonido celestial de los tacones de su vecina del quinto. La imaginó con medias negras finas y delicadas con ese pelo corto sobre sus ojos negros. Toda oscuridad y lejanía para él.
Se sumergió del todo y entre las olas de la bañera, la imaginó entre sus brazos como un film en blanco y negro donde él era el chico malo.

En el segundo la niña celebraba el cumpleaños. Ya habían llegado todos los amigos. Las madres en la sala de estar entre cotilleos y críticas dejaban pasar la tarde, los gritos y las peleas.

En el primero, sí tenían una pelea de verdad. Ella no parecía perdonar que él le fuera infiel de vez en cuando. Aunque no fuera siempre. Rompió el vaso que compró en los chinos y tiró sobre la pared el plato sobre el que apoyaban las llaves al entrar en casa. Ese gesto tan simple y tan lleno de complicidad que ahora se el antojaba un chiste macabro.

En el entresuelo, la antigua casa del portero, cuando las casas tenían un portero que saludaba, sabía las vidas de todos, las debilidades del más fuerte y los secretos del más callado, un chico estaba sentado en el suelo sobre una tela olvidada por el camión que había hecho la mudanza. Escuchaba los gritos y los ruidos del primero amortiguados, sólo por los alaridos y música de la jauria de niños del segundo que entonaban un desafinado cumpleaños feliz, seguido de aplausos y rotura de lo que por el sonido parecía algo de porcelana barata.

domingo, noviembre 19, 2006

Tres veces Julia


-- Cuando asomé la nariz y los ojos a este mundo por primera vez, en ese mismo momento, mi madre murió. Tenía los ojos grises y redondos como los tuyos. Mi hermana la sustituyó siempre. Un día un coche decidió correr más que ella por una calle. Las recuerdo mucho. Como recuerdo a la amiga que encharcó sus venas de miles de venenos por un mal amor. Todas se llamaban Julia.

Ella levantó sus ojos redondos de la taza de café, con mezcla de extrañeza, desasosiego e incredulidad.

-- Sé que te parecerá absurdo, pero sigo sin atreverme a preguntar tu nombre.

sábado, noviembre 11, 2006

Noche tras noche

Me apasionan los sueños. No sólo el hecho de vivirlos por la noche cerrada en mundos paralelos o interiores, sino durante todo el día y por supuesto toda la vida. Me apasiona el término en sí.
Considero que abarca todo lo que tiene de mágico el ser humano. Una especie de Ying Yang de la mente. Una sola palabra que nos habla de esas metas imposibles y deseadas como el oro más brillante del mundo, que algunos luchan para conseguirlas sin descanso. Otros se transforman en lechera torpe cargada de litros de leche recién ordeñada, que desparraman por todas partes. Y otros sólo los sienten junto a la almohada, cuando nadie les ve y ni ellos mismos se oyen. Y en su faceta onírica es ese impresionante universo paralelo en el que nos zambullimos cuando el cuerpo y la mente se relajan tanto que se llegan a desplazar a otros mundos, otras vidas.

La capacidad de soñar me parece un don de los dioses. Y lamento de veras cuando alguien me dice que no sueña por las noches, o que si lo hace no recuerda nada al despertar.

He tenido la suerte de vivir vidas ajenas a la mía en todos los sentidos y géneros, he sido animal, he sido hombre, he sido otras mujeres. He amado sin reservas a personas que nunca antes he visto y que a pesar de los años y buscarlas durante algún tiempo entre las calles y la gente no he encontrado. He llorado, he comido, he sentido aromas, olores y he visitado lugares tan maravillosos, que tienen que estar en algún mundo.
Hace muchos años por las mañanas los anotaba. Recuerdo con claridad uno sobre un hombre que llegaba a un poblado de casas de barro que formaban una espectacular figura entre todas ellas vista desde el aire, pintadas en tonos azules, que no pude evitar plasmarlo en un relato. Era una historia que ha tenido que pertenecer a alguien, o a mí misma en otras vidas anteriores, quién sabe, y de alguna manera no quería que se perdiera. Ahora he dejado de hacerlo, he pensado que nunca he anotado un recuerdo, ni una vivencia diurna, por qué sí un sueño.

He tenido también la desgracia de encontrarme con muertes, con malos malísimos, con el terror en sus más altas cotas, con el dolor extremo. Nada en la vida, aunque sea en la onírica se otorga de manera gratuita.

No intento interpretar los sueños, me parece un absurdo, tanto como el que intenta interpretar la Biblia. Tampoco busco una explicación científica que sólo me hable de sus fases, de por qué sucede…
Generalizar sobre algo tan personal como lo que ocurre en el interior de la mente que camina a su aire por senderos propios, me parece tan surrealista como sus pasos. Aunque sí me obliga en ocasiones a preguntarme, si tiene capacidad de inventar sola todas esas historias o si realmente existen otras vidas, u otros mundos que de vez en cuando y a su antojo deciden hacernos una visita. La mente, mi soñada y eterna amiga desconocida.