viernes, febrero 23, 2007

SWING

Mi abuelo era músico. Tocaba el clarinete y el saxo. Adoraba el swing, a Glen Miller y el jazz.
Adoraba la música, miento, era mucho más que eso, necesitaba la música.
El médico le recomendó que no tocara más el clarinete, tenía serios problemas en las vías respiratorias y le resultaba muy perjudicial para su salud.
Comenzó a tocar el violín. Lo tocaba muy bien. Tenía talento y la lógica facilidad que tienen los buenos músicos para hacerse con un instrumento nuevo y diferente, como si llevara tocándolo desde que nació. Pero él lo sabía, tenía que sacar una familia adelante, dos hijos pequeños y su talento estaba en el clarinete.

Una mala siesta después de un concierto, se lo llevó con 49 años por una infección pulmonar. Seguía tocando el clarinete. Era un currante, pero sobre todo un músico. Con mayúsculas.
No hay que hacer muchos números, para darse cuenta de que no tuve el placer de conocerle, de tocar con él, de acompañar su música con mi piano. Me habría encantado formar nuestro propio club de jazz en el salón de mi casa o la suya e interpretar Summertime, tema que aún sigue sorprendiéndome como si lo escuchara por vez primera, Just one of those things de Nat King Cole, y terminar con cualquiera de Miles Davis It never entered my mind, por ejemplo.
Mi padre me habló mucho de él y si no yo le preguntaba. Sabía que era una de esas personas con las que habría tenido una relación más que especial, un feeling absoluto como una nota rápida y sincopada en una partitura de jazz.

Cuando ingresaron a mi abuelo, mi madre le atendió en el hospital donde trabajaba de enfermera. Era una cría, pero lo recuerda perfectamente, recuerda a un hombre muy simpático, gracioso, lleno de vida y siempre sonriente y con una palabra o comentario amable. Ella por aquel entonces, no conocía aún al que sería el hombre de su vida: mi padre. Para que digan que la realidad no supera la ficción.

Eso sí, no saben la de noches que cierro los ojos y me transporto a mis surrealistas y reales mundos paralelos, ésos donde hemos tocado los tres juntos In the mood y miles de temas de Glen Miller mano a mano y no vean qué bien suenan.
Música maestros…
Un beso,

miércoles, febrero 21, 2007

REVISTA NARRATIVAS

Para todos los que estáis con resaca y dando vueltas por mi casa, entre farolillos y dibujos chinos rojos, os recomiendo una taza de café y la lectura del número cuatro de la REVISTA NARRATIVAS: (www.revistanarrativas.com)
Editada por: Magda Díaz Morales y
Carlos Manzano.
La revista es trimestral y aprovecho que está justo en su mitad de tiempo, para recordar de nuevo su lectura. La podéis descargar en formato PDF.
Tuve el placer de ser invitada para colaborar y me siento muy agradecida. Fue todo un honor.
Narrativas.
Revista de narrativa contemporánea en castellano.
ÍNDICE:
ENSAYO:
"El intruso " de Delmira Agustini, Magda Díaz y Morales
“La adolescencia femenina en Dublineses. Las figuras de Eveline y Polly”, Blanca Gago Domínguez
“Hacia una revisión crítica de la recepción de Sor Juana Inés de la Cruz, desde el siglo diecisiete hasta la actualidad”, Verónica Grossi
“Cortazar en el cine”, Óscar Pita-Grandi
RELATO:
“El viejo que se parecía a Voltaire”, Eduardo García Aguilar
“El devorador de cuentos”, José Ángel Barrueco
“El duelo”, Rodolfo J.M.
"Formas del iris”, Miguel P. Soler
"Julia", Sergio Llorens
“Lo que soy”, María Dubón
“La pared opuesta de la cueva“, Fernando Arrojo
“Azul“, Mónica Gutiérrez Sancho
“Cocina tomada“, Luis Pita
“Minificciones“, Marcos Rodríguez Leija
“Todos eran iguales, menos uno“, Pedro M. Martínez Corada
“Entre dos fuegos“, Purificación Ávila
“El otro“ (versión abreviada), Javier Avilés
“Relato Oblicuo“, Roberto Tassi
“Marcel y el unicornio“, Esther Zorrozua
“El espacio curvo“, José Luis Justes Amador
“Feria“, Sergio Borao Llop
“El café de los micros", Gustavo Nielsen
“Venecia", Rosa Ribas
“La cara de Marte", José Miguel Sanfeliú
“El viaje", Sergio Manganelli
“Mañana con higos", Agustín Cadena
NOVELA:
La cisura de Rolando (Novela inédita, capítulo I), Gabriel Bañez
NARRADORES:
Luis Arturo Ramos y Care Santos
RESEÑAS:
Jacques El fatalista, de Denis Diderot: Magda Díaz y Morales
Segundos afuera, de Martín Kohan: Blanca Gago Domínguez
Tristano muere, de Antonio Tabucchi: Gatito Viejo
El silencio del aviador, de Paul Nothomb: Daniel Pérez
La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique: Cristina Núñez Pereira
Novedades editoriales

miércoles, febrero 14, 2007

El que espera...

Las posible vías para esperar eran tres. El cartero, el teléfono y el correo electrónico, por lo que era acción imprescindible estar preparado para tenerlas todas controladas.
Los nervios en el círculo interno más redondo y perfecto del centro del estómago, se movían de un lado a otro sin saber dónde situarse, ni poder quedarse quietos, como Andrés, que iba por el pasillo con los sentidos alerta y las ansias en la punta de los dedos.
Las horas comenzaron por pasar deprisa, para pasar algo más lentas, hasta llegar a arrastrarse entre las paredes, sentarse un rato en las sillas y tomar un café sobre todas las mesas de la casa.
El ojo izquierdo perdió parte de su visión y se llenó de arrugas de tanto mantenerlo entrecerrado, mientras el derecho escudriñaba atento por la mirilla mañana, tarde y noche. El derecho comenzó con los días a ver todas las formas algo difusas, para terminar por verlas ovaladas.
El teléfono permanecía siempre encendido y la batería se gastaba en minutos, consumida por la ansiedad de unos oídos tan ávidos de respuesta.
El correo electrónico con el tiempo perdió el letrero: Bandeja de entrada y los mensajes daban vueltas sin tener ya un lugar dónde apoyarse.
La espera estaba servida, pero él, como hombre poco previsor, quizá no estaba tan bien pertrechado como pensó para afrontarla. Para matar el tiempo, veía la televisión ovalada con su ojo derecho y el izquierdo en nebulosa. Participaba en todos los concursos, enviaba todos los mensajes, jugaba al bingo en el teletexto y pedía comida a domicilio por el nuevo móvil que compró por Internet para tener el otro eternamente disponible. No salía, tan apenas comía, ya tan apenas miraba, ni escuchaba, ni pensaba, ni sentía, ni sufría. Sólo esperaba.

Pero no es cierto eso que dicen: "El que espera desespera". Ya que Andrés con el tiempo, mucho, ni siquiera recordaba que era lo que tanto ansiaba.

Para todos los pobres mortales, que de una manera u otra, han dedicado por completo algún momento de su existencia a la ardua tarea de esperar.

lunes, febrero 12, 2007

El maestro y Margarita


"Cuando llegara el otoño tenían que comprar petróleo para la calefacción, pero nadie sabía de dónde podrían sacar el dinero necesario. El “inturista” les ayudaría a salir del paso. Nikanor Ivánovich era un hombre práctico y prudente. Antes de decidir le dijo al intérprete que tenía que consultarlo con la Oficina de Turismo Extranjero. "



Mijaíl Bulgákov
El maestro y Margarita
Alianza Editorial
Por petición popular aquí está la tarea solicitada, escribir tres frases a partir de la quinta, de la página 123 del libro que ahora mismo estoy leyendo. No le paso el meme a nadie, pero el que guste puede continuar en su blog...
Un abrazo

jueves, febrero 01, 2007

Adiós, libretas chinas

Soy una compradora compulsiva de libretas. Especialmente si tienen motivos orientales, "mis adoradas y odiadas libretas chinas", como yo les llamo, cuando no nos oye nadie.
Cada uno tiene sus manías y peculiaridades en esto de escribir, no me lo nieguen ahora, y si no lo tendrán en otras historias. A mí me obsesiona que el cuaderno sobre el que voy a comenzar a escupir letras y palabras me de buenas vibraciones, me guste. Y eso acaba por convertirse en la búsqueda del Santo Grial.
Mezclar mis arrebatos compulsivos consumistas, con el éxtasis del hallazgo perfecto, no siempre es fácil. Las libretas se terminan por amontonar en mi casa con sólo dos o tres páginas escritas. Soy caótica, en mi vida cotidiana, en mis horarios, en el día a día, así que no podía ser menos en lo literario. Antes lo dudaba, ahora estoy segura, que este es el motivo que me obliga a escribir una y otra vez novela coral. Es una especie de genial licencia que me permite emborronar no sólo una vida sino todas las que me de la gana.

Escribo mis novelas en la cabeza. Llevaba más de un año con la tercera novela en ella y llegó el momento de parirla. Es lo más fácil y a la vez lo más difícil, cuando realizo este proceso de plasmarlo en papel una gran parte de mi salud mental desaparece, incluso algo de la física, es como si envejeciera, como si pasaran diez años por cada uno. A veces intento mirar a otro lado, como si no fuera conmigo, temo volver a sumergirme en esa espiral con tantas vueltas y que me invada el vértigo. Por otro lado, es un engranaje tan absurdo, pero tan perfecto que no hay posibilidad de detener el proceso.
Para este libro, que avanza ya en papel, poco a poco, también comenzó la búsqueda de la libreta china, encontré hasta el día de hoy todas estas. No era lo esperado, yo quería algo diferente, algo nuevo, algo que me ayude en los momentos de locura y me haga compañía.













Hace sólo unos días lo encontré y quería presentaros a mi nuevo compañero. Un Spectrum portátil a estrenar del año 87, sí, 87. Pesa menos de medio kilo y su teclado es tan increíble, que parece ser que lo imitaron para los Mac por su textura y comodidad. Podríamos llamarla la mamá de las PDA.
Qué quieren, nunca he sido muy normal, también escucho música en vinilos…
Mis libretas quedan relegadas por un tiempo, lo dejaremos no en un adiós, sino en un hasta luego, aborrezco las despedidas.