Escuchar jazz y no escuchar a Billie Holiday es un pecado difícilmente perdonado por los dioses. Eleanora Fagan Gough nació en Filadelfia en el año 1915. Sus padres eran unos críos de trece y quince años cuando ella nació. No estaban casados y la niña era abandonada a su suerte en casas poco recomendables. A los diez años ya admitió haber sido violada. Y a los doce años se marchó con su madre a Brooklyn, donde además de limpiar casas, ejercía la prostitución.
Con sólo quince años cantaba en numerosos clubs nocturnos, aunque de manera informal.
Tuvo un golpe de suerte en un casting para un puesto de bailarina en el Pod’s & Jerry’s, ya que a pesar de no contratarla, le invitaron a cantar y fue descubierta por el crítico y productor musical John Hammond. No tenía formación musical, pero sí unas cualidades innatas para el jazz y el swing difíciles de igualar. Había algo en su voz, en su manera de interpretar, en su endiablado ritmo que le hacía diferente.
Los clubs de la calle 52 y Manhatan se rindieron ante su presencia. A los dieciocho años grabó su primer disco: "Your Mother's Son-In-Law" (1933) junto al genio de Benny Goodman.
Un giro radical que le llevó a una época de éxito y esplendor, a compartir escenario junto a artistas de la talla de Lester Young, Basie y Artie Shaw.
Era una estrella. Una estrella que lloraba su vida sobre el escenario, llevando hasta el paroxismo las emociones, el ritmo y los sentimientos. Como solía decir, se limitaba a cantar y expresar lo que había vivido en cada ocasión. Lo hacía con una naturalidad y maestría que era imposible no rendirse fascinado ante ella.
Era todo demasiado hermoso. Holiday jugó con las drogas desde niña. Ya por el año 1940 era consumidora habitual de heroína. El éxito se fue diluyendo como su vida y su voz por esa fuerte dependencia. Una voz que poco tenía que ver con la de los inicios. Una voz ronca y rota, aún así inigualable.
Tuvo una vida sentimental plagada de escándalos, en la que vivió tantos altibajos y huracanes como las letras de sus canciones. Se casó dos veces y mantuvo relaciones con numerosos hombres de carácter violento.
Le arrestaron por posesión de heroína y estuvo en prisión casi un año. Después de esto, ya no se le permitió trabajar de nuevo en los clubs de Nueva York durante los últimos doce años de su vida.
Condenada a arresto domiciliario por posesión de narcóticos en el año 1959, murió con 44 años de edad bajo custodia policial en el Bronx de Nueva York. Había sido víctima de una estafa y tenía menos de un dolar en el banco.
Es la vida de Eleanora una vida triste, absurda, una de esas personas que parecen predestinadas a tropezar, caer y dañarse día tras día. Sin remedio. Siempre que la escucho, como ahora, lo pienso. Una existencia plagada de infortunios y un solo número de lotería: su voz. Una voz que le llevó a lo más alto. Quizá ella sabía que era algo temporal, algo efímero, que no le tocaba en suerte y se limitó a dejarse caer algo más rápido.