miércoles, mayo 10, 2006

Tardes de pintura

Las mejores tardes de mi infancia eran esas en las que iba a buscar a mi madre a pintura. La Escuela de Bellas Artes estaba muy cerca del colegio. Me encantaba ir. Ya en la entrada me preparaba bien para aspirar en condiciones. Había siempre una mezcla inconfundible de pintura al óleo, acuarelas rebajadas, polvo de carboncillo y aguarrás por todo el ambiente.
Mi madre pintaba al óleo. Era la que llevaba la bata con el blanco más impoluto, pero más llena de manchas de pintura de todos, al igual que su paleta. Nunca vi una paleta de pintor con tantos tonos diferentes. A veces si la mirabas sólo un segundo, se mezclaban de tal manera unos con otros que parecía un solo color. Ella en cambio los tenía perfectamente controlados. Tenía duende.
Recuerdo esas tardes como si fueran hoy, igual que a muchos de ellos. Personajes cuando menos pintorescos, la profesora simpática y seria que pasaba por detrás y de vez en cuando agarraba un pincel y con un toque maestro cambiaba el rumbo del cuadro. A mí no me gustaba cuando hacía eso en algún cuadro de mi madre. Quizá corregía fallos, pero esa pincelada era como un extraño en una ceremonia de amigos íntimos.
Yo permanecía sentada en una silla y no hablaba cuando necesitaban silencio y escuchaba cuando reían y contaban historias. Una de esas sillas es la que ahora está a nuestra izquierda. La pintó en esa época. Sillas donde yo sin todavía comprenderlo, estaba sintiendo mis primeras dosis de melancolía.

Pintó durante muchos años, pero paulatinamente fue dejando de hacerlo y llegó un punto en el que no volvió a pintar. A pesar de nuestras súplicas de que volviera a hacerlo, de nuestra insistencia. Se olvidó de que era pintora, como el que olvida siempre las llaves al salir de casa.
Supongo que si recordara como yo recuerdo cada vez que mi padre se paraba en el salón o en el pasillo para contemplar extasiado sus cuadros, como manejaba los pinceles sobre el lienzo y finalmente los dejaba para terminar dando retoques magistrales con los dedos, con la mano si hacía falta, o como disfrutaba cada vez que colocaba sobre su caballete un lienzo en blanco lo recordaría.
He decidido ayudarla. Un día le dejaré un tubo de azul cobalto junto a la bañera llena hasta el borde de agua con sal, uno rojo bermellón al lado de los tomates. Otro día puede que le coloque un lienzo en blanco como mantel, y un carboncillo junto a la agenda del teléfono. Quizá así comience a recuperar la memoria, su verdadera memoria.

Un beso,

7 comentarios:

Max Estrella dijo...

De tal palo tal astilla,se me ocurre...de madre artista,hija artista...espero que no se te olvide escribir.pienso que a ella no se le habrá olvidado pintar...es como montar en bicicleta..no se olvida...pero nos hacemos los remolones...y dejamos las cosas...buena cosa es que se lo recuerdes, bueno es que vuelva a pintar pues lo hace muy bien y precioso el modo en que lo cuentas...pero eso es como siempre...
Besos

Anónimo dijo...

Deja la melancolía sentada en esa preciosa silla, que te sirva tan solo para recordar lo que aún tienes. Sigue escribiendo así de bien y no lo aparques nunca, aprovecha tu don y haz uso también de esa melancolía para convencer a tu madre de que vuelva a pintar. Si ve lo bien que utiliza su hija los recuerdos para hacer lo que le gusta, no dudes que volverá al lienzo.

Un abrazo.

Administrador dijo...

precioso, a veces necesitamos que alguien nos traiga a domicilio dosis de memoria, porque nos da miedo o pereza reconstruirla, está bien que la ayudes, un beso,Patricia

Mónica dijo...

Ciao,

Max, JoseM, Patricia gracias. Mañana probaré también a dejarle un verde bien fuerte en la terraza, al lado de sus plantas que ya empieza a hacer calorcito.

Un beso,

Mónica

Administrador dijo...

hola, Mónica, gracias por tu comentario moleskinesco, me reconforta mucho saber que hay personas tan parecidas a mí en tantas cosas. Un abrazo, y escribe, se te echa de menos.

G9VU dijo...

"Pintar es un arte que añoro aprender algún día... Sólo falta el tiempo, el lugar y la paciencia de alguien que se dedique en su trabajo para enseñarme sus conocimientos.. hasta ahora me quedo con mis dibujos con lapiz y papel..... paz digo"

Anónimo dijo...

Hermoso escrito el tuyo Mónica, hermosas tus palabras recordando a tu madre y sus pinturas (casi lo puedo ver) encantador lo de tu padre viendo a tu madre pintar en sus lienzos, y abusando una vez más de la palabra, hermosa tu bitácora.

Saludos y un abrazo,
Ray