domingo, agosto 27, 2017

Me quiso entre copas



Calor. El calor era tan fuerte que se había rendido ante la humedad, la falta de respiración, la angustia, el verano. Noche que huele a ventilador que mueve pasado, futuros y deja presentes desconcertados. De nada servía abrir ventanas, moverse lento, ni llenar el suelo de agua. Nada iba a conseguir aplacar esa furia condensada. Sólo se podía estar inmóvil  y no pensar. Sólo así el calor acariciaba el cuerpo y desesperado ante tal letargo pasaba de largo en busca de otra víctima.
Había rendido mis sentidos al silencio cuando pensé en él. Veinte años antes, igual que ese tango que en realidad nunca quiso volver. El calor como una visita que le gusta ser inoportuna se acomodó a mi lado. En mi cuarto. El cuarto azul. El cuarto de los sueños y como en los bellos folios de Duras y su amante de la China del Norte, él llegó.

La memoria, los recuerdos reales, los imaginados, los sueños lentos de verano, del pasado se sentaron a nuestro alrededor, dispuestos a desentrañar, tantos años después nuestra historia. La suya. La mía. Lo que hubiera de común, si existía algo en ambas. Y es cuando supe que la memoria y los recuerdos son proporcionales a los sentimientos, mucho más que lo son al paso del tiempo.

Habló rápido, algo extraño en él. Le recordaba calmado. Pero hablaba con la ansiedad de un muchacho que necesita explicarse y le falta el tiempo para hacerlo porque se escapa. Porque a fin de cuentas ha vuelto a ser ese chico, y ya no es el hombre. Porque está en una noche de agosto del pasado mirando a esa chica y no a la mujer que parpadea con los ojos sonrientes ante sus palabras atropelladas.
Y me doy cuenta. Tiene prisa. Mucha. Quiere decírmelo todo antes de volver al presente. De viajar de nuevo hasta hoy. De volver a su vida. Yo a la mía. Ser de nuevo la mujer. Ser el hombre.
Me está mirando. Como siempre me miró. Es cuando recuerdo por qué nunca pude olvidar sus miradas. Nadie lo hizo así. Ahora lo sé. Y mañana que será hoy debo recordarlo.

El calor no se queda quieto. Revolotea recordando que el viaje se termina. Que no va a durar ni siquiera toda la noche, que antes de que se marche, él también se habrá ido. Me cuenta que el peso de lo que pudo ser y no fue, que ha permanecido dando vueltas en mi cuarto azul, también lo hizo en el pasado alrededor de su cuarto blanco. Ha ido de mi cuarto a su cuarto de vez en cuando, a lo largo de una vida. De dos diferentes. Vidas que nada tenían que ver entre nosotros.
Me cuenta lo importante que fui para él. Para el chico. Se puede escuchar el sonido del bar, de las copas de fondo. Yo le cuento con la música que surge de ese bar dando vueltas y empujando el calor de la estancia, esas veces que me pregunté por qué no vino. Sonreímos. Y escuchamos el sonido del pasado que por fin deja de pesar. Me mira una vez más. Le sonrío. Él se marcha. El sonido del botellín de cerveza al apoyarlo sobre la barra. Ya sólo se escucha el sonido de los hielos redondeados derritiéndose en el fondo de los vasos. La música. Porque el chico ha venido de muy lejos esta noche de verano para decirme, entre copas, que me quería.

martes, julio 18, 2017

Musa

Rostro color cenicero. Falda larga con vuelo para darle cinco vueltas y media. Bailaba en medio de la nada, sola, entre huesos y rizos.
Las tierras áridas nos secan, me dijo. También que era una musa. Con ese brillo ridículo en los ojos que solo ellas otorgan a personajes sin pasado, menos futuro. Bailaba. Y la falda se desplegaba a la espera de que el viento la impulsara. La elevara.
Liposucción gratuita de creatividad. Imaginación. Dueña de pensamientos, deseos e ideas sin retorno. Estaba tan hermosa bailando en el páramo del olvido. Esperando que por fin el aire llegara y le dedicara una pieza.
La miré mientras me alejaba de ese lugar yermo. Ella en cambio elevó los brazos y giró. Casi pude notar la brisa.
Musas de belleza turgente que se vuelven viento. Aire. A veces circular y algo más de arena.


lunes, julio 03, 2017

"Okja" Hay que verla

Okja




Hay que verla. Son tantos los motivos por los que creo que Okja es una película imprescindible de ver, como la cantidad de géneros que se mezclan en la película. Camina entre el drama, la comedia, la aventura, la ciencia ficción…Todo con ese aire histriónico tan peculiar del cine coreano. Del director Bong Joon-ho.





Vayamos con calma.  Como la gran lomera de Okja cuando pasea por las montañas de Corea del Sur. "No te embales" le aconseja Mija, su cuidadora desde los cuatro años. Diez años juntas. Pero Okja claro que se embala, corre y juega y se tropieza, siempre pendiente y fiel a su compañera y amiga. Este deleite se nos muestra en la primera parte del film, después de explicarnos cómo la multinacional Mirando Corporation ha repartido superlechones por los puntos más pintorescos del mundo. Un supuesto inocente concurso para descubrir diez años después cuál de todos ellos es el mejor y llevarlo hasta Nueva York a la gran fiesta de Mirando Corporation.  







Sí, Okja va a dejar de pasear su lomera y sus orejas caídas por las montañas coreanas para entrar de lleno en la pesadilla americana. Y Mija, su salvadora, por la suya propia.

Y hasta aquí puedo leer. Y he leído mucho, demasiado. Ni siquiera vi el tráiler. Y me alegro. No lo veáis. Lanzaros a la dulzura de la mirada de Okja sin paracaídas. Y la lucha de Mija por recuperarla. A ese imparable desfile de personajes esperpénticos llevados hasta el paroxismo con aire de cómic. A una banda sonora que nos lleva como el film de la risa a la sorpresa, al dolor, al amor. 


Hay que verla por sus miradas. Las de Okja y Mija en su hogar, y luego en Occidente. Las miradas de Mija ante el marketing, las multinacionales y al comprobar cómo ven, y para qué, a Okja los grupos capitalistas, los intereses del mercado, los consumidores de a pie. A su compañera de vida.
Esa niña observa lo que ocurre a diario a nuestro alrededor con el estupor, incredulidad y terror que deberíamos tener todos en la mirada.





Un cuento de hadas que se rodea de todos los monstruos de los cuentos. Y sobrevive. Hay que verla porque Okja tiene magia. Los malos son muy malos. Y siempre van a estar ahí, pero los buenos, que la mayoría casi nunca hablan, también. Una película que te acaricia el alma.  



lunes, marzo 27, 2017

Mullholland Drive




Madrugada del sábado y por casualidad, ahora ya sé que no fue tal, me encuentro con Betty y esa repelente ingenuidad de actriz novata. Hacía años que no veía la película y pronto sentí la llegada del terror al pensar en los Elderly. Ay, sus sonrisas congeladas, esas palmaditas... Ella en una sola escena consiguió apartar de mi subconsciente a ese Jack el Destripador de "Los crímenes del museo de cera" que perturbó los sueños de mi infancia. Porque si de algo entiende Mullholand Drive, hasta para los que afirman no entender nada, es de soñar. 



Lo curioso es que en cada visionado veo detalles nuevos, claves, secretos, sueños dentro de más sueños lúcidos, de otros sueños ajenos y propios.También llego a diferentes conclusiones, que nada o poco tienen que ver con las anteriores. La primera vez me quedé con la teoría number one de que todo era un sueño de Diane y solo los veintitrés minutos finales la realidad. Pero en otra ocasión me dio por pensar que quizá era un tránsito entre la vida y la muerte de Betty-Diane al suicidarse. Que la bella y voluptuosa Camila ni siquiera estaría muerta, abriría los labios en forma de o al enterarse, y seguiría con su vida de glamour en el reino del cine. Paranoias. Las justas y las que sobran. Y unas cuantas más. Al fin y al cabo de eso se trata. Eso buscaba el señor director, mientras se reía sentado en el centro de un escenario con la cortina de terciopelo azul a su espalda. 
La música otro personaje clave. Cómo olvidarla. Es parte fundamental para transportarnos por un mundo onírico y real que pierde el límite desde los créditos. Lynch cuenta con el músico y compositor: Angelo Badalamenti inseparable en la filmografía del director, para crear un mundo paralelo que nos atrapa entre composiciones instrumentales y canciones que marcan algunos de los momentos más impactantes de la película. Salvaje Rebekah del Rio y su Llorando. En Silencio. Silencio. Sólo él es capaz de crear un lugar, un momento y un escalofrío así. Sentar a Laura Palmer entre el público y hacernos disfrutar del espectáculo. 
Surrealismo en estado puro. Yo es que adoro a Lynch. Veo una cortina y ya me pongo nerviosa, abro mucho los ojos y paso miedo. Y desasosiego. Es pasarlo mejor que dormido. Y eso no lo consigue más que uno mismo y él.
Una joya de otros mundos. No me atrevo a quitarme el sombrero por si salen los Elderly chiquititos gritando y moviendo los brazos enloquecidos. 



sábado, marzo 18, 2017

Mudanza


Mudanza time. No sé cuántas llevo. Sólo que ya no puedo contarlas con las manos como se cuenta casi todo lo importante. Primeros momentos en mi nueva casa donde la luz la ilumina como un cuento. Y no puedes defraudarla y buscas libreta, papel lo qué sea para escribir otro nuevo para ella. 

Después de tantas voy aprendiendo a soltar cosas. Cosas ese término que aborrezco y encierra lo que no tiene sinónimo. Si con todos los que existen no lo encuentro, tampoco quiero llevarlo a mi nuevo lugar. 
Cada vez que preparo una mudanza a mi alrededor la gente se asusta, despereza y asombra. Y lo entiendo. Es mover hasta los cimientos de tus momentos. Los más íntimos, más insípidos, importantes. Los peores. Meterlos en cajas y numerarlos. Como si los recuerdos pudieran contar igual que el cajón de los calcetines. No siempre es fácil.

Adoro lo que pierdo en cada una de ellas y lo que encuentro que ya daba por perdido. Adoro esta nueva casa y su luz de cuento oriental.  Jazz se asoma en la terraza. Se sienta y el sol le ilumina sus cuatro colores. Blanco, canela, negro y el plata brillante de sus canas. Y mira. Y sonríe.



miércoles, marzo 01, 2017

Belle de Jour

 


22.40 horas sábado: Ella se levanta de la silla. Lleva sentada mucho tiempo. Demasiado.

El vestido está escondido entre todos los demás, en el armario, como se esconden los pecados. Es suave, brillante, barato. Se desnuda. Se mira en el espejo del armario abierto y se viste con él. Siente frío. El frío del tejido brillante y basto. En el cajón al fondo junto a la madera, lo ha guardado, el pintalabios rojo, también brillante. Se lo pasa por los labios. Cierra el armario.

24.00 horas sábado: Espera sentada en un taburete del bar. La copa también espera sobre la barra. Cruza las piernas y mira la puerta. El hombre llega. Se acerca y comienzan a hablar. Ella sabía que iría, por eso está allí. Por eso lleva ese vestido escondido y el pintalabios prohibido. El hombre no sabe nada de eso.
Ella pide otra copa y lo mismo para él. Lo ha visto en muchas películas y siempre ha querido hacerlo. El hombre ríe, ella le mira, pero ni siquiera sonríe.


01:30 horas: Sabe por qué está allí y se da cuenta de que él no entiende nada. No tiene que entender nada, quizá es mejor así, que simplemente esté allí con ella, bebiendo.
Hablan. Ella habla de un sueño de anoche, él hombre le dice que los peores pecados se cometen en sueños. Y sonríe. Ella sólo le mira. Él lleva mirándola toda la noche, desde que abrió la puerta del bar. Su vestido, su rostro, su belleza. La ha visto otras veces, tan apenas la conoce, pero nunca la había visto como esa noche, no puede dejar de mirarla, pero ella no se da cuenta.

03:00 horas: Se retoca el pintalabios rojo en el baño. Está borracha, el hombre también.
Cuando sale él la está mirando. Es entonces cuando ella sonríe. Ha vencido. Mucho tiempo esperando ser observada así.

06:20 horas domingo: Lleva sentada en la cama demasiado tiempo, casi tanto como en la silla esa tarde. Mira al hombre dormir. Y piensa en su frase de antes y que no es cierta. Los peores pecados no se cometen en sueños. No quiere verle dormir, ni escuchar su respiración calmada. No es su cama. Ni su casa. No quiere estar en esa cama con él. Ya no recuerda los gritos.
Se viste y pasa el pintalabios rojo por los labios. Ahora está más tranquila.
Cierra la puerta sin cuidado al salir.

*****************************
20:00 horas sábado: Discusión. Gritos. Incompatibilidad. Eso le dice él. Monotonía piensa ella, pero grita insultos. No dice lo que piensa. Él tampoco. Amenaza con irse, ella no le retiene. Él se marcha. Ella sabe que siempre vuelve, si no vuelve ella. Pero esa tarde son demasiado fuerte los gritos. Le molestan aún en su cabeza. Sale del cuarto para no oirlos más y se sienta en una silla. Sabe que han gritado demasiado. Y sabe que es peligroso, porque siente que tiene licencia para hacerlo
.

--