martes, diciembre 30, 2008

SALUD

Tengo desde hace unos años un trébol de cuatro hojas. No estoy segura que tenga cuatro, o se trate de una mera falsificación. Está atrapado en un plástico protector, como el que se utiliza para hacer el DNI. Se ha montado una especie de biosfera particular ahí dentro con una burbuja de aire diminuta que lo conserva en perfecto estado de salud y arrugas. Para él no pasa el tiempo. Lo tengo ahora mismo enfrente. Con una leyenda escrita a mano de manera delicada. Siempre que se vuelca lo coloco, lo pongo firme.
No creo en la suerte, o sí. No creo en la casualidad, o igual sí. Será porque no soy creyente. A veces en temporadas en las uno camina durante demasiado tiempo por las heladoras calles del infierno, se deja de creer en tanto, que ese tanto se transforma en todo. Creo que por eso no lo tiré a la basura hace años. Entonces. Puede que cuando me lo regalaron en aquel puesto lo necesitara. Como se necesitan tantas parafernalias que te ayudan a agarrarte a la acera y dejar de sentir un constante vértigo.

Han llovido muchas tardes en lugares grises, con vestidos grises, y lluvias que se alternaban con soles, como es obvio de diversos tonos dentro de la gama de este ya único color. He soñado y vivido miles de experiencias oníricas, sueños lúcidos, que no son ni mejores ni peores que los de antaño, sólo diferentes.

Miro las fotografías y observo que todo aparece más o menos igual. El tiempo no siempre pasa rápido, a veces pasa despacio y deprisa a la vez. Creo que eso es lo que provoca que nos acabemos perdiendo sin remedio. Sentir una alarma constante, una paura, miedo a que todo se avecine, se derrumbe como el lodo en la riada, de golpe, o por el contrario que nada termine por suceder.

Sigo sin saber casi nada, comprendiendo menos. Intentándolo, pero sin éxito. Y sin resignarme. A nada. Por más cierzo que quiera soplar. Por más que el viento circular intente llevarse siempre, como desde el día que nos presentaron, por todos los frentes lo que sea, a él le da lo mismo.
Días, meses, semanas de acontecimientos que se grabarán para siempre en mi memoria, que no van acompañados ni de tartas nupciales, ni de grandes celebraciones, ni de cipreses. Pero que me acercaron a gente que ya adoré desde tiempos y con la compartí vino y alegrías. Otros nuevos acompañantes en el camino que compartieron lo bueno, lo vivido, lo que sucedía. No ha habido grandes fiestas, o sí. Esto viene a ser como lo de la casualidad y la suerte, como todo es relativo.

Un año de música que se quedó sonando dentro y aunque la orquesta esté cansada y el pianista se quede sin cigarrillos, no paran de tocar. Un año de grandes satisfacciones que conllevaron también grandes pensamientos y brindis solitarios en más de una ocasión. Un año de Jazz para él, para
l'ombelico della mia anima.
Qué siga la música, qué sigan los tréboles de cuatro hojas aunque sean falsos.



¡Salud!

jueves, diciembre 18, 2008

FELICES SUEÑOS

In the pink of the night




Para todos los que se meterían a la cama tal día como hoy, y se levantarían pasadas ya dos o tres semanas, dígase el 7 de Enero...

miércoles, diciembre 10, 2008

PRESENTACIÓN "Ocho islas y un invierno"

Marta esa mujer que viaja todos los días, ha publicado en Ediciones El Desembarco (Sevilla) un poemario: “Ocho islas y un invierno”.
Sí, he dicho que Marta viaja todos los días. Ya que los que no puede desplazarse físicamente lo hace si hace falta de manera astral, sólo para poder estar en contacto con todos esos lugares que adora y con esas personas de las que nos va hablando, que nos va desgranando cada día, y que aunque tiene lejos siempre sabe mantener cerca.
Marta es una mujer que saber hablar con los perros, con los animales, que siempre amará a Battiato aunque él no llegue a saberlo, quizá porque nació con un trozo de su corazón italiano.


Mañana día 11 es la Presentación del libro “Ocho islas y un invierno”, de Marta Navarro, en Los Portadores de Sueños, a las 20.30 h.

Un poemario escrito durante un viaje a Sicilia. No lo tengo todavía, lo miré ayer de refilón, pero aunque tuve que contenerme cuando ella no me veía, decidí esperar a mañana.

Siempre que leo sus letras siento que sus poemas son como miradas. Miradas de alguien que observa, que busca y sobre todo que no deja de buscarse. Alguien inquieto que no se conforma sólo con lo que tiene delante, y eso inevitablemente nos devuelve al lector una visión tan simbolista y bella como dura en ocasiones del día a día, de la realidad que nos rodea no sólo de frente, sino por los cuatro costados.
Enhorabuena Marta. Te lo mereces.

Regreso a Taormina

Regreso a Taormina,
a la intimidad de sus curvadas calles,
a su agitada respiración
de amante sorprendida,
y a esas acaloradas citas a ciegas
en el Wünderbar, tras largos vasos de martini,
con el sudor rubí en la cintura
y el deseo trenzado
sobre infiernos de seda.

Amo Sicilia,
amo ese aroma
a hierro candente que derramándose
por el valle prende los rastrojos del camino,
y aviva la lujuria del turista más gélido.
Mi cabello irlandés se enciende
hasta estallar en rizos febriles.

Cuando la montaña despierta,
deja un rastro de lava enfurecida
y sus venas abiertas nos muestran
un paisaje rebelde, extraño, enigmático.
Como una lengua en celo,
la isla gime pasiones y delirios.
Volcán de volcanes,
piedra tallada en noches sin máscaras.

Amo esas horas tórridas
en las que yo no soy yo,
y mi ausencia es locura a borbotones.

Poema de Marta Navarro García

Imagen de Taormina, el comienzo de esta historia...

viernes, diciembre 05, 2008

HOMBRES EN MASA


Unos nacen de cabeza, otros de culo, llorando, a los siete meses…Él nació de pie. Puede que esto no quiera decir nada o lo explique todo. Debería ser algo más relevante la manera cómo se llega al mundo. O no. El caso es que él lo hizo con los pies pequeños y los dedos regordetes, pero firmes y enraizados de lleno al suelo, como si llevara aquí desde el principio de todos los tiempos.

Los años pasaron con las circunstancias que acontecen entre el frío, calor y chaqueta al brazo; y éste que nació de pie se transformó en alguien de cara normal y altura normal. Aunque sí creció mucho más en otros aspectos y sí lo hizo en conocimientos varios y sobre todo muy variados. Lo suficiente para dedicarse por oficio y beneficio a cobrar por sus pronósticos. No a lo pitonisa con pañuelo de hilos de oro y monedas de pirata, pero sí de otra manera en cierta manera similar, pero sin tanta parafernalia. Más de despacho, sillones de cuero de calidad, reuniones de grandes apretones de manos, dinero sin arrugas y decisiones que decidían sobre el futuro de muchos otros.
El problema venía luego, cuando se dio cuenta de que con el paso de más frío, de más calor y de más rebecas en el brazo, el resto de la jornada se aburría. Todo eso de las grandes negociaciones, las decisiones de esto y lo otro no eran suficiente y comenzó a jugar. Lo hizo moviendo fichas en un tablero. Más tarde perfeccionó el tema y a cada una le otorgó un nombre, como si se tratara de su propio y particular olimpo de pequeños dioses de madera.
Movía las fichas a su antojo y cuando se cansaba de una de ellas, o de uno de sus vástagos redondos se limitaba a tirarlos a la papelera de diseño que descansaba entre el escritorio de nogal, el vaso bajo y grueso de whisky de 12 años y la poltrona de cuero.
Seguía sin ser suficiente. Compró plastilina de la de siempre en una tienda de manualidades online. Le llegaron paquetes de todos los tamaños y colores. El paraíso de un niño ochentero en un despacho de lujo. Y a cada ficha le dio forma.
Muchos eran él mismo. No se puede ser uno solo para ser dios, -se dijo-
Esto es como los que afirman que sólo hay un mundo. Porque dioses y mundos hay tantos como uno quiera.
Y les dio su formita: de yaya, de niña adolescente, de joven experto en negocios, de maruja, de hombre fracasado, de divorciada con Prozac en el bolso de marca, y de tantos aspectos y espectros como pueden circular por cualquier calle por cualquier mundo y cualquier ciudad.
El hombre que con los años los fríos y los calores se transformó en dios, sólo debería haber tenido en cuenta una cosa (palabra horrible para él) para que todo el mecano siguiera funcionando a la perfección, y es que acumular demasiado poder y demasiada sabiduría sólo le está permitida a los Dioses.
Por el tablero pasaron tantos muñecos de plastilina diferentes, que terminó por dejar de inventárselos y para ahorrar espacio y tiempo utilizó hombres de verdad.
Ahora no los tiraba a la papelera sin más. Los movía como a los títeres de un circo de antaño, y cuando se cansaba con la yema del pulgar, lento pero seguro, los apretaba, a veces lo justo para dejarles con el agua al cuello, otras lo suficiente para dejarles por el piso, como dicen allá en Argentina, y otras los chafaba con tal rabia que se quedaban reducidos a masilla informe y a pesar de sus quejidos eran incapaces de volver a levantarse más. A otros ni fuerza les dejaba para llorar su desgracia.

Era dios. Y dios debe actuar sólo con la piedad justa, como un Darwin inteligente, y hacer que las masas sean al final por el bien del resto sólo masa.
Todo era perfecto. Ya no se aburría. Ya no era insuficiente su insípida existencia como humano entre calles infectas y llenas de mediocridad. Fue en una de ellas, quizá la más fea y absurda de todas cuando se tropezó de frente con él.
- ¿Quién eres que me miras así?
El otro no contestó, pero sí le sonrió con cariño.
- No sé por qué me sonríes con esa cara. Creo que cómo no estás informado deberías saber que yo soy dios.
Dijo estas últimas palabras remarcando cada sílaba y con la seguridad de los años, cuando ya no importan ni fríos, ni calores.
El otro siguió sin contestarle. Se limitó a levantar su mano, acariciarle el pelo como a un perro manso y bueno y lentamente posó la yema del pulgar encallecido sobre su cabeza y apretó lento y fuerte, tanto que lo dejó hecho masilla, del mismo tono gris que la calle. Una masilla de esas que él sabía mejor que nadie que no se levantan, que ni siquiera tienen fuerza para lamentarse.

miércoles, diciembre 03, 2008

"Si vuelves..." Disponible

Sólo comentaros que Constantino Bértolo me ha confirmado que "Si vuelves..." está disponible y hay ejemplares para poder servir en el punto de España que se solicite, al igual que no tiene por qué haber ningún problema con su compra online.

Os reitero mi agradecimiento por vuestro interés, apoyo logístico y moral.

Un abrazo, seguimos con la siguiente, ya queda menos...


Mónica

¡Qué siga la música!




sábado, noviembre 29, 2008

Si vuelves te contaré el secreto

Quería agradecer a todas las personas que se han puesto en contacto conmigo de distintos puntos de España ( y extranjero) interesados en conseguir mi novela. Y por avisarme que están teniendo problemas para poder encontrarla desde hace un tiempo tanto en librerías como vía Web.

De todas formas hay que tener en cuenta que Caballo de Troya distribuye de forma independiente, que ya no es una novedad y que soy autora desconocida.

En los siguientes días os comentaré algo más concreto al respecto, después de hablar con mi Editorial.

Un abrazo, y gracias por esa insistencia en las peticiones y vuestro apoyo.
Mónica

lunes, noviembre 10, 2008

Entre el techo y el suelo


4 de julio 
Al llegar a casa he sentido que había alguien. He subido a su estudio y he visto que no era así. Solo está él sentado en el suelo. Seguramente trabajando en alguna idea de un proyecto y no he querido molestarle. He bajado las escaleras de madera sin tan apenas hacer ruido. Para qué mentir. No tengo ganas de hablar con él. Ni de que él tenga que hacerlo conmigo. Ya no me escucha y yo tampoco. Antes se lo decía de broma, cuando se levantaba de la mesa de trabajo con el pelo alborotado. Ahora ya no hay ni siquiera ironía en nuestra vida, mucho menos en nuestras conversaciones.

Al levantarme me he dado cuenta que no estaba en la cama. Ni siquiera ha venido a dormir. Su lado está intacto. Ni una sola arruga. Lo que me ha hecho recordar lo poco que me muevo mientras duermo. Sigue en su estudio. Subo antes de irme a trabajar. Está todo patas arriba. Ha arrancado el papel de una de las paredes y apoya la cara contra ella. Parece dormido. Le grito que qué demonios ha hecho. Se despierta sobresaltado y veo que lleva sobre la cara las marcas del horrible estucado que inicialmente cubría esa pared.
Masculla algo, que es para el trabajo o algo así, y me da la espalda. Apoya la otra mejilla en la pared quedándose en una especie de letargo desesperante.

Ha pasado una semana. Ya ni siquiera me contesta. Ni siquiera sé si come lo que le subo. Cuando vuelvo por la noche todo es un caos. Nuevo, diferente del anterior. Va arrancando las capas de esa maldita pared como el que pela una cebolla. Ya ha quitado el estucado, luego dos capas más. Hay restos de diversas vidas y épocas sobre el suelo. Por la noche, de madrugada, no sé en qué momento, lo recoge y al día siguiente vuelta a empezar.

– Acabaras sin pared maldito loco.
Le grité un día. Y no sé por qué eso pareció calmarle. No volvió a arrancar nada más. Le dejó tranquilas las pocas entrañas que le quedaban. 

No responde a mi cariño, ni a mis gritos de madre en apuros, ni a mis suplicas de esposa desconsolada. He probado con todas las clases de plañideras de pago y auténticas que existen y no hay nada que hacer. Y esa horrible sensación de que alguien me observa.  Cada paso. Cada gesto. Que sonríe. Algunas veces incluso  creo escuchar sus carcajadas mientras observa cómo nos alejamos tanto que ya ni siquiera podemos escucharnos. Y ese olor a humedad que circula a su antojo por nuestras vidas.


29 de julio

– Ya no sé qué puedo hacer. Antes aún me contestaba aunque fuera un monosílabo. Ahora ni eso. Pasa las horas y los días en el suelo apoyado sobre esa pared.

– ¿Qué situación laboral tiene?
– Es arquitecto y estaba estudiando un posible proyecto. 
– Ya, y no lo ha conseguido.
– Pues es que no lo sé. Yo suponía que sí, que por eso estaba todo el día encerrado en el estudio. Pero ahora me hace usted dudar.  ¿Pero lo ha visto? No se levanta del suelo con las narices pegadas a la pared. 
– Podría tratarse de un caso de depresión. Puede arrastrar este problema desde hace tiempo y es ahora cuando ha explotado. 
– No me cuadra. Él no es así. Demasiado orgulloso para deprimirse.
– Esa actitud no es la correcta si pretende ayudarle.
– Lo siento, pero verlo ahí como un...
– Sí, está claro que necesita ayuda. 
– Sí, está claro. Y que yo no puedo más. Ha dejado de darme pena. Ha dejado de darme todo.


Al pasar las yemas de los dedos de arriba a abajo por la pared notó como ésta se erizaba. Se erizó como si se tratara de la piel de una adolescente enamorada. Se separó sobresaltado y pensó que llevaba demasiadas noches sin dormir. Demasiadas noches y días ahí arriba encerrado en proyectos inexistentes, solo por no tener que salir fuera. Pero al volver a acercar las manos volvió a sentirlo, a sentirla. Le arrancó las horribles telas que la cubrían y fue entonces cuando notó que se comportaba como una mujer desnuda avergonzada de su cuerpo. Cuerpo lleno de bultos, de granos de piedra y yeso que a él se le antojaron hermosos. Pasó toda la noche besándolos, acariciándolos, durmiendo sobre su bello,  frío e imperfecto cuerpo.
Decidió dejarla lo más bella posible. Era arquitecto, era su trabajo, su especialidad. Armado como el mejor de los cirujanos plásticos de Hollywood, le arrancó todas las partes sobrantes, hasta que se dio cuenta que si seguía intentando quitar lo terrible que la había ido cubriendo con el tiempo, se quedaría sin nada, sin ella. La bruja de su mujer por una vez podía tener razón. Así que se limitó a dormitar a su lado. A vivir a su lado.
Ahora ha decidido traerle un médico. Eso es buena señal, señal de que ha claudicado, de que pronto se irá y les dejará tranquilos y en paz. Eso espera por su bien. Ya no sabe cómo frenar el odio que su mujer despierta en ella. Cuánto tiempo podrá y querrá sujetar su mano húmeda antes de que la atrape. Sabe que cuando él se aleja la persigue entre el suelo, el techo, las paredes.  

El buen doctor y ella han entrado en el estudio como si no hubieran interrumpido nada. A nadie. Y al marcharse su mujer cierra la puerta de golpe. Como siempre. Él sabe que lo hace a idea. Para dañarla, para hacerles daño.

– Ay – se escucha a ras del suelo. Es un leve, casi imperceptible quejido de hembra herida. Y él como tantas veces se agacha y coge el pequeño pedazo de pared que ha caído por el golpe. Lo acaricia y con la ternura de quien ha curado muchas veces esas pequeñas heridas, se prepara para hacerlo de nuevo.

A VECES...

A veces de repente, a uno cualquiera le da por ahí y decide componerte una canción, tu propio tango, lento y fogoso. Pero no siempre la letra acompaña. No siempre está plagado de esas estrofas que deseas que te canten muy cerca. Tan cerca que si es posible no se llegue a enterar ni tu propia oreja. Y ese estribillo que no para de repetirse, a pesar de llevar un son lento es tan duro que se clava de lleno en tu estómago y lo agarra y no lo suelta.
El reproche es junto con el odio uno de los peores estados en los que puede sentarse a comer, dormir y convivir cada día el ser humano. No es letra de canción para un bolero. Ni siquiera para un tango canalla.
A veces creo que me separo en dos. Que mi permanente estado de géminis en alerta me lleva a situaciones que no sólo no deseo, sino que ni tan siquiera busco. A veces creo que mi otro yo hace maldades a mis espaldas, para que cuando llega la noche y yo despierto, revivo, reacciono, como otros lo hacen con las primeras luces del día, me encuentre que al despertar no me entienden. Nada. La nada más absoluta.
A veces creo que estoy compuesta por dos mujeres diferentes, como las canciones que tienen dos estrofas. Dos vidas paralelas que no llegan a encontrarse.
No lo sé. Pero hoy escribieron un tango para mí y por título llevaba: "Reproches". Y yo no entendí nada.




Esto sí quiero que me lo canten...
Y no hagan caso, la realidad y la ficción y más en estos momentos de total hermetismo y vida casi monacal (casi), siempre van unidas de la mano, tanto que no se distinguen ni las formas de los dedos.

viernes, octubre 24, 2008

REVISTA WOMAN, OCTUBRE 08

1) “Si vuelves te contaré el secreto” ha sido reseñado en la revista para mujeres por excelencia (no, no es el Cosmo) WOMAN del mes de Octubre, junto con MTuent mi alter ego. No sé qué pensará J. Grisham o Murakami de que les hayan customizado con una de mis piezas de bisutería antigua, a Ray Loriga sí me encantaría poder preguntárselo.

2) Luis García Director de contenidos de www.Literaturas.com me pidió muy amablemente si me apetecería colaborar con ellos. Sobra decir cuál ha sido mi respuesta.

3) Hace ya tiempo que está en línea la revista virtual y visual que conduce esa mujer multifunciones (como mi Canon), encantadora, entrañable y que tiene la suerte de comer el pan de oro a diario que es Luisa Miñana y su “Cronista en la red”. Uno de mis relatos ha sido publicado en compañía de Tapies. Todo un honor.

4) Por último y no menos importante había olvidado lo que era escribir. Me explico. No se puede olvidar lo que se realiza a diario, como beber agua, pero sí había olvidado esa sensación extenuante que implica. Los lugares a los que te puede llevar sin que te enteres la mente si la sueltas del todo dentro del universo cerrado de una novela. Estoy en ello. Bebiendo ya las tazas humeantes de té chino en la isla de la Atlántida. ¿Qué no existe? Hay tantas cosas que no existen…
No recordaba que el proceso fuera tan duro, tan gratificante y tan intenso. Así que perdonarán mis ausencias (físicas y mentales), los correos no contestados, las llamadas perdidas, no contestadas, los cafés pendientes, porque la que está perdida por otros mundos es mi cabeza...

Un abrazo a todos


martes, octubre 07, 2008

REVISTA NARRATIVAS NÚMERO 11

Ya está en línea el número 11 de la REVISTA NARRATIVAS. Este número es especial para mí, ya que como algunos sabéis he comenzado a colaborar desde dentro gracias a la generosidad de su editor Carlos Manzano.
Podéis descargarlo aquí: REVISTA NARRATIVAS.

Por otro lado he tenido el enorme placer de poder entrevistar a la escritora nacida en la tierra del cierzo Soledad Puértolas. No sólo ha sido un honor, también una especie de aprendizaje. Una autora a la que sigo desde que no levantaba un palmo del suelo.
Incluyo aquí la entrevista en agradecimiento a su tiempo y el talento que nos regala con cada párrafo de sus obras.



"La mente siempre está tramando algo, siempre hay algo vivo por dentro, eso es lo mejor de todo. Por eso, cuando se termina una novela, el vacío resulta insoportable."


Soledad Puértolas ha vuelto a deleitarnos y hablarnos con sus letras después de años en silencio con una gran obra, Cielo Nocturno, una novela muy esperada de esta autora aragonesa prolífica y polifacética.


Soledad hace un tiempo dio vida a su primera obra: El bandido doblemente armado, creando un espacio que sale de las páginas y nos permite tomarnos un café mientras disfrutamos de un buen libro. Un proyecto llevado a cabo junto a su hijo Diego Pita en el barrio de Chamberí de Madrid.


Hemos tenido el placer y el privilegio de que nos abra las puertas para contarnos cómo ha vivido y vive la literatura. Y su peculiar manera de ver y contar la vida a través de sus personajes. Probablemente teniendo cerca al compañero más fiel del hombre, que para ella siempre es una buena compañía a la hora de escribir, de perderse en otros mundos.

NARRATIVAS : Tu primera novela, El bandido doblemente armado, obtuvo el Premio Sésamo en el año 1979, lo que te facilitó una brillante entrada en el panorama literario nacional. ¿Qué evolu-ción literaria y personal observas entre la Soledad Puértolas de aquella época y la actual?



SOLEDAD PUÉRTOLAS: Ha pasado mucho tiempo desde entonces, casi treinta años, así que es-pero haber evolucionado, si no, sería terrible... Naturalmente, hay algo que se mantiene, pero es muy vago, es una forma de mirar, una tendencia estética. Lo que la vida te enseña, lo que te da, lo que te quita, todo eso se refleja en lo que se escribe. Sigo recordando con mucho afecto al Ban-dido, porque allí encontré una voz que no era yo, pero que me permitía expresar cosas que me importaban. Esa es una lección que aprendí entonces y que todavía me sirve. En cada narración, busco una voz por la que transitar y descubrir cosas, a partir de algo que conozco y con la idea de avanzar en lo desconocido. El proceso es más o menos el mismo, pero los puntos de partida han ido cobrando matices distintos.



N.: ¿Qué influencia ha llegado a tener en tu obra tu temprana marcha de España y tu experiencia en Noruega y Estados Unidos? ¿Ya entonces tenías claro que querías ser escritora?
SP.: No me planteaba si sería escritora o no, como si eso fuera una profesión, pero escribí desde niña, desde que descubrí los cuentos. Si existían los cuentos, era porque alguien los escribía, ¿por qué no yo? Pero más bien pensaba que era una actividad secreta, casi clandestina, algo que se hace al margen de la vida que muestras a los otros. Y, en cierto modo, es así, sigue siendo así. Escribir es mi actividad esencial, mi identidad, es algo exclusivamente mío. Al publicar, se com-parte. Mientras se escribe, no.
Los viajes le dieron giros a mi vida, me hicieron ver el mundo de otra manera. Y, sobre todo, a mí misma. Me mostraron cómo era yo lejos de casa, me hicieron descubrir muchas cosas personales. Por eso están presentes en mis libros. En mis relatos, siempre hay alguien que viaja, que se va, que se aleja. Los regresos también son interesantes. Lo que más me gusta es ese punto del viaje en que la desconexión se convierte, por extrañas razones, en una forma de conexión.

N.: Hace ya mucho tiempo, siendo casi una niña, tuve el placer de escucharte en una charla litera-ria. Aún guardo tu dedicatoria: "Mucho ánimo y adelante". Me encantó que alguien consagrado como tú me lo dijera. Siempre lo interpreté como que no todo iba a ser tan romántico y fácil como piensan muchos. Unos años después me gustaría preguntártelo: ¿Piensas que es duro tomar la decisión de vivir rodeado de personajes?

SP.: Toda actividad solitaria resulta dura. Lo que no tiene un reflejo directo en los otros apenas tiene existencia. Se hace difícil poner la fe en algo que sólo ves tú. No es una actitud muy cuerda, implica mucho aislamiento. Es el precio que se paga y va más allá de tomar una decisión o no. Simplemente, es así. Y tiene muchas compensaciones. La mente siempre está tramando algo, siempre hay algo vivo por dentro, eso es lo mejor de todo. Por eso, cuando se termina una novela, el vacío resulta insoportable.

N.: Tus obras pocas veces ofrecen universos cerrados y simples, e incluso has afirmado alguna vez que buscas un lector activo, que participe en la historia y no se limite al papel de mero receptor. ¿Podríamos decir que el papel del lector en el proceso de construcción de una novela es casi tan importante como el del propio autor?

SP.: El lector lee la novela que quiere o puede o desea leer. Sin él, es una obra estéril, un callejón sin salida. Cuentas con él mientras escribes, pero de una forma muy vaga. Es invisible, no tiene cara ni cuerpo, nada. Pero sabes perfectamente que está, que es tu cómplice. Si esa sensación desaparece, caes en un agujero negro. Ni siquiera me lo puedo imaginar. Esta es la premisa de la literatura: existe el lector.

N.: Se ha destacado en más de una ocasión el papel que juega el silencio de los personajes en tus obras.


SP.: El silencio es la otra cara del lenguaje. Más aún, de la literatura, donde el lenguaje se ha hecho original. El silencio, los huecos, los espacios vacíos. Es el tiempo, también. Para poder hacer tuya una obra, para poder interpretarla, tiene que existir el silencio. Si se dice todo –lo cual, por otra parte, es imposible–, ¿qué queda para la imaginación, para la creación?

N.: Has escrito también ensayo. ¿Qué lugar ocupa este género en el conjunto de tu producción literaria?


SP.: Me gusta divagar, escribir sobre obras que admiro, sobre los mil asuntos que rodean la literatura. Así se emplea un poco la razón, todo el aparato discursivo. Es entretenido y, de pronto, por sorpresa, encuentras algo. O crees que encuentras algo. No está en el centro de mis intereses, pero me gusta mucho.

N.: Se observa asimismo en tus obras cierto poso de desilusión y desengaño, sueles crear personajes poco seguros de sí mismos, inmersos en la duda permanente.


SP.: Es difícil hablar de lo propio. Pero no veo desilusión o desengaño, sino personajes que no saben cómo vivir. Es una etapa anterior. Se asombran de los ilusionados y de los desilusionados. Ellos se han quedado un poco al margen, andan a ciegas, como en un túnel. Este es asunto difícil de resolver. Buscan la armonía y quizá la armonía no exista. Tienen buenos momentos, eso sí.

N.: ¿Cómo calificarías la situación actual de la literatura actual y, más en concreto, del mercado editorial en España?
SP.: No soy muy buena con los dictámenes, pero todo indica que el mercado editorial atraviesa un momento muy duro. Lo que no se vende de forma inmediata desaparece. La venta de libros ha descendido y sólo los best sellers siguen teniendo lectores, y muchos. Luego están los baremos de prestigio, de calidad, pero ¿quién los administra? En fin, el panorama no anima nada.

N.: ¿Cómo logras dar forma a unos universos tan hermosos, llenos de sensibilidad y a la vez de realismo para qué funcionen y tengan esa estructura digna del mejor arquitecto de las letras?
SP.: Gracias por la opinión. Lo único que sé es que escribir, inventar, me gusta mucho. Y me he propuesto confiar, como si fuera un don. Así que me olvido de todo, dejo la mente en blanco y que me invadan... Ya me las arreglaré, me digo.

N.: Por último: ¿Tiene Soledad alguna manía confesable o inconfesable a la hora de inventar, de crear, de escribir?


SP.: Inconfesable, no sé. Me gusta escribir con una taza de café. Más tarde, una cerveza. Los perros, cerca. Y música.

* Preguntas redactadas junto con Carlos Manzano.

Espero que disfrutéis con la lectura de este número y por supuesto que os animéis a colaborar para el próximo número.

* Imagen de Soledad del archivo de" El Mundo", elegida por Antón Castro, me parece realmente preciosa.

domingo, septiembre 28, 2008

PAUL NEWMAN

Tienes los ojos azul turquesa. ¿Nunca te han dicho que se parecen a los de Paul Newman? Cuántas veces habremos dicho esta frase a alguien, a veces porque el bar y el momento era propicio y otras porque era cierta. Pero ninguno de esos pares de ojos, por muy azules que fueran, muy penetrantes o muy bonitos eran como los suyos. Siempre fallaba algo, el que no pecaba de blando, lo hacía de cursi, o no transmitía ni de lejos lo que transmitían los suyos.

“La gata sobre el tejado de zinc” una de mis películas favoritas de Newman, puso en guerra sus ojos con los de Elizabeth Taylor. Ese hombre atormentado que se comió las paredes, las muletas y el resto del reparto, para encerrarse con los de la pequeña y grande Elizabeth dentro de una habitación y hacernos estremecer en el asiento.

Siempre se habla de James Dean como el rebelde por excelencia, aunque para mí nadie interpretó como Paul el dolor y la rabia. La ira y la rebeldía, el ser la pieza del puzzle que sobra y el tener que vivir en un mundo que no soporta y con la complicidad interna latente de que no podrá hacer nada para que eso cambie. Ojos claros sin un ápice de cursilería que caminan amotinados contra el mundo. Sólo los suyos.

Demostró con una amplia y prolífica carrera, que no era sólo un guapo más de la época dorada de Hollywood. Que era un actor que hacía temblar los cimientos del plató cuando lo pisaba.

El premio. Aborrecí la alfombra roja y ese mal café que tuvieron década tras década, mucho antes de haber tenido la suerte de cruzar su mirada con la mía, por no otorgarle ninguna de las estatuillas del impertérrito, tieso y brillante amigo Óscar que tanto merecía. Se la entregaron cuando ya era mayor, por un remake en el que jugó como sólo saben jugar los grandes. Puede que tampoco le importara demasiado. Como seguramente no le importaron los millones de mujeres que suspiraban a su alrededor y desde nuestras casas.
Hasta eso lo hizo bien. Casado en dos ocasiones, convivió durante medio siglo con su segunda mujer, hasta el final. Algo que me hace reafirmarme que tras esa mirada imposible de copiar, y menos de imitar, algo así como la renombrada sonrisa de la Gioconda, se escondía un hombre normal. Una normalidad arrebatadora y maravillosa.


He estado alejada por unos días de todo y una vuelve y se entera de que Paul Newman ha muerto. Un actor que en mi opinión y a pesar de grandes películas, su mejor pareja en las pantallas, la más apasionada, compenetrada y genial no fue con ninguna mujer, sino con un rubio platino: Robert Redford. Dándonos a todos “El golpe” o demostrándonos que el Destino puede unir a dos hombres.
Paul Newman no debería morir. No debería permitirse que sucediera. Es como si el cine, una parte de él también lo hubiera hecho.

domingo, septiembre 14, 2008

ANDRÉS CALAMARO en la EXPO...

Definir a Andrés Calamaro, sería para mí el equivalente a la definición del verbo reinventar, o reinventarse. Andrés es una mezcla de tango canalla, de elegancia y pasión argentina, con un punto de ese Madrid que le atrapa y un alma cansada e hiperactiva que sólo tienen los grandes, los que la han usado tanto para crear, que alterna ambos estados en un mismo tiempo. Un alma escondida siempre tras sus gafas. Unas gafas que cuando se apartan, nos dejan ver unos ojos chiquitos, que dirían en su tierra, pero de esos que miran de frente. Es música, rock con ritmo y raíces latinas. Es un artista. Sí, creo que lo grité muchas veces ayer por la noche durante el concierto de la EXPO. Y creo que fue de los pocos gritos que escuché en las casi dos horas, rodeada de gente que me miraba como si estuviera loca. Un concierto en el que lo intentó dar todo, pero en el que se encontró con una amante cansada y poco correspondido.
Acompañado por sus geniales músicos nos regaló una actuación de las que hacen época, al margen del maldito cierzo, de un frío polar, de la avalancha de gente, que sigo sin entender para qué va a un concierto si no le interesa. Y con ese frío…
“Crímenes perfectos”, “Todavía una canción de amor”, “Me arde”, “Todo lo demás”…Temas que me hicieron vivir miles de flashback para producirme una sensación de tranquilidad, de paz, de haber conseguido el master en papiroflexia…
Pequeños cambios en las letras, que no sé si todo el mundo se percató, o mejor dicho entendió. Calamaro juega con nosotros, con el público, y juega consigo mismo.
En su blog comentaba hoy:


Anoche en Zaragoza hacia frió, volvíamos a la ultima tierra de Guille (en la tierra),
llegamos con lesionados y encontramos... frió. El calor de los calientes y el frió en el aire... Mucho publico, quizás demasiado ... o demasiado casual : Gente que pasa por ahí. D todas maneras supongo que entre semejante multitud friolenta estarían aquellos que prestan su sensibilidad al servicio de su propia alegría.
Costo labrar el triunfo final, bien podría achacarse la dificultad al frió ambiental.
Niño Josele puso la guinda y Jaime encendió la noche al calor del amor...

Estábamos, pocos, no muchos y como siempre los malos se dejan ver y oír más que los buenos. Pero estábamos, los que nos remontamos desde tiempos de los “Abuelos de la nada”. Había gente a mi alrededor que cantaba las últimas canciones. Gente que cantaba sólo las de “Los Rodríguez”, gente que cantaba sólo las de “Honestidad Brutal”, gente que cantábamos todas.
Brutal, Calamaro estuvo brutal. Y agradezco a mi odiado cierzo y a los que diseñaron esa caja de los vientos y le otorgaron el surrealista nombre de anfiteatro, que deja a los artistas rodeados de aire y sin nada que les cubra por ninguno de los frentes, por permitirnos ver bailar a Andrés como un Mick Jagger. Como un roquero de los de siempre, de los de antes, de los que no quedan. Puede que fuera el frío, el cierzo, o el frío del público, pero en más de 20 años que le sigo nunca le vi bailar así. Probablemente el próximo concierto, lo de sentado, o haciendo el pino, porque Elvis no sé si está vivo, pero Andrés Calamaro sí y se reinventa cada día que pasa.
Grande Calamaro! También fue mi grito anoche, esa parte romana que me sale de dentro. Le dieron mi libro ¿Se puede pedir algo más? Sí que lo lea y le guste… O mejor dicho no, que siga siendo el puto amo del escenario allá dónde quiera que vaya.

miércoles, septiembre 03, 2008

DE VUELTA DE TODO, DE VUELTA DE NADA...

Dicen que tienes unos cinco minutos para recordar un sueño, que luego se queda perdido para siempre. También sucede algo similar con las noches largas en horas y copas. Esas lagunas en la memoria que se quedan nadando en alcohol. Como mucho, esa noche sueñas algo similar a lo vivido, pero debido a la resaca es complicado que te de tiempo a recordarlo en tan sólo cinco minutos.

Algo así era el laberinto en el que se encontraba. Había tantas historias, tantas vivencias, tantos años, tanto de tanto, que pensó que si no ponía algún tipo de orden era imposible que tomara forma. Y tomó forma. Más bien formas. Cada momento vivido lo apuntó en un papel. El día que él se le acercó en el bar. El primer día que hablaron. Su primera juerga juntos. Las conversaciones al margen de los demás. Miles de horas mano a mano. Su primera juerga juntas. Eran él, ella era una y ellas eran dos.
No podía ser tan complicado. Pero lo estaba siendo. Había demasiados recuerdos, demasiadas experiencias que les habían visto crecer a veces despacio, otras casi corriendo. Ahora ya hasta tenían sentados los primeros gallos con las patas desparramadas sobre las sienes.
Entre tanto les dio forma a los recuerdos. Y sin querer queriendo, tanto como había querido, al final de la tarde tenía toda la mesa y parte del suelo llenos de un montón de figuras de papel. No era papiroflexia al uso. Era diferente, no eran los típicos animales de esa extraña y para ella absurda disciplina lineal en la que todos se empeñaban en afirmar que veían pájaros, cisnes y patos. Ya que por más vueltas que les daba nunca lograba encontrar esas similitudes. Sus figuras de papel tenían formas redondeadas cuando hacía falta, lineales cuando tenían que serlo. Eran perfectas réplicas de un simple vaso, de una copa, de un reloj de esos que nunca tuvo, de los pendientes que llevaba esa noche en la que él se marchó. Los que llevaba cuando ella, que con ella sumaban dos se fue también. Los que llevaba cuando emprendió su propio viaje un tiempo después. Y los que llevaba cuando había vuelto a verlos a ambos. A ella sólo unos días después, a él años más tarde.

Siguió así días, semanas, y agradeció vivir en un bajo que le permitía sólo con un ligero movimiento de mano lanzar la figura de papel a la montaña que se erguía con aire circunspecto cargada de replicas redondeadas de libros, bocas sonrientes, botas de militar, CDS de música. Había sido hermoso. Aunque ahora dicho y pensado así, resultara lo más cursi del mundo. Había vivido tantas historias bonitas cerca de ellos que hizo toda una ristra de jarras de cerveza y vasos de chupitos a su salud.
Luego recordó cuando él borró su número de la agenda. El dolor de saberlo. Cuando ella hizo llorar amargamente a los suyos. Recordó esperas y más esperas en esos momentos en los que las vacas eran tan flacas que sólo tenían las tetas inflamadas y huesos. Tantas esperas de algo, de un gesto, de un cariño, de un aquí estamos, que sólo le salían sillas. Cuando él se perdió y en su pérdida le hizo perderse a ella, sólo por el placer de ser acompañado.


Después de lanzar con desgana un puñado de lágrimas de cartón piedra por recordar de todo menos mentiras piadosas llamaron a la puerta. Un hombre sonriente con pajarita le hablaba en inglés, con ese acento que sólo había escuchado
en la tele cuando van a entregar los diplomas de graduación en un pueblo americano. Era la ganadora. Había logrado el Record Guinnes de mayor número de figuritas de papiroflexia en menor plazo de tiempo del mundo.
Ante semejante situación, después de sentirse como la mujer barbuda, e intentar explicar que ella no hacía papiroflexia, con las cámaras, las preguntas y la fiesta, se quedó pensando. Ya hacía días que incluso le habían propuesto vender sus figuras. También pensó qué se le pasaría por la cabeza al hombre que aparecía en la misma página que ella que se había estirado las orejas hasta llegarle a la altura de la cintura. Pero estaban tan juntos uno del otro, que era inevitable sentir por él un inmenso cariño.
Entre estos planteamientos y rodeada de kilos de figuras, volvió a sonar el timbre y el mismo hombre con la sonrisa algo más acartonada le entregó un nuevo sobre y se marchó. En su interior estaba la siguiente edición del Libro Guinness. Se buscó y por más vueltas que dio entre paellas gigantes, hombres que permanecían semanas enteras sólo comiendo pipas con un pié sobre la cabeza, salchichas de más de mil kilos, no encontró su record por ninguna parte. Sí gente que dedicaba toda la vida a hacer las cosas más insospechadas. Al parecer un chino le había desbancado.

Puede que se tratasen de esos últimos segundos antes de que pase el tiempo para recordar un sueño, esos cinco minutos que tenemos antes de llegar a olvidarlo para siempre. Pero se sintió uno más de ellos, uno más de los que pasan los años deseando lograr algo surrealista e imposible. Tiró todo a la basura. Cogió un papel e hizo su última figura, una perfecta réplica de un libro cualquiera de esos que tantas veces se prestaron. Lo cogió y como el que tiene todo el tiempo de mundo para hacerlo y hacerlo bien: Pasó página. Se levantó y se marchó.

El libro Guinness quedó desparramado entre algunas figuras que aún permanecían en el suelo como quedan los recuerdos sueltos. Estaba abierto en la que fue su página. Otro hombre había logrado alargarse las orejas aún más que su dolorido amigo, hasta lograr que le colgaran a la altura de las caderas.

sábado, agosto 09, 2008

El VESTIDO ROJO

Un día se compró un vestido rojo. Era de invierno, de manga larga y cuello cerrado, pero ajustado. Sin saberlo ya nada volvería a ser igual. La infancia e inocencia se apretujaron en la tela, dando paso a otras muchas sensaciones. Entre ellas la de que algo no le cuadraba en lo que veía alrededor. Ese vestido fue lo que a Batman su látex con forma de orejas picudas, o el primer traje casero de Peter Parker.
Escribía pertrechada y escondida tras el vestido de lana fina de la que no pica. Y repartía “forward manuales”, que era lo que entonces se llevaba entre las aulas. Una vez pasados a máquina no tenía por qué confesar que eran suyos. Se mimetizaban entre otros que circulaban entre las manos femeninas y acababan presidiendo con rotulador negro los separadores llenos de fotos de las carpetas. Más de una vez le llegó uno suyo algo cambiado. No decía nada, sonreía y lo copiaba como una más en su propia carpeta. Escritos de amor, de desamor, de millones de hormonas adolescentes desatadas.

Él era un crío, como ella. Pero desde el primer momento pudo apreciar que tenía algo diferente a los otros que pisaban los bares a esas horas, más que ridículas, en las que los llenaban. Poco después supo que él observaba todo a través de un objetivo de una cámara de fotos de la que no se separaba. Una cámara a la que miraba como sólo se mira a los amantes eternos. Era obvio que en algún momento tenían que chocarse.
Luego las caras de terror de las monjas, la envidia de compañeras al ver a ese chico con aire de siniestro, siempre sonriente, esperándola a ella en la puerta del colegio de pago.
Esa primera historia se diluyó siendo todavía una niñata y los recuerdos se difuminan, pero le enseñó algo. Todo aquel que decide dedicar su vida a cualquier expresión artística, tiene que sufrir tantos altibajos emocionales y existenciales, que no siempre es fácil llegar a buen puerto. Durante años intentó ser otra. Llevar una existencia normal, que le sentaba como unos calcetines diez tallas más pequeños. Asumió que no era posible seguir esa pantomima. Y también asumió que hay que estar loco para hacerlo, para lanzarse a la ardua e inexistente carrera de construir algo intangible, que ni tan siquiera existe, ni puedes coger entre las manos. Loco no en el sentido metafórico, sino literal de la palabra. Y se arriesgó a adentrarse en su propia locura.
A veces me preguntan cómo llevan a mi alrededor que escriba: Es complicado. Suelo contestar, sin dar más explicaciones.
El que trabaja con la mente, no nos engañemos, no la desarrolla más que otros. Simplemente le da la vuelta del revés. La introspección que se llega a alcanzar en momentos puntuales, le lleva a uno a comprender a genios como Van Gogh, Sylvia Plath o V. Wolf, sin por ello aceptar la decisión o el estado al que llevaron sus mentes y sus vidas. El paroxismo en sus más altas cotas.
No es fácil vivir intentando desarrollar mundos internos, galaxias de calles, vidas, universos inventados y tener que responder al teléfono, o convivir con alguien en momentos que no soportas ni tan siquiera que respiren cerca de ti.
Hace poco me preguntaron qué aportaba yo a la literatura. Contesté que aportar algo concreto en cualquier expresión artística es imposible. No se salvan vidas, ni se arreglan tuberías. Pero cuando leo me transporto a lugares increíbles, aunque no tenga ni un euro para viajar, lloro, me río aunque sea el peor día de la semana y recorro otras épocas, que no he tenido el placer de poder vivir. Si a algún lector le provoco en algún momento una sola de esas sensaciones, me sentiría plenamente satisfecha. Hacer soñar a la gente, que cada vez lo hacemos menos. Ya ni dormidos…

A día de hoy, por si alguien se lo pregunta, él es director de cine y yo aún guardo por algún armario de mi casa paterna ese vestido rojo...

Que paséis unos buenos días, me marcho al mar. (No a la playa). Nos vemos a la vuelta.

lunes, agosto 04, 2008

DIANA KRALL el Jazz sigue vivo

Diana Krall demostró la otra noche en el concierto que ofreció en la Expo que el Jazz sigue vivo. En el sentido literal de la palabra. El Jazz cuenta con un handicap y es que a pesar de que hay grandes músicos deleitándonos los oídos, ocurre lo mismo que les sucede a los adoradores del cine clásico con los galanes de antes, es inevitable escuchar la consabida frase de: “Ya no son lo que eran”.
Lady Day, Duke, Bill Evans, Dizzy Gillespie, Sarah Vaughan… Y tantos otros grandes de la música se marcharon, y no sólo se fueron, sino que dejaron una estela difícil de igualar.


El lugar para el concierto no podía ser menos adecuado y no sólo por la acústica. Soy poco dada a esa extraña manía de conceder conciertos gratuitos para según qué tipo de música o artistas. No es un querer pagar por pagar. Es más simple, es la consabida actitud del ser humano ante algo gratis, sea un grupo que acaba de comenzar sus primeras galas, o un artista de fama mundial como es el caso. Lo mismo me da. La gente habla, se acerca a ver qué dan, se levanta si se aburre, grita y en resumen molesta. Es una de esas situaciones en las que se demuestra que el hombre es desagradecido y absurdo por naturaleza.
El cierzo golpeaba las teclas del piano, fuegos artificiales interrumpieron hasta por cuatro veces las vertiginosas manos de Diana y mucho movimiento eran el telón de fondo. Pero ahí es dónde se demuestra el talento. Es un directo y no hay mando a distancia que valga, o ventana que cerrar. Y ella pudo con todo y más. Acompañada de tres maravillosos músicos que tuvieron sus diversos momentos de lucimiento y gloria con unos solos impresionantes, y un piano con el que yo he soñado desde antes de nacer, consiguió con una elegancia natural llenar de jazz toda la Expo.
Tiene una voz entre melódica y rota y una elegancia y naturalidad innata. Una bella manera de tocar las notas sincopadas mientras canta, que obligó al Señor Cierzo a desistir en su objetivo de hacer volar las partituras. Y que nos limitáramos a ver cómo el pelo de la Diana se movía como si fuera un efecto preparado, y seguir el vaivén al ritmo rápido de sus manos, o lento y exquisito en las piezas más melódicas.
Creó un ambiente de magia que no rompieron ni uno sólo de los petardos, (ni los unos, ni los otros).

Diana Krall, de alguna manera, no sé bien cómo, me gustaría darte las gracias por otorgarnos la tranquilidad, al menos en mí caso, de saber que no sólo puedo escuchar a una diva, a una voz negra pintada de rubia y tan blanca como el mármol en el salón de mi casa encerrada en un círculo negro de vinilo que no para de girar. Que el jazz sigue tan vivo como siempre.

viernes, agosto 01, 2008

NARRATIVAS...


Carlos Manzano es escritor, fotógrafo, sociólogo vocacional, entre otras facetas… Muchos de vosotros lo conocéis por ser el editor de la
Ese maravilloso lugar donde tantos hemos encontrado un hueco donde llegar a más voces, más gente, o incluso para empezar que no es poco. Donde se aúnan por igual inéditos que artistas reconocidos, con una clara intención, mantener viva la literatura. Que sean las letras las que hablen por sí mismas.
Carlos ha tenido el gran detalle por su parte de contar con Luisa Miñana la mujer del mechón de caramelo y que camina sin pisar ni una sola hormiga, Emilio Gil el rey de los buscadores con alma de escritor, Nerea la niña que se traga musas en verano, la escritora María Dubón y conmigo, para colaborar con él en su proyecto. Es para mí todo un honor. Intentaré hacerlo lo mejor posible.
Quería comentaros que Narrativas a pesar de tener el sol golpeando fuerte sobre la cabeza, está preparando el Número 11 para el mes de Septiembre. Os animo para que enviéis vuestras colaboraciones. Incluyo el texto para que tengáis más información al respecto. Y por supuesto, cualquier consulta que tengáis, no dudéis en preguntar.


Envío de colaboraciones:
La revista Narrativas versa sobre diversos aspectos de la narrativa contemporánea en español. Está estructurada en tres bloques: ensayo, relatos y reseñas literarias. En cualquiera de estos campos, toda colaboración es bien recibida. Las colaboraciones deberán enviarse por correo electrónico como archivo adjunto y en formato Word. En su momento, los órganos de selección de la revista decidirán sobre la publicación o no de los originales recibidos. No se fija ninguna extensión máxima ni mínima para las colaboraciones, aunque se valorará la concisión y el estilo. Se acusará recibo de cada envío y se informará de la aceptación o no del mismo. Los autores son siempre los titulares de la propiedad intelectual de cada texto; únicamente ceden a la revista Narrativas el derecho a publicar los textos en el número correspondiente.


Os dejo con unas letras que a pesar de no ser en castellano, son impresionantemente bellas, para que sirvan de inspiración en estos días de calor del gran Pavese:

C’è una racione perché sono tornato in questo paese, qui e non invece a Canelli, a Barbaresco o in Alba. Qui non ci sono nato, è quasi certo; dove son nato non lo so; non c’è da queste parti una casa né un pezzo di terra né delle ossa ch’io possa dire “Ecco cos’ero prima di nacere”.

Hay una razón por la cual he vuelto a este pueblo, y no a Canelli a Barbaresco o Alba. Aquí no he nacido, es cierto; dónde he nacido no lo sé; pero no tengo en esos lugares una casa o un trozo de tierra, ni huesos donde yo pueda afirmar “Aquí está lo que era antes de nacer”.
Cesare Pavese
La Luna e i falò

domingo, julio 27, 2008

JAZZ VOYEUR CLUB



Cuando vivía en Mallorca, en concreto el tiempo que viví en Palma, y durante la intensa y dura gestación de: “Si vuelves…” encontraba pocos momentos de sosiego y calma. En alguna ocasión he comentado que se llevó algo de mí, en parte en el sentido literal (unos 8 kilos) y me dejó con las faldas que vestía de adolescente y una ansiedad perenne cada día que la escribía que no lograba calmar de ninguna manera. Olvidaba las horas de la comida, de la cena, la hora en que vivía. Si quedaba con gente o salía a la calle, estaba ausente, ida, hubo momentos en los que aunque parezca exagerado, pensé que perdería el norte, el sur donde nací y ni siquiera sabría reconocer el noreste de donde venía, donde estaba la tierra del cierzo que me vio crecer.

Había un lugar que desafiaba los analgésicos, o esas pastillas para dormir que siempre me negué a tomar y acumulaba como matriuscas en el cajón de las medicinas. Era un pequeño local de jazz auténtico, genuino, oscuro donde sólo olía a música. Entrar en él era respirar. Tan simple e importante como eso para mí. Buenas actuaciones, un ambiente calido, y un lugar estratégico entre las estrechas callejuelas de la zona de La Lonja eran su carta de presentación.
Recuerdo una noche después de un concierto en el que exhausta por la dura semana de trabajo que llevaba, pidiendo una copa en la barra junto al genial guitarrista que aún tenía la huella de las cuerdas en sus manos estuve a punto de decirle: Yo estoy intentando escribir lo que tú acabas de tocar. Me contuve, tampoco sé por qué, pero no le dije nada. Miré el entorno como hacía cada vez que iba y mimetizada, escudriñaba cada gesto, cada nota, si me apuran no me avergüenza decirlo cada conversación. Estaba dentro de mis propias letras y supongo que eso conllevaba la sensación de sosiego y paz, que en ningún otro lugar, ni momento lograba alcanzar.

Hace unos días alguien contactó conmigo, unos días después otra persona también lo hizo. Habían leído la novela y me contaban que les había gustado mucho, y les encantaría que en alguna visita a Mallorca pasara a visitar su club. José María Lafuente y Gerardo Cañellas han hecho de él algo mucho más grande, no en tamaño sino en su estructura interna, en su alma de jazz.
Jazz Voyeur Club
tiene otro hermano en BA, su propia emisora de radio, apoya otras artes y desde hace 5 años arrastra hasta mi isla unos brutales ciclos de conciertos de Jazz, en los que actúan gente de la talla de Diana Krall (5 de agosto) , Pedro Iturralde (23 de agosto) o Bebo y Chucho Valdes ( 25 de octubre).

Luego en el sofá sentada, pensé que era una de esas situaciones, de esas casualidades, de esa magia que sólo sucede en los libros. Aunque está demostrado y es evidente que la más bella ficción puede ser superada por la realidad.

martes, julio 22, 2008

IL CIELO IN UNA STANZA

Para los que sufrimos el calor del asfalto en espera de esas ansiadas vacaciones, viaje que parece no llegar nunca. Que dormimos con la maleta pegada a la almohada para que no se escape de nuestras garras, ese viaje que se aleja como los amantes anhelados en los sueños por calles interminables, y callejones sin salida.
Especialmente para los que tienen que aguantar el cierzo de media tarde, de la mañana y de la noche. Trabajar con traje en julio o en tirantes. Porque a pesar de no ser cantada por Gino Paoli, Batiatto como siempre nos sorprende. Porque no sé quién ha realizado este video con una de mis canciones favoritas y una de mis películas preferidas. Te lo encuentras de repente y dices: No sé si es brutalmente cursi o precioso, pero hace demasiado calor para no compartirlo y quedarnos todos con la sonrisa puesta
.





Y sobre todo para Marta, la nómada entre las nómadas, la música, y para Sir Alfred las imágenes, el hombre que más escalones sube a lo largo del día.

domingo, julio 06, 2008

Prensa: "Si vuelves te contaré el secreto"


Crítica en BABELIA " Si vuelves te contaré el secreto"


Si vuelves te contaré el secreto.

Mónica Gutiérrez Sancho
Caballo de Troya. Madrid, 2008
190 páginas. 12 euros
MÓNICA GUTIÉRREZ SANCHO nació en Sevilla en 1973 y vive en Zaragoza.
Sabemos que publicó una novela corta, El ombligo de las almas. Ahora que leí su segunda novela, Si vuelves te contaré el secreto, lamento no haber tenido acceso a su primer libro. Lo lamento (pero trataré de
subsanar la laguna) porque no puedo ahora mismo hacer ninguna valoración comparativa entre este libro y el anterior. No podré establecer un progreso o un retroceso de uno respecto al otro. Pero sí puedo afirmar que la segunda novela es un relato perfecto, una amalgama de escritura irreprochable y estructura original.

Si vuelves te contaré el secreto es una historia sobre los propósitos inalcanzables, no sobre los grandes propósitos, sino sobre asuntos tan
sencillos como trabajar en lo que te gusta, amar y ser amado por la persona que nos merezca y nos merezcamos. Un día unos anuncios avisan de que una empresa busca profesionales para trabajar en una sala de fiestas. Se busca pianista, cantante, portero de noche. Los clientes tendrán que atenerse a una regla muy estricta: a dicha sala sólo se puede acudir una sola vez. Repetir significaría entrar en contacto con un secreto en el que tal vez no convendría penetrar. La novela se divide en pequeños capítulos, precedidos por un menú musical compuesto por piezas capitales de la historia del jazz y en versiones antológicas. 


Todos los componentes protagonistas de la novela: la pianista Julia, la cantante Rita,
el portero Simón, Sara, la visitante que repite, todos viven en la calle de Praga. Y
todos ellos tienen un pasado que sólo conoce la empresa que los contrató. No sé
por qué esta hermosa novela me recuerda tanto a Señorita corazones solitarios, del
norteamericano Nathanael West. Una parecida mezcla de realidad y pesadilla. De
delicadeza y tragedia. J. Ernesto Ayala-Dip 







Suplemento de cultura: SABERESLa Opinión de A Coruña
23 de Febrero de 2008


DESEOS CUMPLIDOS

ANA VEGA


Si vuelves te contaré el secreto 
MÓNICA GUTIÉRREZ SANCHO 
Caballo de Troya Barcelona, 2008 190 páginas 


Un título tan sugerente como éste esconde tras sus páginas una bella
y desgarradora fábula, en la que hemos de enfrentarnos al peligro de los deseos que se cumplen y cómo lograr salir victoriosos, o sanos y salvos, al menos, del ansiado territorio —que todos consideramos virgen excepto en rostros y en vidas ajenas— de la felicidad. La cita inicial de Rainer María Rilke así lo advierte: “Qué tremenda desgracia nos aguarda para que hoy seamos tan felices”.

Un nuevo club abre sus puertas en una ciudad cualquiera, en una calle casi olvidada, pero con una extraña peculiaridad: se permite entrar a la sala tan sólo una vez. El club elige cuidadosamente a sus empleados, todos tienen algo en común: ésta es su última oportunidad de alcanzar su sueño. Una endiablada telaraña se oculta tras tanto misterio.

Mónica Gutiérrez Sancho elabora un relato a modo de pieza musical (cada capítulo viene precedido por una o más canciones e intérpretes determinados) con todo detalle; una melodía late bajo cada palabra desde el primer capítulo. Como confiesa ella misma en la introducción: “Hay gente a la que la persigue la buena suerte, / a otros, la mala; algunos parecen ser perseguidos por un color. / A esta historia desde la primera línea le persiguió la música”. La originalidad y la frescura con la que la autora escribe esta novela provoca la sorpresa constante del lector en cada página, con recursos narrativos del todo impredecibles y que consiguen atrapar su atención desde el principio hasta el final.
La naturalidad que vemos reflejada en sus palabras la delata como mujer amante de las historias, de las buenas historias.

La descripción es realista, neutral, cruda cuando ha de serlo: “Ella no quería ese beso, ni esa mano esquelética entrando por su falda, pero pensó que no había nacido con cara de señora y aceptó la delgada y recta boca de él”. Nos revela los secretos de cada personaje, sus sentimientos más ocultos, llevando a cabo un análisis brillante de los miedos, sueños y anhelos en los que todos podemos sentirnos identificados. Describe la “soledad de las mesas, de esas sillas aterrorizadas con los miembros del revés” y también la sensación que nos provoca la lluvia:
 “Esa noche llovía. El agua caía desde algún lugar muy alto, para poder correr y dispersarse por la calle como unos manifestantes perseguidos”.
Utiliza una ironía muy personal y certera: “No lo entiendo. Y me llamaba sirena; ahora me hace sentir como una vulgar raspa de pescado”. Para ello se sirve de un lenguaje coloquial, que provoca una cercanía inmediata: “Hay gente a la que le persiguen los colores, a otros la mala suerte, a mí las historias y a mi marido la ignorancia”.
Mónica Gutiérrez Sancho se muestra lúcida, sus personajes reconocen con rotundidad lo que sienten, aquello en lo que nos reconocemos también nosotros: “La de señales que puedes conocer del otro, de lo más íntimas, y la poca intimidad que otorga entre dos personas una simple noche de sexo”.
A veces, los dioses, dicen, castigan nuestras plegarias al concedernos nuestros deseos. No hallaremos aquí moraleja alguna ni instrucciones de uso, tan sólo recordarnos que “el destino no nos pone las cosas tan fáciles: las señales también hay que ganárselas…”




Por otro lado ayer me avisaron de este artículo donde aparece reseñada: "Si vuelves..." Estas pequeñas alegrías, que hacen el calor y el asfalto sea más llevadero.




GUILLERMO BUSUTIL: 

http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2008/03/si-vuelves-te-contar-el-secreto-mnica.html





J. ERNESTO AYALA-DIP
BABELIA 

24-05-2008



Señalaba Alessandro Baricco recientemente en La Vanguardia que hoy se escribe mejor. No aclaraba el autor italiano el calado de esa mejoría ni argumentaba su comentario. Su afirmación no hilaba más allá de lo que a mí me pareció una intuición a voleo. Y sin embargo, creo que tiene razón. Se escribe mejor. Tampoco aclaraba Baricco en qué ámbito lingüístico se escribe mejor. Pero en el español, trátese de aquí o de allá, es rigurosamente cierto. Y otra cosa. Independientemente de que se lea más o menos (que es evidente que se lee más, otra cosa son los que no leen nunca y que no hay ni habrá campañas institucionales de invitación a la lectura que pueda con ellos), yo también creo que se lee mejor. Y se decodifica mejor. Y esa mejoría la da esa saludable promiscuidad en que cohabitan ofertas estético-narrativas de distinto cuando no antagónico tenor. Evidentemente en esta dinámica de excelencia literaria, tanto en la emisión como en la recepción, no es ajena la profusión industrial. Ni la proliferación de bibliotecas públicas, ni los clubes de lectura. Ni el consumo cultural (a rebufo a veces del consumismo general) al que se suman nuevas capas de la sociedad. Pues bien, este es el paisaje en que me gustaría enmarcar a los autores a los que sería bueno que el lector no dejara de leer. Algunos de ellos son novelistas y autores de cuentos de reconocido prestigio. Otros se incorporan con una breve pero sólida validez estética. Todos ellos conforman casi simultáneamente un tejido amplísimo de propuestas. Y a todos ellos, los espera el lector de ahora mismo, un lector sin prejuicios, ávido de historias de nuestro tiempo, pero también de sutileza, degustador de estrategias sofisticadas y dispuesto a participar en esta gran fiesta del intelecto y la sensibilidad que siempre es y será la ficción de buena ley.
En el panorama español, en primer término tres nombres se imponen con meridiana claridad: Rafael Chirbes, Javier Marías y Luis Mateo Díez. Tres clásicos contemporáneos que con sus respectivas obras: Crematorio (Anagrama); Veneno y sombra y adiós, último volumen de la trilogía Tu rostro mañana (Alfaguara), y La gloria de los niños (Alfaguara), han vuelto a dar una lección de coherencia narrativa desde la conciencia de sus estilos irrenunciables y la exigencia de rigurosa historicidad y universalidad. El Premio Nadal de este año se ha saldado con la novela que se esperaba de Francisco Casavella, Lo que sé de los vampiros (Destino). Una novela de ideas disimulada detrás de una tupida red de peripecias que nunca dejan de ser las peripecias de la lucidez en tiempos difíciles. También en su línea de no transigir con las soluciones fáciles, ni caer en los tópicos habituales en una novela sobre la Guerra Civil española, vuelve Ignacio Martínez de Pisón con Dientes de leche (Seix Barral), una historia de gran eficacia emocional y claridad compositiva. Clara Sánchez ha escrito una novela impecable: Presentimientos (Alfaguara), invención y juego compositivo al servicio de una historia sugerente. David Trueba ha dado un paso de gigante respecto a Cuatro amigosSaber perder, una extensa novela que no pierde nunca interés y que juega con los recursos más genuinos de la novela a la hora de enfrentarse a los tiempos actuales.
Voy a citar ahora un puñado de novelas que obedecen a poéticas narrativas muy diferentes. Algunos de ellos se estrenan como novelistas, otros confirman la alta calidad literaria que prefiguraron en libros anteriores: La trama de los desórdenes (Bruguera), de Francisco Solano; Derrumbe (Seix Barral), de Ricardo Menéndez Salmón; Nocilla Experience (Alfaguara), de Agustín Fernández Mallo; Cultivos (Mondadori), de Julián Rodríguez; Campo de amapolas blancas (Tusquets), de Gonzalo Hidalgo Bayal; Naturaleza infiel (RBA), de Cristina Grande, y Si vuelves te contaré el secreto (Caballo de Troya), de Mónica Gutiérrez Sancho.
Aquí tenemos ese reservado y conmovido "realismo limpio", que se adjudicó a John Berger, de Julián Rodríguez; el experimentalismo argumentado en la vida y en la ficción transgresora de Fernández Mallo; los dos ejercicios irónicos y sentidos de fabuladas autobiografías con que se aproximan al meollo de la memoria Hidalgo Bayal y Grande (sugiero la lectura de su libro de cuentos Dirección noche, Xordica, 2006); la representación del mal más insoportable y la escritura que lo hace imprescindible como artefacto de ficción de Menéndez Salmón (sugiero la lectura de su libro de cuentos Gritar, Lengua de Trapo, 2007); la grata sorpresa formal y arriesgada de Gutiérrez Sancho y el Giorgio Manganelli y Cortázar que Solano digiere y nos lo devuelve con su criterio de los homenajes literarios con sentido humano.

De las novelas latinoamericanas, citemos en primer lugar la edición póstuma de La Grande (El Aleph), del escritor argentino fallecido en 2005 Juan José Saer. Del linaje de los Piglia y Aira, Saer es uno de los nombres mayores de la literatura argentina contemporánea. Inacabada, La Grande refleja meridianamente el arte compositivo y la filosofía estilística de Saer. Muy buena impresión deja Bosque quemado (Mondadori), del chileno Roberto Brodsky, que junto al argentino Martín Kohan (ganador del Premio Herralde de narrativa, con Ciencias morales, Anagrama) encuentran el lugar exacto en su búsqueda de unir reflexión política crítica y el método preciso de ficcionalización. El mexicano Elmer Mendoza da una lección en Balas de plata (Tusquets) de impostación de una voz narradora neutra en una novela negra sin concesiones estilísticas. El boliviano Edmundo Paz Soldán deja una grata impresión con Palacio quemado (Alfaguara), una reflexión desde el vientre mismo del poder político. Y termino con Help a él (Periférica), del argentino Fogwill, volumen que reúne dos novelas cortas que hacen honor a la mejor tradición del género con una sabiduría estilística imposible de ignorar; y con La última hora del último día (RBA), del mexicano radicado actualmente en Barcelona Jordi Soler, un cruce de historias del exilio de republicanos españoles en su mejor y más conmovedora versión de escritura y simulación narrativa. Y una última debilidad: La muerte lenta de Luciana B (Destino), del matemático y novelista argentino Guillermo Martínez. La tensión de un enigma humano antes que policiaco, y la arquitectura rigurosa de la invención.

Apunto cuatro cuentistas, entre españoles y latinoamericanos: Temporada de huracanes (MenosCuarto), de Gonzalo Calcedo Juanes; Sólo de lo perdido (Destino), de Carlos Castán; Pétalos y otras historias incómodas (Anagrama), de la mexicana Guadalupe Nettel, y Los amantes de Todos los Santos (Alfaguara), del colombiano Juan Gabriel Vásquez. Cuatro maneras de entender el arte del cuento y de plasmar en ellos las vicisitudes de esas criaturas humanas que somos y que a veces merecemos, muy a pesar nuestro, que nos retraten o nos reinventen con la delicadeza de trazo narrativo, temperatura imaginativa e inspiración poética con que lo hacen estos autores citados. Y, ya que estamos, no olvidemos la sentencia de Henry Fielding: "Sólo se puede conocer a los hombres a través de los libros". -


REVISTA WOMAN:



Si vuelves... En la EXPO 2008

La Asociación de Autores Aragoneses está realizando un ciclo de actuaciones en el Pabellón de Zaragoza de la Expo, bajo el título "A viva voz", con pequeñas representaciones de media hora aproximadamente de poetas, escritores, dramaturgos y ensayistas. Un extracto de "Si vuelves..." ha sido seleccionado para ser interpretado en dicho espectáculo el día 15 de Julio a las 18:00 horas.

MARTES 15 ( 18:00 HORAS ) NARRATRICES 
- Soledad Puértolas
- Cristina Grande
- Ángela Labordeta
- Eva Puyo
- María Luisa Frisa
- Carmen Santos
- Patricia Esteban
- Mónica Gutiérrez Sancho


- Aloma Rodríguez