sábado, abril 29, 2006

Ophélie


Ophélie
I
Sur l'onde calme et noire où dorment les étoiles
La blanche Ophélia flotte comme un grand lys,
Flotte très lentement, couchée en ses longs voiles ...
- On entend dans les bois lointains des hallalis.

Voici plus de mille ans que la triste Ophélie
Passe, fantôme blanc, sur le long fleuve noir;
Voici plus de mille ans que sa douce folie
Murmure sa romance à la brise du soir.

Le vent baise ses seins et déploie en corolle
Ses grands voiles bercés mollement par les eaux;
Les saules frissonnants pleurent sur son épaule,
Sur son grand front rêveur s'inclinent les roseaux.

Les nénuphars froissés soupirent autour d'elle;
Elle éveille parfois, dans un aune qui dort,
Quelque nid, d'où s'échappe un petit frisson d'aile:
- Un chant mystérieux tombe des astres d'or.


II
O pâle Ophélia! belle comme la neige!
Oui, tu mourus, enfant, par un fleuve emporté!
- C'est que les vents tombant des grands monts de Norwège
T'avaient parlé tout bas de l'âpre liberté;

C'est qu'un souffle, tordant ta grande chevelure,
A ton esprit rêveur portait d'étranges bruits;
Que ton coeur écoutait le chant de la Nature
Dans les plaintes de l'arbre et les soupirs des nuits;

C'est que la voix des mers folles, immense râle,
Brisait ton sein d'enfant, trop humain et trop doux;
C'est qu'un matin d'avril, un beau cavalier pâle,
Un pauvre fou, s'assit muet à tes genoux!

Ciel! Amour! Liberté! Quel rêve, ô pauvre Folle!
Tu te fondais à lui comme une neige au feu:
Tes grandes visions étranglaient ta parole
- Et l'Infini terrible effara ton oeil bleu!

III
- Et le Poète dit qu'aux rayons des étoiles
Tu viens chercher, la nuit, les fleurs que tu cueillis,
Et qu'il a vu sur l'eau, couchée en ses longs voiles,
La blanche Ophélia flotter, comme un grand lys.


OFELIA
I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.

Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.

El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.

Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.

II
¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.

Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza –son de árboles y noches.

Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco miserioso, a tus pies se sentó.

Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
–Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.

III
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste ,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.

Arthur Rimbaud (1854 - 1891), Poésies (1895), Ophélie (1870).

martes, abril 18, 2006

Cuatro casas en tres lugares


Hace tiempo descubrí que no podía vivir en un lugar que no me gustara. No me refiero a una casa, si no a una ciudad, pueblo... Lo descubrí a través de pequeñas pistas, como que el color de mi pelo se volvía transparente, mi voz sonaba más lenta y las calles de alrededor me miraban con aire circunspecto y despectivo.
Pero era un momento en el que aunque te das cuenta de según que cosas, no puedes hacer mucho por cambiarlas. Todavía no. Seguí con la pantomima que me tocaba representar y cuando las circunstancias lo permitieron, maleta en ristre me marché de aquella ciudad.


Cinco años y cuatro casas más tarde, estoy en el punto de inicio. No sé por cuanto tiempo. No he encontrado aún mi lugar y no pienso cejar en el empeño de encontrarlo, aunque tenga que dar la vuelta al mundo o ponerlo del revés y que éste caiga a mis pies para poder quedarme allí sentada.
Pero ya tengo ‘lugares’, mis pequeños tesoros que guardo como cuando era cría mis cromos en una caja que abría y miraba de vez en cuando.


Uno es una pequeña cala que sólo los privilegiados que viven en Mallorca o la conocen a fondo saben donde se encuentra. Cuando pisé sus piedras enormes y redondeadas y me mojé, casi sin querer, los pies con el agua que llega hasta ellas en pleno febrero, supe que me iría a vivir cerca de ese lugar, sin más, sólo porque esas piedras, esa montaña y ese montón de litros de agua me obligaban a hacerlo. Y fui. Esa cala es la que me ayudó a comenzar mi verdadera vida.

Otro de mis lugares es el que he visitado estos días. Hacía siete años que no iba. Es un sitio con el que me une un fuerte vínculo y por otro lado no me vincula nada de nada. Lo más curioso es que me enredé con él de tal manera que ahora mis raíces, sin posibilidad de hacer nada, se han enganchado por entre su suelo, sus olivos y las cuatro piedras que le quedan al castillo que lo preside.
He hecho balance y es el único lugar del mundo del que sólo guardo buenos recuerdos. Nunca he llorado, no me he sentido triste. Siempre he reído, he bebido hasta perder el sentido y he caminado y hablado tanto que he perdido la noción del tiempo mil y una veces y he vuelto a recuperarla para poder sentarme en un banco verde a comer pipas y verlas pasar, o frente a un hogar y llenarme de olor a humo.
Es mi lugar de los recuerdos dulces. Sí, suena cursi. ¿Pero acaso es fácil encontrar un sitio que no se pudra con el paso de los años, con el transcurso de la vida, con la facilidad que tenemos para estropear siempre todo?

jueves, abril 06, 2006

Sueños lúcidos


Maletas, billetes de metro, algún ticket de compra con la palabra Roma impresa en negro o azul añil. Risas, sol, unas cuantas fotografías, paranoias varias inevitables e incluso diría que previsibles. Pero es curioso, lo que más he traído en este viaje han sido sueños.

Tengo los bolsillos llenos de noches de historias vividas con una intensidad tan fuerte o incluso más que lo acontecido durante el día. Sueños extraños y sobre todo como denominaría A. Jodorowsky sueños lúcidos, en los que yo era en todo momento consciente de que lo que sentía, lo que sufría, no era más que una experiencia onírica. A pesar de los olores, los lugares, las épocas remotas y lejanas a las que me transportaba, quién sabe quién o qué, a pesar de la realidad surrealista que me rodeaba, sabía que yo estaba allí, pero soñando. O no.

Durante esos sueños, me han confesado secretos inenarrables personas que hace años que no veo y en las que ni siquiera he vuelto a pensar desde entonces. He visto llorar a gente que no creí capaz de hacerlo, he reído con enemigos y he volado con antiguos amigos a lugares horribles.
Estoy de vuelta, aunque no tengo muy claro si todavía dormida.

Un beso para los despiertos, otros para los que me acompañaron estas noches, algunos de ellos caminan por aquí...

Mónica