domingo, julio 27, 2008

JAZZ VOYEUR CLUB



Cuando vivía en Mallorca, en concreto el tiempo que viví en Palma, y durante la intensa y dura gestación de: “Si vuelves…” encontraba pocos momentos de sosiego y calma. En alguna ocasión he comentado que se llevó algo de mí, en parte en el sentido literal (unos 8 kilos) y me dejó con las faldas que vestía de adolescente y una ansiedad perenne cada día que la escribía que no lograba calmar de ninguna manera. Olvidaba las horas de la comida, de la cena, la hora en que vivía. Si quedaba con gente o salía a la calle, estaba ausente, ida, hubo momentos en los que aunque parezca exagerado, pensé que perdería el norte, el sur donde nací y ni siquiera sabría reconocer el noreste de donde venía, donde estaba la tierra del cierzo que me vio crecer.

Había un lugar que desafiaba los analgésicos, o esas pastillas para dormir que siempre me negué a tomar y acumulaba como matriuscas en el cajón de las medicinas. Era un pequeño local de jazz auténtico, genuino, oscuro donde sólo olía a música. Entrar en él era respirar. Tan simple e importante como eso para mí. Buenas actuaciones, un ambiente calido, y un lugar estratégico entre las estrechas callejuelas de la zona de La Lonja eran su carta de presentación.
Recuerdo una noche después de un concierto en el que exhausta por la dura semana de trabajo que llevaba, pidiendo una copa en la barra junto al genial guitarrista que aún tenía la huella de las cuerdas en sus manos estuve a punto de decirle: Yo estoy intentando escribir lo que tú acabas de tocar. Me contuve, tampoco sé por qué, pero no le dije nada. Miré el entorno como hacía cada vez que iba y mimetizada, escudriñaba cada gesto, cada nota, si me apuran no me avergüenza decirlo cada conversación. Estaba dentro de mis propias letras y supongo que eso conllevaba la sensación de sosiego y paz, que en ningún otro lugar, ni momento lograba alcanzar.

Hace unos días alguien contactó conmigo, unos días después otra persona también lo hizo. Habían leído la novela y me contaban que les había gustado mucho, y les encantaría que en alguna visita a Mallorca pasara a visitar su club. José María Lafuente y Gerardo Cañellas han hecho de él algo mucho más grande, no en tamaño sino en su estructura interna, en su alma de jazz.
Jazz Voyeur Club
tiene otro hermano en BA, su propia emisora de radio, apoya otras artes y desde hace 5 años arrastra hasta mi isla unos brutales ciclos de conciertos de Jazz, en los que actúan gente de la talla de Diana Krall (5 de agosto) , Pedro Iturralde (23 de agosto) o Bebo y Chucho Valdes ( 25 de octubre).

Luego en el sofá sentada, pensé que era una de esas situaciones, de esas casualidades, de esa magia que sólo sucede en los libros. Aunque está demostrado y es evidente que la más bella ficción puede ser superada por la realidad.

martes, julio 22, 2008

IL CIELO IN UNA STANZA

Para los que sufrimos el calor del asfalto en espera de esas ansiadas vacaciones, viaje que parece no llegar nunca. Que dormimos con la maleta pegada a la almohada para que no se escape de nuestras garras, ese viaje que se aleja como los amantes anhelados en los sueños por calles interminables, y callejones sin salida.
Especialmente para los que tienen que aguantar el cierzo de media tarde, de la mañana y de la noche. Trabajar con traje en julio o en tirantes. Porque a pesar de no ser cantada por Gino Paoli, Batiatto como siempre nos sorprende. Porque no sé quién ha realizado este video con una de mis canciones favoritas y una de mis películas preferidas. Te lo encuentras de repente y dices: No sé si es brutalmente cursi o precioso, pero hace demasiado calor para no compartirlo y quedarnos todos con la sonrisa puesta
.





Y sobre todo para Marta, la nómada entre las nómadas, la música, y para Sir Alfred las imágenes, el hombre que más escalones sube a lo largo del día.

domingo, julio 06, 2008

Prensa: "Si vuelves te contaré el secreto"


Crítica en BABELIA " Si vuelves te contaré el secreto"


Si vuelves te contaré el secreto.

Mónica Gutiérrez Sancho
Caballo de Troya. Madrid, 2008
190 páginas. 12 euros
MÓNICA GUTIÉRREZ SANCHO nació en Sevilla en 1973 y vive en Zaragoza.
Sabemos que publicó una novela corta, El ombligo de las almas. Ahora que leí su segunda novela, Si vuelves te contaré el secreto, lamento no haber tenido acceso a su primer libro. Lo lamento (pero trataré de
subsanar la laguna) porque no puedo ahora mismo hacer ninguna valoración comparativa entre este libro y el anterior. No podré establecer un progreso o un retroceso de uno respecto al otro. Pero sí puedo afirmar que la segunda novela es un relato perfecto, una amalgama de escritura irreprochable y estructura original.

Si vuelves te contaré el secreto es una historia sobre los propósitos inalcanzables, no sobre los grandes propósitos, sino sobre asuntos tan
sencillos como trabajar en lo que te gusta, amar y ser amado por la persona que nos merezca y nos merezcamos. Un día unos anuncios avisan de que una empresa busca profesionales para trabajar en una sala de fiestas. Se busca pianista, cantante, portero de noche. Los clientes tendrán que atenerse a una regla muy estricta: a dicha sala sólo se puede acudir una sola vez. Repetir significaría entrar en contacto con un secreto en el que tal vez no convendría penetrar. La novela se divide en pequeños capítulos, precedidos por un menú musical compuesto por piezas capitales de la historia del jazz y en versiones antológicas. 


Todos los componentes protagonistas de la novela: la pianista Julia, la cantante Rita,
el portero Simón, Sara, la visitante que repite, todos viven en la calle de Praga. Y
todos ellos tienen un pasado que sólo conoce la empresa que los contrató. No sé
por qué esta hermosa novela me recuerda tanto a Señorita corazones solitarios, del
norteamericano Nathanael West. Una parecida mezcla de realidad y pesadilla. De
delicadeza y tragedia. J. Ernesto Ayala-Dip 







Suplemento de cultura: SABERESLa Opinión de A Coruña
23 de Febrero de 2008


DESEOS CUMPLIDOS

ANA VEGA


Si vuelves te contaré el secreto 
MÓNICA GUTIÉRREZ SANCHO 
Caballo de Troya Barcelona, 2008 190 páginas 


Un título tan sugerente como éste esconde tras sus páginas una bella
y desgarradora fábula, en la que hemos de enfrentarnos al peligro de los deseos que se cumplen y cómo lograr salir victoriosos, o sanos y salvos, al menos, del ansiado territorio —que todos consideramos virgen excepto en rostros y en vidas ajenas— de la felicidad. La cita inicial de Rainer María Rilke así lo advierte: “Qué tremenda desgracia nos aguarda para que hoy seamos tan felices”.

Un nuevo club abre sus puertas en una ciudad cualquiera, en una calle casi olvidada, pero con una extraña peculiaridad: se permite entrar a la sala tan sólo una vez. El club elige cuidadosamente a sus empleados, todos tienen algo en común: ésta es su última oportunidad de alcanzar su sueño. Una endiablada telaraña se oculta tras tanto misterio.

Mónica Gutiérrez Sancho elabora un relato a modo de pieza musical (cada capítulo viene precedido por una o más canciones e intérpretes determinados) con todo detalle; una melodía late bajo cada palabra desde el primer capítulo. Como confiesa ella misma en la introducción: “Hay gente a la que la persigue la buena suerte, / a otros, la mala; algunos parecen ser perseguidos por un color. / A esta historia desde la primera línea le persiguió la música”. La originalidad y la frescura con la que la autora escribe esta novela provoca la sorpresa constante del lector en cada página, con recursos narrativos del todo impredecibles y que consiguen atrapar su atención desde el principio hasta el final.
La naturalidad que vemos reflejada en sus palabras la delata como mujer amante de las historias, de las buenas historias.

La descripción es realista, neutral, cruda cuando ha de serlo: “Ella no quería ese beso, ni esa mano esquelética entrando por su falda, pero pensó que no había nacido con cara de señora y aceptó la delgada y recta boca de él”. Nos revela los secretos de cada personaje, sus sentimientos más ocultos, llevando a cabo un análisis brillante de los miedos, sueños y anhelos en los que todos podemos sentirnos identificados. Describe la “soledad de las mesas, de esas sillas aterrorizadas con los miembros del revés” y también la sensación que nos provoca la lluvia:
 “Esa noche llovía. El agua caía desde algún lugar muy alto, para poder correr y dispersarse por la calle como unos manifestantes perseguidos”.
Utiliza una ironía muy personal y certera: “No lo entiendo. Y me llamaba sirena; ahora me hace sentir como una vulgar raspa de pescado”. Para ello se sirve de un lenguaje coloquial, que provoca una cercanía inmediata: “Hay gente a la que le persiguen los colores, a otros la mala suerte, a mí las historias y a mi marido la ignorancia”.
Mónica Gutiérrez Sancho se muestra lúcida, sus personajes reconocen con rotundidad lo que sienten, aquello en lo que nos reconocemos también nosotros: “La de señales que puedes conocer del otro, de lo más íntimas, y la poca intimidad que otorga entre dos personas una simple noche de sexo”.
A veces, los dioses, dicen, castigan nuestras plegarias al concedernos nuestros deseos. No hallaremos aquí moraleja alguna ni instrucciones de uso, tan sólo recordarnos que “el destino no nos pone las cosas tan fáciles: las señales también hay que ganárselas…”




Por otro lado ayer me avisaron de este artículo donde aparece reseñada: "Si vuelves..." Estas pequeñas alegrías, que hacen el calor y el asfalto sea más llevadero.




GUILLERMO BUSUTIL: 

http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2008/03/si-vuelves-te-contar-el-secreto-mnica.html





J. ERNESTO AYALA-DIP
BABELIA 

24-05-2008



Señalaba Alessandro Baricco recientemente en La Vanguardia que hoy se escribe mejor. No aclaraba el autor italiano el calado de esa mejoría ni argumentaba su comentario. Su afirmación no hilaba más allá de lo que a mí me pareció una intuición a voleo. Y sin embargo, creo que tiene razón. Se escribe mejor. Tampoco aclaraba Baricco en qué ámbito lingüístico se escribe mejor. Pero en el español, trátese de aquí o de allá, es rigurosamente cierto. Y otra cosa. Independientemente de que se lea más o menos (que es evidente que se lee más, otra cosa son los que no leen nunca y que no hay ni habrá campañas institucionales de invitación a la lectura que pueda con ellos), yo también creo que se lee mejor. Y se decodifica mejor. Y esa mejoría la da esa saludable promiscuidad en que cohabitan ofertas estético-narrativas de distinto cuando no antagónico tenor. Evidentemente en esta dinámica de excelencia literaria, tanto en la emisión como en la recepción, no es ajena la profusión industrial. Ni la proliferación de bibliotecas públicas, ni los clubes de lectura. Ni el consumo cultural (a rebufo a veces del consumismo general) al que se suman nuevas capas de la sociedad. Pues bien, este es el paisaje en que me gustaría enmarcar a los autores a los que sería bueno que el lector no dejara de leer. Algunos de ellos son novelistas y autores de cuentos de reconocido prestigio. Otros se incorporan con una breve pero sólida validez estética. Todos ellos conforman casi simultáneamente un tejido amplísimo de propuestas. Y a todos ellos, los espera el lector de ahora mismo, un lector sin prejuicios, ávido de historias de nuestro tiempo, pero también de sutileza, degustador de estrategias sofisticadas y dispuesto a participar en esta gran fiesta del intelecto y la sensibilidad que siempre es y será la ficción de buena ley.
En el panorama español, en primer término tres nombres se imponen con meridiana claridad: Rafael Chirbes, Javier Marías y Luis Mateo Díez. Tres clásicos contemporáneos que con sus respectivas obras: Crematorio (Anagrama); Veneno y sombra y adiós, último volumen de la trilogía Tu rostro mañana (Alfaguara), y La gloria de los niños (Alfaguara), han vuelto a dar una lección de coherencia narrativa desde la conciencia de sus estilos irrenunciables y la exigencia de rigurosa historicidad y universalidad. El Premio Nadal de este año se ha saldado con la novela que se esperaba de Francisco Casavella, Lo que sé de los vampiros (Destino). Una novela de ideas disimulada detrás de una tupida red de peripecias que nunca dejan de ser las peripecias de la lucidez en tiempos difíciles. También en su línea de no transigir con las soluciones fáciles, ni caer en los tópicos habituales en una novela sobre la Guerra Civil española, vuelve Ignacio Martínez de Pisón con Dientes de leche (Seix Barral), una historia de gran eficacia emocional y claridad compositiva. Clara Sánchez ha escrito una novela impecable: Presentimientos (Alfaguara), invención y juego compositivo al servicio de una historia sugerente. David Trueba ha dado un paso de gigante respecto a Cuatro amigosSaber perder, una extensa novela que no pierde nunca interés y que juega con los recursos más genuinos de la novela a la hora de enfrentarse a los tiempos actuales.
Voy a citar ahora un puñado de novelas que obedecen a poéticas narrativas muy diferentes. Algunos de ellos se estrenan como novelistas, otros confirman la alta calidad literaria que prefiguraron en libros anteriores: La trama de los desórdenes (Bruguera), de Francisco Solano; Derrumbe (Seix Barral), de Ricardo Menéndez Salmón; Nocilla Experience (Alfaguara), de Agustín Fernández Mallo; Cultivos (Mondadori), de Julián Rodríguez; Campo de amapolas blancas (Tusquets), de Gonzalo Hidalgo Bayal; Naturaleza infiel (RBA), de Cristina Grande, y Si vuelves te contaré el secreto (Caballo de Troya), de Mónica Gutiérrez Sancho.
Aquí tenemos ese reservado y conmovido "realismo limpio", que se adjudicó a John Berger, de Julián Rodríguez; el experimentalismo argumentado en la vida y en la ficción transgresora de Fernández Mallo; los dos ejercicios irónicos y sentidos de fabuladas autobiografías con que se aproximan al meollo de la memoria Hidalgo Bayal y Grande (sugiero la lectura de su libro de cuentos Dirección noche, Xordica, 2006); la representación del mal más insoportable y la escritura que lo hace imprescindible como artefacto de ficción de Menéndez Salmón (sugiero la lectura de su libro de cuentos Gritar, Lengua de Trapo, 2007); la grata sorpresa formal y arriesgada de Gutiérrez Sancho y el Giorgio Manganelli y Cortázar que Solano digiere y nos lo devuelve con su criterio de los homenajes literarios con sentido humano.

De las novelas latinoamericanas, citemos en primer lugar la edición póstuma de La Grande (El Aleph), del escritor argentino fallecido en 2005 Juan José Saer. Del linaje de los Piglia y Aira, Saer es uno de los nombres mayores de la literatura argentina contemporánea. Inacabada, La Grande refleja meridianamente el arte compositivo y la filosofía estilística de Saer. Muy buena impresión deja Bosque quemado (Mondadori), del chileno Roberto Brodsky, que junto al argentino Martín Kohan (ganador del Premio Herralde de narrativa, con Ciencias morales, Anagrama) encuentran el lugar exacto en su búsqueda de unir reflexión política crítica y el método preciso de ficcionalización. El mexicano Elmer Mendoza da una lección en Balas de plata (Tusquets) de impostación de una voz narradora neutra en una novela negra sin concesiones estilísticas. El boliviano Edmundo Paz Soldán deja una grata impresión con Palacio quemado (Alfaguara), una reflexión desde el vientre mismo del poder político. Y termino con Help a él (Periférica), del argentino Fogwill, volumen que reúne dos novelas cortas que hacen honor a la mejor tradición del género con una sabiduría estilística imposible de ignorar; y con La última hora del último día (RBA), del mexicano radicado actualmente en Barcelona Jordi Soler, un cruce de historias del exilio de republicanos españoles en su mejor y más conmovedora versión de escritura y simulación narrativa. Y una última debilidad: La muerte lenta de Luciana B (Destino), del matemático y novelista argentino Guillermo Martínez. La tensión de un enigma humano antes que policiaco, y la arquitectura rigurosa de la invención.

Apunto cuatro cuentistas, entre españoles y latinoamericanos: Temporada de huracanes (MenosCuarto), de Gonzalo Calcedo Juanes; Sólo de lo perdido (Destino), de Carlos Castán; Pétalos y otras historias incómodas (Anagrama), de la mexicana Guadalupe Nettel, y Los amantes de Todos los Santos (Alfaguara), del colombiano Juan Gabriel Vásquez. Cuatro maneras de entender el arte del cuento y de plasmar en ellos las vicisitudes de esas criaturas humanas que somos y que a veces merecemos, muy a pesar nuestro, que nos retraten o nos reinventen con la delicadeza de trazo narrativo, temperatura imaginativa e inspiración poética con que lo hacen estos autores citados. Y, ya que estamos, no olvidemos la sentencia de Henry Fielding: "Sólo se puede conocer a los hombres a través de los libros". -


REVISTA WOMAN:



Si vuelves... En la EXPO 2008

La Asociación de Autores Aragoneses está realizando un ciclo de actuaciones en el Pabellón de Zaragoza de la Expo, bajo el título "A viva voz", con pequeñas representaciones de media hora aproximadamente de poetas, escritores, dramaturgos y ensayistas. Un extracto de "Si vuelves..." ha sido seleccionado para ser interpretado en dicho espectáculo el día 15 de Julio a las 18:00 horas.

MARTES 15 ( 18:00 HORAS ) NARRATRICES 
- Soledad Puértolas
- Cristina Grande
- Ángela Labordeta
- Eva Puyo
- María Luisa Frisa
- Carmen Santos
- Patricia Esteban
- Mónica Gutiérrez Sancho


- Aloma Rodríguez