martes, abril 29, 2008

ENTRE TANGOS Y BOLEROS

Nadaba entre tangos y boleros. Como otros nadan entre dos aguas. O dudan entre café o cerveza. Navegaba sin barco, ni madera, entre letras que le hablaban de amor perdido, de amor deseado, de amor que llega, de amor que ni siquiera supo que tuvo, de amor que dejó marchar y no retuvo, de amor que duele, que no mata, que destroza...
No supo a ciencia cierta cómo y cuando ocurrió. Pero como si de un proceso de extraña metamorfosis se tratara cada día estaba más atrapado. Cada día un poco más dentro. Menos fuera. Más cerca. Hasta sólo llegar a sentir el contrapunteo, el son lento y romántico de las lagrimas del bolero. El paso rápido, fuerte y apasionado del Tango. Y se quedó ahí entre tangos y boleros. Como otros se quedan entre el cielo y la tierra. Entre la tierra y el suelo. Entre el suelo y la nada. Él se transformó en bolero. En letra de amantes. En música de amores prohibidos, inconfesables. Pronto se dio cuenta que aquello le permitía hacer todo aquello que antes sólo le hacía lamentarse, llorar, canturrear…


Ahora es bolero y acompaña las noches de amantes solitarios que en cualquier momento dirigen la mano al interruptor de su mesilla y él más rápido en reflejos que las sombras de los gatos, se anticipa y se prepara para meterse de lleno en el estómago del durmiente que entre la resignación y la esperanza apaga la luz, y él como cada noche le recuerda: Voy a apagar la luz para pensar en ti y así dejar volar a mi imaginación. Ahí donde todo lo puedo donde no hay imposibles, que importa vivir de ilusiones si así soy féliz.
Y encendiendo un cigarrillo, la habitación queda a oscuras sólo iluminada por el son, el ritmo acompasado de sus pies y el círculo naranja sobre sus labios secos.

Camina de la mano de gente que vuelve, con el miedo de la vuelta a lo que tuvo y sabe que nunca más podrá ser lo mismo. Que ya no existe. Por más que las calles que recorre sean parecidas, ya no son las de antes. Y aterrado el viajero se detiene y duda. Y es cuando le ayuda en su retorno aunque sea una vuelta no deseada, y le acompaña y le recuerda que siempre se vuelve al primer amor, la quieta calle, que en el eco dijo: Tuya es su vida, tuyo es su querer", bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver.

Aunque tú ni te des cuenta, él lo sabe, el conoce su secreto, que le carcome por dentro. Que ese que es tu amigo, que te llora entre risas, que te mira sin prisa y no se quiere, ni puede marchar. Ese amigo ya no sabe con qué inocente excusa pasar por tu casa. Y le empuja contra tu puerta para que te lo diga, para que te lo explique, para que te lo cuente, para que no se lo calle más.
¿Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo?
¿Es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?
Ya no puedo acercarme a tu boca sin deseártela de una manera loca
necesito controlar tu vida saber quien te besa y quien te abriga.
Otras le toca ser compañero de fatigas de amantes desesperados que ya ni siquieran tienen nada que decir. Que todo se dijo ya. Que todo termino. Pero que necesitan seguir hablando, seguir gritando lo que llevan dentro. Él lo sabe, lo entiende mejor que nadie y les deja hablar, como un cura que no sana, que pero lame las heridas de las viejas beatas en las Iglesias tarde tras tarde, luna tras día.
¡Qué gran error volverte a ver para llevarme destrozado el corazón!
Son mil fantasmas, al volver burlándose de mí, las horas de ese muerto ayer...
Y ahora que estoy frente a ti parecemos, ya ves, dos extraños...
Lección que por fin aprendí: ¡Cómo cambian las cosas los años!
Angustia de saber muertas ya la ilusión y la fe...
Perdón si me ves lagrimear... ¡Los recuerdos me han hecho mal!


Por las noches se emborracha en las tabernas y los bares, apoyado en las barras de madera, agotado de tanto amor, de tanta pasión, de tanto dolor. Pero allí se multiplica, porque es entre el alcohol, donde muchos de esos que parecen inocentes están marcados, perseguidos por la desesperación. Y le asaltan, le atrapan, le ensordecen... Pero él ya sólo se emborracha y bebe tragos largos y lentos para poder olvidar, para dejar atrás lo que vivió, para sentir sólo el son de la guitarra y el vaivén por el suelo de esos pasos que nunca dejarán de bailar. De bailar para él.
Quiero emborrachar mi corazón
para después poder brindar
por los fracasos del amor...





martes, abril 08, 2008

MARILYN MONROE


Entre los cientos de fotografías, posters de conciertos, algunos con el trozo de pintura de la pared donde había descansado pegado todavía en sus espaldas, postales que me enviaban en todos los viajes, fotos de juergas; siempre, por más que se acumularan Calamaro, The Doors, Los Ramones, siempre hubo un lugar para ella, para: Marilyn.

Desde niña me encantaba. Me parecía una mujer extremadamente triste a pesar de su eterna sonrisa. Luego algo más mayor y después de haber hojeado, más que leído, unas cuantas de esas biografías que le han dedicado, supe que se debía a no saber si era tan tonta como decían unos, o tan inteligente como afirmaban otros. La transformaron respaldados por el inevitable silencio del que no puede hablar para confirmar o negar los hechos, en una mujer fascinante. Al fin y al cabo así es como se gestan los mitos. Todo leyenda y poca realidad.
No soy mitómana. Nunca lo he sido. Aunque sí es cierto que con los años puedo decir que la adoro. No se muy bien por qué. No siempre se sabe todo.

Marilyn es la personificación de la sensualidad y sexualidad. Nadie ha irradiado tanta como ella. Nunca. Otras le ganaron en glamour, en elegancia, pero en sensualidad ninguna pudo con la rubia del vestido blanco, con ese aire que recorrió con descaro sus piernas levantando los pliegues de una falda de vuelo y no nos contó todo lo que vio esa noche.
Cuesta no imaginarla con Frank Sinatra entre partidas de póquer, gritos y noches de alcohol, lujuria y peleas. Eso no hace falta que lo cuenten los biógrafos. Yo la veo así, discutiendo con él. Y seguro que luego haciendo pucheros. Por qué no.
No habría sabido envejecer bien. Seguramente habría llevado mal el paso de la edad. Las modas no le habrían beneficiado. Los ochenta, con sus brillos y su estética hortera probablemente habrían destrozado su imagen. O no. Quizá era demasiado lista para eso y nos habría sorprendido a todos, como hizo siempre.


No sé si le obsesionaba
la locura de su madre, ese horrible temor a que fuera hereditaria y padecerla ella, lo que le llevaba a vivir en una atracción de feria continua, que no para de subir y bajar, aunque no pagues el viaje. Si era extremadamente sensible, o era esa mala mujer... Si padecía esas horribles jaquecas. Si era tan inestable y pesima actriz como cuentan entre bastidores, y sus escenas había que repetirlas cientos de veces.
Ni tan siquiera sé si es cierto eso de que odiaba las despedidas. Decir adios.
Si arañáramos, como arañaba yo en las paredes para arrancar ese poster
del concierto que acaba de escuchar, seguramente encontraríamos tras varias capas un poco de todo.
Yo con su permiso y el de ustedes me quedo con la genial actriz de: “Con faldas y a lo loco”. Con esa cría, Norma Jaen, que quiso dejar la pantomima de vida de cateta de pueblo que le había tocado en gracia y se plantó cara a sí misma, para reinventarse probablemente mejor de lo que lo ha hecho nunca nadie.

Me quedo con su sensibilidad para enamorar a alguien tan grande como Arthur Miller. Su erotismo para enganchar a Sinatra. Su sonrisa y su mirada, con ese aire de inocencia que nadie se creía, pero que a todos atrapaba. Y atrapa.
Me quedo con eso de ella, como me quedo con todo lo bueno de los tres años que cumple el blog esta noche, lo mejor, lo que me da la gana.
Pero hoy es ella la protagonista. Inimitable Marilyn.


Para Antón, y su particular colección de mujeres inolvidables.

miércoles, abril 02, 2008

El orfebre del desorden


De Óscar Jordán

Entrecerré los párpados esquivando la miopía que me impedía ver los verdes árboles, la masa gris de las carreteras, que a medianoche, parecían huir de la ciudad. Fue en mi habitación donde perdí la paciencia y lloré todos los ríos del mundo. Sólo era un excelente muchacho cargado de sueños de leones y de cabras que remontan la montaña. Harto de esto decidí ir más allá:
Comprendo que la claridad es sólo otro concepto, entiendo que nadie me entienda, pero hay cosas que significan lo mismo para unos y otros, cosas que vuelven el alma… ¿Humana?
A decir verdad siempre estuve orgulloso de no ser humano, no al menos en la misma medida que el resto, contento de que mi maldición me alejara de lo mundano y me convirtiera en un astuto alquimista, en un orfebre del desorden.
Me alimenté de palabras, tejí el ruido entre el hilo de plata vieja y diamantes negros, trasquilé la lana que protegía las sensaciones, llegué tarde a la fiesta de la felicidad. A cambio hubo agua en mis incendios y fascinación sobre mi persona.
“Barco sin agua no puede navegar” Es cierto, pero yo pinté sus alas.

Acudí a los más sabios con mis problemas, busqué la solución en el carbón. La poesía me quemaba, odiaba la rima, follaba con el verso libre y la perfección fue mi desecho, mi mierda. Obturados ya los objetivos, pasé a demostrar la rotura de los viejos conceptos, los pecados con dos sílabas, el placer que produce el deseo de morir.
Los cuentos indios, que desde siempre he amado, vinieron a significarme historias suicidas, kamikazes. Mis ojos valen más que mi cerebro. Mi carne es cálida y dura como la de las aves de corral. La tierra ama al viento, el viento quiere al mar, el mar sólo se asesta cabezazos contra muros de cielo. Plásticos y cristales discuten. Humos y llamas se alaban:
− Tú has sido el primero.
− Qué tontería.


Extracto del libro de relatos: “Hecatombe”, escrito entre los 15 y 19 años.

Un día le acercaré al abismo. Con la confianza que otorgan los años, sé que se acercará a él. Le empujaré para que así caiga y choque contra sí mismo. Y se enfrente con ese escritor que nació a la vez que él y dejó abandonado en algún lugar de tanto caminar en círculo...