jueves, febrero 23, 2006


Fuencarral, vino, Malasaña, metro, gente, velocidad, semáforos,risas, tapas, lluvia, frío, música, ruidos, coches y más gente.

Ya estoy de vuelta después de unos días. Como siempre que viajo o hago algo diferente, el pelo vuelve a tener una largura distinta. No sé si a alguien más le pasará. Mi pelo varía de forma, color y sobre todo largura a su antojo, aunque dentro de su vida paralela y su peculiar anarquía, sigue unas pautas fijas, siempre crece, de momento no ha menguado o al menos nadie lo ha notado, ni siquiera yo misma.

Ahora situada de nuevo en punto muerto, miro en todas las direcciones y busco desesperada el olor y el color bestial del mar, del mío, del Mediterráneo, hasta aquí tampoco llega, no todavía. Pero a mí me da igual, yo inspiro fuerte y me entra una pizca de sal que me hace estornudar, señal inequívoca de que está cerca.