Cada día amo más a los perros, esos superhéroes bajitos con abrigo. Hace diez años que uno de ellos me salvó la vida: Jazz, una
cocker tricolor de cejas pelirrojas, con
las que me mira entre la cara de póquer y la dulzura más extrema, que ahora ronca bajo el escritorio. No voló entre rascacielos. Ni lleva capa. Solo lleva un abrigo lleno de pelos que va soltando por todas partes. Porque son superhéroes más lentos y
sutiles, no por ello con menos mérito o poderes. Lo suyo es una labor de salvación constante.
Tienen la capacidad de encender un motorcito en nuestro
interior que se activa cuando convives con ellos y te obliga a ser mejor. O al menos intentar parecerte a lo que reflejan sus ojos que ven cuando te miran. Si un
perro te elige para ser salvado, no hay vuelta atrás. Se convierte en un pacto
entre caballeros en el instante que sus pelos recorren tu casa y tus días. El pacto
más noble y fácil de cumplir con los que tendrás que lidiar.
No siempre apetece escuchar lo que cuentan por alrededor,
pero por esa magia y poder innato que solo ellos tienen, encontrarás los
suficientes arrestos para coger el muñeco chupado, casi sin
relleno, la pelota con infinitas marcas de dientes alrededor y lanzársela. Tirarte
al suelo y luchar. Gritar, hacerte croqueta, empanadillas y reírte. Mucho.
Despeinarte. Llenarte de más pelos. Pelos que ya han pasado a ser la valiosa insignia
de lo que hay entre los dos.
“Deberían hablar”. He escuchado infinidad de veces. ¡No por
favor! La mirada de un perro tiene una fuerza, una bondad y una pureza que no
pueden hallarse por rebuscados y estúpidos términos con los que nos expresemos
nosotros. Nunca.
Ellos, los dueños de la entrada al Paraíso. Esa puerta a la
que llegas deseando contar las maravillas del día, lanzarte sobre los brazos de
ese amante que, de momento, permanece detrás de la madera, desparramarte en el
sofá, olvidar que existes... Él siempre
va a estar ahí. Pendiente del giro de la llave, de que las luces den paso al mejor
de los amigos, el más guapo de los seres entre los seres, para dar comienzo a una febril exhibición de claqué. Solo para ti. Un espectáculo que nada tiene que
envidiar en pasión y constancia al número principal del Cotton Club.
Hasta que tu perro no se siente espalda con espalda contigo,
no sabrás qué significa el apoyo incondicional. El amor más fiel. La amistad
más surrealista y verdadera. No siempre entiendo por qué han decidido salvarnos. Solo ellos tienen la respuesta. Ellos son los
héroes.
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