lunes, agosto 06, 2007

Pepe Espada



                                                                           

Pepe Espada decía que era un pez. Si alguien le preguntaba el porqué de su aspecto humano le contestaba que era un error genético, pero que él era un pez de agua salada y volvería a aspecto natural. ¿Es qué nunca habían leído a Kafka y el proceso de una metamorfosis? Tenía la piel tan arrugada y áspera que era imposible saber cuántos lustros la vestían. Aunque él siempre iba en bañador. Tipo turbo y azul. Y porque ya le habían puesto demasiadas multas por ir desnudo. 
Su casa se encontraba entre las rocas, era de color azul añil como sus diminutos ojos. La casa olía a mar, ese olor que sólo sientes cuando metes las narices en alta mar, olor a sal, miles de seres vivos y agua. Las paredes estaban forradas con papel de burbujas el que se emplea para proteger las cosas para que no se rompan cuando las mandas por correos. Se enfadaba mucho cuando alguna visita se apoyaba en las paredes y tic tic las iba reventando con el dedo.
«Son mis burbujas, mi aire, lo más parecido a mi verdadero hogar debajo del agua».

- ¿Dónde están tus escamas Pepe Espada, dónde están? 
Le cantaban los niños cuando se metía en el agua día tras día, año tras año con una especie de aletas en los pies de fabricación casera. Él los ignoraba y continuaba con sus ejercicios respiratorios antes de meterse en su adorado mar. 
Ese día de agosto la playa estaba llena de gente, a él no le importó, se sumergió como siempre y unas horas después lo arrastró hasta la orilla un aturdido bañista.
¡Abran paso, este hombre se ha ahogado! Estaba ahí, hundido como una piedra...

Pepe Espada abrió de los ojos de golpe y comenzó a sufrir tales espasmos que no podían  sujetarle entre siete hombres. Cuando llegó la ambulancia tenía el rostro amoratado y sólo sufría unas débiles convulsiones.

Doctor, traemos a un hombre que se ha ahogado en el mar.

Y aunque lo intentaron no pudieron reanimar a Pepe Espada. 

No me lo explico. Este hombre ha muerto con los pulmones encharcados de oxígeno dijo el médico sin apartar la mirada del cuerpo sin vida de Pepe Espada. Del reducido bañador turquesa, de las aletas de goma caseras, de un brote de alga enano que parecía brotarle del hombro, de un par de peces diminutos que llevaba adheridos en el brazo y que tampoco respiraban.


Relato recuperado del trastero de los cuentos. (Agosto 1996)
*Imagen de Zé Peixe
Porque la realidad siempre supera a la ficción. En las costas de Brasil vivió un auténtico Pepe Espada: Pepe Pez.

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