domingo, julio 18, 2010
DESDE BARCELONA
Sé que resulta algo surrealista poner un post de despedida veraniega, teniendo en cuenta que no he escrito nada. Será que con el tiempo empiezo a guardar tantas manías como objetos inservibles.
Así que aquí va una de "micros". Esos pequeños golpes de letras que me persiguen a todas horas. A veces sin demasiado sentido, otras sin ninguno.
Echarte
Añorarte, desear que vuelvas, que llegues, si ni siquiera estuviste aún aquí, esperarte. Qué tontería es esa de: "te echo de menos", a ti te echo siempre de más. Tanto como arroz sólo teñido de amarillo en una paella de chiringuito de playa.
La rubia platino
Él coloca bien el ala del sombrero. Apura un cigarrillo sin soltar ni un segundo la mano marmórea de su rubia platino.
Ella espera sentada en una silla.
Ese platino deja de brillar dando paso a las raíces quebradizas de un castaño caduco.
Un día el viento le arranca a él su absurdo sombrero. Corre a buscarlo. No deja de hacerlo por encima, los lados, por todas partes. Aturdido de ver la silla vacía.
Me voy como siempre al mar, que no a la playa. Y espero que seáis muy malos, para ser buenos es para lo único que sobra el tiempo.
jueves, marzo 11, 2010
TRAS LAS HUELLAS DE TOURNEUR Reseña de la novela: "AMERIKA" de Lorenzo Luengo

Lorenzo Luengo resultó ganador del XIV Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, con su obra: “Amerika”. Nacido en Madrid, Lorenzo es un ciudadano del mundo y de todos los que recorre con sus letras.
La obra se divide en dos partes: “Amerika o las confesiones de un muerto viviente”. Precedida por un Prólogo, y un artículo periodístico: ¿Qué fue de Baby Jane?
Y una segunda parte: “La construcción de Amerika”. Para finalizar: ¿Qué fue de Baby Jane? (y II).
La trama comienza por sumergirnos en el mundo de Leonardo Rilke, millonario extravagante, que contrata a un escritor abandonado por las musas y la suerte. Y a un peculiar grupo de personajes especializados en el cine de los años 50 con la surrealista pretensión de rodar: “Otro invierno en América”, película que Tourneur no llegó a realizar, con los mismos medios y la misma actriz de antaño. Esto es sólo el principio de una trama trabajada, con una estructura claramente estudiada como la más complicada de las pirámides. ¿Quién se atreve a jugar? El autor no es un escritor conformista y busca un lector que tampoco lo sea.
Gran parte de la magia de la obra, radica en que el autor ha vivido en “Amerika” desde el primer momento, y probablemente aún continúe haciendo alguna visita. Es algo que se palpa entre las páginas que transcurren, entre geniales descripciones tanto de los personajes como de la atmósfera conseguida. Un estilo elegante, cuidado, aderezado de una asombrosa imaginación.
Podría ser considerada como una novela de ciencia ficción, o un homenaje al cine, en concreto de Serie B, pero sería para una obra de esta categoría demasiado limitado.
No debemos pasar por alto un detalle, que nace desde la primera frase del libro, en el mismo Prólogo paseándose durante toda la obra. El autor nos está arrastrando sin remedio, sin que tan apenas nos demos cuenta, mucho más atrás en el tiempo. Leonardo Rilke, y su obsesión por esas películas en las que no tenían ni tan siquiera presupuesto para repetir las tomas, no chocará contra molinos de viento en algún lugar seco y árido de la Mancha, pero sí lo hará contra muchos malandrines que se cruzarán por su mente enferma. La locura de un caballero andante en pleno asfalto.
“Amerika” sigue una estructura tan clásica como innovadora, por la particular visión y estilo de Lorenzo Luengo, de la maravillosa obra y nuestro escritor por excelencia: Cervantes y su ajado caballero andante Alonso Quijano.
Como buen caballero andante que se precie, no nos defraudarán las aventuras, las novelas dentro de la novela, y las sorpresas.
Hay que agradecerle que haya decidido realizar una obra que es un regalo para la literatura española. Literatura íntegramente nuestra. Transcurra la trama en Amerika, en Barataria, esa promesa soñada por Sancho, o en este caso en la ínsula que es la imaginación de Lorenzo Luengo.
Mónica Gutiérrez Sancho
jueves, septiembre 10, 2009
IWASAKI en la CIUDAD DEL CIERZO

Acompañan al autor la escritora Patricia Esteban Erlés y el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor.
Espero tener el placer de por fin poder saludar a Fernando en persona.
No os lo perdáis, os lo recomiendo.
Un abrazo a todos. (Ya estamos de vuelta).
sábado, julio 11, 2009
CANTOS DE SIRENAS

El olor era nauseabundo. Era una mezcla entre pescado, sal, arena, y un hedor causado seguramente por las algas más muertas que vivas, por mucho que intentaran moverse, que llevaba pegadas en un costado.
− Sé que apesto. No hace falta que sigas hablando conmigo disimulando. Tienes el rostro desencajado.
Negué con la cabeza, al tiempo que la giré para que no viera que me sobrevenía una arcada.
− No sé quién comenzó, siguió y continuó inventando esas absurdas leyendas, historias pueriles sobre nosotras las sirenas de los mares y océanos, o cómo os de la gana llamarnos. Como si fuéramos princesas de plástico. Diosas del sexo y amor con las que jugar en vuestras fantasías nocturnas y sueños adolescentes.
− Toda leyenda siempre suele tomar un cariz absurdo con el tiempo – le dije yo, por decir algo.
− Ya.
Era casi de noche, pero se podía ver a la perfección cada detalle, desde su cuello terso, sus senos rayando la perfección, redondos, blancos y sonrosados, sus brazos marmóreos y hermosos, su cabello lacio que tapaba uno de ellos como sin querer hacerlo; hasta la nube de insectos que como un gorro de playa de hace décadas se arremolinaban alrededor de su cabeza.
− Y antes aún era peor. Hubo tiempos en los que se nos persiguió sin tregua.
Dijo ella dando un coletazo en la arena con su larga cola de pescado, con escamas duras, bastas y malolientes residuos de ese fondo marino del que me hablaba y me hablaba.
No dudé que fuera tan impresionante como lo describía. Podía dar fe de ello por mis insulsas incursiones como submarinista aficionado y los documentales que pasaban por el canal de la siesta, pero en ese momento, sólo sentía el olor, lo que parecían restos de coral en la parte de la cola por donde entraban y salían una especie de bichos negros y las inmundicias humanas que se le habían ido adhiriendo por nadar tan cerca de las playas.
− Como los naufragios o las muertes de marineros de antaño. Será posible… Salir del agua después de tanto tiempo te hace tener los oídos completamente taponados. ¿Nadie se ha preocupado de pensarlo? Pero supongo que es más fácil inventar que nuestros chirridos enloquecedores causan las muertes de aquellos que no supieron doblegar al mar. Intentamos cantarles y por cierto, solemos intentarlo con las canciones que se escuchan en los hoteles, las casas que cada día metéis más cerca del agua. Sólo por resultar educadas, un minuto y no cantaríamos como locas, pero nada. No he escuchado a ningún humano cantar bien con los oídos tapados. Cantos de sirenas…
− Ya, es cierto − dije yo. Sin poder quitar mis ojos de una pequeña espina que llevaba entre los dientes.
Aún así, pensé que dentro del agua, no notaría el olor, tendría la posibilidad de ver maravillas prohibidas para cualquiera que no tuviera aletas y tocar esos senos cuando quisiera.
Ella me extendió la mano y se la di, era áspera, dura como sus escamas, y con las uñas rotas, desgarradas y sucias. Di saltitos en la orilla. No soporto las uñas sucias.
− Qué te ocurre, pensé que después de esta noche estabas decidido a venirte conmigo.
− Es que está el agua un poco fría ¿no?
− Ya…
Dijo ella alejándose sin darme tiempo a reaccionar, dando fuertes coletazos dejándome el olor aún palpable a pescado a punto de pudrirse, escuchando su voz dulce aunque algo desentonada, cantando de lejos el estribillo de una canción hortera de las noches de verano.
viernes, junio 05, 2009
LOS AVIONES

Lleva una copa de agua que apoya en la mesilla. Antes bebe un largo sorbo, paladeándolo como si fuera una copa de exquisito vino para compartir en el lecho con un amante. No uno más. No cualquiera, sólo el que su cuerpo llama cada noche, a veces de manera susurrante, otras como esa noche a gritos. Él.
Su cuerpo se estremece de repente mezcla de frío y terror. Como si el monstruo que se esconde debajo de cada cama, de cada somier, fuera a salir en cualquier momento y atraparle las piernas con sus garras. Por sorpresa, a traición. Mira el reloj y se ríe de sus propios fantasmas. De ese miedo a la soledad, que ella misma desea. Soledad buscada y hallada. Lo que deseamos nos asusta. Como nos asusta lo que no queremos.
Sonríe pensando en el lunar que tiene en la espalda a la altura de la nuca. No quiere que lo toque. Como si fuera el botón que dispara todas las alarmas de su cuerpo delgado.
Se acuesta en el lado derecho. Siempre en el mismo lado. En posición fetal. Se encoge y lo siente al instante. El frío gélido y punzante que le atraviesa la cara, los hombros, le resbala por la espalda y le acaricia con manos de hielo el pecho con mezcla de fuerza y desinterés, pero con la amenaza latente de que se queda ahí. Caricia no deseada, ni buscada.03:00 AMNo puede dormir. Da vueltas. Gira y vuelve a girar. Como el cuarto verde. Verde esperanza cantan poetas, verde relajante dicen, verde para los niños, para los enfermos, para la gente triste… Para ella sólo un color más. Sólo desearía gritar en ese instante a todos esos que inventaron hermosas historias sobre el verde, y traer secuestrada a la Esperanza a esa maldita habitación, tumbarla y atarla en esa cama noche tras noche y preguntarle después de un tiempo si no es capaz de extinguirse, de morirse ella misma en su propio desaliento.
Se ha perdido. A veces le ocurre cuando hunde la nariz en la almohada y encuentra otros olores. Le recuerda los cuerpos que desfilaron por ese cuarto, que desfilan como muñecos de metal recién pintados. Cuerpos que le sobran, que a veces trajo pensando que en ellos encontraría el suyo. Que él arrastro a las sábanas pensando que debajo de las capas estaría ella. Han arrancado vestidos, camisas, botones, piel, buscando lo que ya habían hallado. Qué ignorantes…
Y ahora hay una mezcla empalagosa de aromas baratos, de colonias caras de mujer, de olores de hombre que no son el suyo. Él no tiene olor, ella tampoco. Le da la vuelta a la almohada y es cuando éstos desaparecen. Y desaparece la desazón que le atrapa el interior como un guante de hierro.
Se tumba atrapada en esas sábanas que están en perfecta alineación con sus caderas, sus piernas. Cuerpo trazado con prisa por un dibujante inexperto.
04:00 AMDe repente una caricia sobre el cuello, casi imperceptible, como un resbalar sin querer las yemas por la nuca hasta el principio de su espina dorsal. Escalofrío de calor. Y recuerda. El ruido de los aviones de fondo, puede oírlo. Y al final de la calle un tugurio. El bar casi escondido. Lugar clandestino como ella. Sólo varias personas tiradas sobre la barra. Borrachos de alcohol y carentes de sexo. Hambrientos de todo.
El cruce de piernas sobre la banqueta. El ruido del avión todavía planeando sobre su mente, y esas palabras que le recuerdan que le han abandonado en un aeropuerto, en una puerta de embarque, como se deja el equipaje que no cabe, que sobra…
Y el hombre que entra. Viene también del aeropuerto lleva una maleta negra, como el rimel que le surca los ojos. Y la mira y se sienta a su lado. Ella quiere llorar y bebe un trago largo y rápido. Él le pasa los dedos por los ojos y le quita todo rastro de oscuridad. De tristeza reciente. Y le habla del retraso de su vuelo. Que es de otro país. Ella no escucha el nombre del lugar, pero deja que la mire y la desnude con los ojos. Esa noche sí. Esa noche no le importa que la posea un extraño. Siete horas les separan cada día, dice él sonriente sin dejar de mirarla. Ella está borracha y piensa que debe ser de muy lejos. Y siete horas hasta que salga su avión. Y risas y más copas. Él también empieza a estar ebrio.
El hostal está tan perdido como el bar. Es sucio. Pero huele a limpio. Se dejan caer sobre la cama. Lo mira y descubre con sólo aspirar, sin tan siquiera tocarlo, que ese cuerpo está esculpido para ella. Sólo tiene siete horas para fundirse en él. Él la mira y le quita despacio los zapatos, las medias, el vestido de tirantes que le muestra, lo que ha mostrado a otros, a muchos, en esencia ninguno. Mujer abandonada como una maleta. Dice ella riendo. Él pone su dedo sobre los labios de ella y le dice no con la cabeza. Ella ya no ríe y lo mira. Él la besa.
Siete horas más tarde en la calle se rompen en caricias rápidas y besos como mordiscos de pasión de adolescentes. De portal en portal, de esquina en esquina. Los aviones les miran de fondo. Con la respiración entrecortada se despiden en la entrada. Ella se aleja colocándose el vestido, con el pelo revuelto, escuchando el ruido de sus tacones y de fondo los primeros bostezos, los primeros despertares.
Ahora el aroma como ese día comienza a transitar por su cuerpo. Ya no está encogida como un bebé, se gira, se mueve, se arrastra y retoza entre sábanas blancas y caricias absurdas sin manos y se deja llevar, dónde sea que quiera llevarla él esa noche. Duermevela.
05.00 AM
Él está allí. La cama no está vacía. No está fría. Quema. Sabe que está dormida, pero no le importa. Qué importa. Él ha venido esta noche. Y le mira. Cómo le mira… Como le miró el primer día.
Hace tiempo que su inexistente olor y serena esencia han llegado hasta puntos de su cuerpo que ella misma desconocía y que cada noche que viene, que aparece, le descubre y le cuenta al oído después. Esa noche ni siquiera la toca. Pero la sigue mirando. Y los dos ríen. Con la risa cargada del opio amargo y empalagoso que envuelve el deseo. Con la risa que sale del interior del cuerpo y del alma de los amantes.
Y se pierden entre abrazos, caricias inexistentes, reales. Se hunde en el interior de él, en el suyo propio. En las entrañas de su propio deseo, de su propio sueño, de su amante, de ella misma.
09.00 AM
Se levanta. Y comienza a oír el ruido de la calle. Los coches. Los niños en los colegios, los relojes…
Jaula de tela que encierra anhelos y encuentros apasionados. Son ellos los amantes. Que no escapan de la tortura de las noches y los días. Pero esa noche le llamó y él vino. Le ha llamado y ha contestado. Lo ha buscado y lo ha encontrado. Como tantas veces. Como viene siempre que ella lo llama. Como acude cuando él reclama su cuerpo, que acerque su espalda a la suya, que enreden las piernas hasta hacer un nudo imposible de soltar.
Son las 9 de la mañana, la luz entra con fuerza por la ventana. La abre de par en par. La mira y ve que no es su cama. Ni siquiera las paredes ya son verdes. Verde esperanza que le cantan. El suelo tampoco es de madera, ahora en cambio es de cerámica, y a cada paso la cerámica va tomando sus formas y dibujos originales. En el marco de la puerta, que ahora es mucho más alto, se para un instante antes de salir. Se queda quieta sobre esa baldosa que mañana tras mañana le hace tropezar, por una esquina rota que hace que sobresalga sobre las demás. Aspira y lo sabe, lo siente, hasta puede escuchar los aviones de fondo. Ha dejado de ser el cuarto verde como tantas noches. Siete horas después, o siete antes, siete horas más o menos qué importa dónde…
sábado, mayo 02, 2009
RESEÑA: Ocho islas y un Invierno

Ese mecenas que ya es mitad Atlántico, mitad Ebro, Antón Castro, me ha dado la oportunidad de realizar una reseña para el sumplemento cultural ‘Artes & Letras’, de Heraldo de Aragón. Una reseña muy especial, al tratarse del poemario: “Ocho islas y un invierno” de Marta Navarro. Todo un lujo y un placer.
lunes, abril 13, 2009
NARRATIVAS NÚMERO 13

Con un sustancioso y variado índice, de relatos cortos, reseñas, ensayos... Para todos los gustos.
Podéis descargarlo aquí: www.revistanarrativas.com
Fernando Iwasaki ha tenido la amabilidad de concederme una entrevista para Narrativas, desde mi tierra natal Sevilla. Así como un relato inédito: «Naipes». Todo un placer que ha coincidido sin darme cuenta con el cuarto aniversario de este blog.
Fernando Iwasaki es un escritor con alma de músico. Y esta dualidad se percibe por cualquiera que adore la música, que disfrute con ella. Se puede sentir al abrir la primera página de sus obras. La maravillosa sensación de estar leyendo con música acompañándonos de fondo, en la más que sorprendente y gratificante aventura de perderse entre sus letras.
“No es que me interesen en particular el amor, el horror, el dolor físico, el erotismo o el fanatismo religioso. Lo que me interesa es mostrar el lado cómico y muchas veces ridículo de la condición humana. ¿Tiene esto alguna finalidad? A nivel programático, ninguna. A nivel existencial, muchísimas.”
FERNANDO IWASAKI: Del historiador Fernand Braudel y del historiador del arte Erwin Panofsky, aprendí que existen tres formas de «duración» en la historia y tres niveles de significación en el arte. Siempre he buscado esos tiempos y niveles cuando leo una obra de ficción, y siempre he procurado definirlos cuando dentro de mi propia narrativa. Soy consciente de que no todo el mundo tendrá ni el interés ni la curiosidad de dilucidarlos, pero también soy consciente de que si el primer nivel no es ni sencillo ni atractivo, a nadie le interesará profundizar en ellos. El tono, el humor y el estilo formarían parte de esa primera lectura y por eso los mimo tanto, pero si alguien desea saber de qué se ha reído, quizás lo que descubra no sea tan divertido.
N.: ¿Qué camino dirías que ha tomado la narrativa de Fernando Iwasaki desde tus inicios, en Lima, hasta la actualidad?
FI.: Mi narrativa no ha cambiado tanto como mi manera de percibir la literatura, gracias a la lectura de autores y títulos que en Lima me resultaban inaccesibles o desconocidos, al menos cuando era estudiante universitario. Con esto no sólo quiero decir que ciertos libros no llegan jamás a las librerías latinoamericanas, sino que llegan a unos precios que incluso los ponen fuera del alcance de las bibliotecas (¿cuántos libros editados en Gijón o Zaragoza –por ejemplo– nunca llegan a las librerías sevillanas?). Por lo tanto, creo que mis intuiciones se han enriquecido, ensanchado y fortalecido gracias a mis nuevas y mejores posibilidades de lectura. No obstante, consciente de la abundancia de títulos he decidido poner un límite a mis publicaciones y de aquí en adelante sólo me quedaría por publicar cinco libros de ficción: dos novelas, dos libros de relatos y un disparate futbolístico. El resto de mis publicaciones serán ensayos, crónicas y experimentos varios.
N.: En general, cada libro tuyo de relatos gira alrededor de un tema concreto: lo fantástico, el erotismo, la crueldad humana. ¿Estarían ahí los temas que más te obsesionan como escritor? ¿De qué habla Fernando Iwasaki en sus libros?
FI.: Cada uno de esos temas ha sido abordado desde el humor. Y tienen en común que nadie los relaciona con el humorismo. No es que me interesen en particular el amor, el horror, el dolor físico, el erotismo o el fanatismo religioso. Lo que me interesa es mostrar el lado cómico y muchas veces ridículo de la condición humana. ¿Tiene esto alguna finalidad? A nivel programático, ninguna. A nivel existencial, muchísimas.
N.: También parece predominar en tu obra los libros de relatos frente a las novelas. ¿Es real esa preferencia o mera cuestión de oportunidad, simple casualidad?
FI.: Me formé como lector gracias a los cómics y los clásicos infantiles, a los poemas homéricos y los libros de divulgación mitológica. Esas lecturas me prepararon para leer a Lovecraft, Poe, Conan Doyle, Cortázar, Borges y Ribeyro. El veneno de la literatura me lo inocularon los relatos, aunque ello no me ha impedido disfrutar de Stendhal, García Márquez, Vargas Llosa, Nabokov o Tolstoi. La literatura me produce placer en cualquiera de sus formatos y el placer nunca es sectario. El placer te puede llevar al vicio, pero jamás a la represión.
N.: Has escrito también algunos ensayos. De hecho, tu formación universitaria tiene que ver con la historia, no con la literatura ¿Sería posible desgajar la figura del Iwasaki-ensayista de la del Iwasaki-narrador?
FI.: El Iwasaki narrador no ha ganado ningún premio porque siempre lo toman en broma, pero el Iwasaki ensayista ha ganado más de uno porque lo toman en serio. A veces me gustaría que fuera al revés y que se tomen más en serio mi humor literario y más en broma mi humor ensayístico. Total, el tono es el mismo y la intención también. No obstante, prueba de que no creo mucho en los géneros es mi predilección personal por un libro que titulé El Descubrimiento de España (Nobel, Oviedo, 1996), que no es propiamente ni ensayo, ni ficción, ni memoria, pero que participa de los tres.
N.: Podría resultar extraño que, siendo historiador, no te prodigues en la novela histórica, ahora tan de moda. ¿Qué opinión te merece este género literario?
FI.: La novela histórica contemporánea –suponiendo que incluyamos aquí los templarios, las reliquias, los cátaros y las catedrales– me interesa muy poco. Además, la credencial «histórica» no hace mejores a unas novelas con respecto a otras. Guerra y Paz o La Cartuja de Parma, por ejemplo, son felizmente mucho más que novelas históricas.
N.: Al terminar una obra tuya, se tiene la sensación de que has pasado un rato con Fernando Iwasaki. Y que has pasado un rato entrañable, divertido entre amigos. ¿Te gusta reírte con el lector?
FI.: Me haría mucha ilusión que mis lectores sintieran complicidad conmigo. Si lo consigo, me doy por satisfecho. Por eso me río de mí y procuro que los lectores también se rían de sí mismos riéndose de mí.
N.: No caminamos por días fáciles ¿En algún momento el tiempo que vivimos y el mundo que nos rodea han hecho peligrar este marcado sentido del humor de tus letras?
FI.: Las crisis son terribles, pero nunca aburridas. Pero no creas que pretendo mantener el registro humorístico en todos mis libros de ficción. He dicho que me quedan dos novelas por escribir y la última no será humorística porque no me permitiré ninguna concesión.
N.: Por último me gustaría preguntarte por una amiga común: Sevilla. Mi tierra natal, tu tierra por derecho propio. Con su flamenco, su música esa que tanto adoras, su arte y el de su gente. ¿Es una fuente de inspiración para un escritor o puede ser un peligro para dispersarse entre tanto duende?
FI.: Mi amigo Abelardo Linares –poeta, editor y librero de viejo sevillano– siempre dice que le encanta nuestra ciudad, aunque no le gustan ni el fútbol, ni los toros, ni el flamenco, ni la Semana Santa, ni el Rocío. Por lo tanto, se puede ser escritor en Sevilla sin tener trato con los duendes.
Gracias Fernando.
Espero que disfrutéis con la lectura de este número y por supuesto os animéis a colaborar en el próximo.