domingo, enero 19, 2025

Feria

 


Ella observa atenta al hombre forzudo que levanta en una mano una gran pesa, que se le antoja de plástico, mientras en la otra sujeta a una bailarina como si también lo fuera. 

Él en cambio la observa a ella. Está sola. Tiene el pelo largo y enredado en un pañuelo entre el cuello, los ojos muy abiertos, los rizos... Y unas horribles botas. Aplaude con entusiasmo cuando el espectáculo termina.

Se vuelve y también lo mira. Al hombre de los ojos claros. Nunca es capaz de distinguir el color. 

Los dos sonríen. No saben bien por qué. Quizá porque suena música por todas partes, por el ruido de las atracciones, las voces y gritos de la gente. Allí todo se entremezcla en un cóctel imposible de no beber de un trago. Hasta las luces suenan. Una orquesta en un pasacalles improvisado pasa por delante, ella le tiende la mano. 


– ¿Bailas?


Él le responde cogiéndola por la cintura, dándole tantas vueltas como la noria que les cubre las espaldas. Algunos curiosos aburridos de sus propios pasos los miran bailar. Ellos ríen, giran. Giran. Y giran. 

Y sin soltarse recorren esas calles en círculo infinito que solo la magia decadente de un carnaval de luces esconde. Feria.

De la noria, pasando por la casa del terror. Del terror a la atracción más peligrosa. Ella no quiere. Él la mira sorprendido. No parece una persona que tema algo tan absurdo. Ella se da cuenta y sube. Tiembla. Y ese no disimular su terror ridículo la vuelve aún más bonita. Le daría un abrazo. Le diría que no tiemble. Que no va a pasarle nada. Que no va a dejar que le pase nada. Pero ella lo mira como si supiera que va a hacerlo. Decirlo. Parece ofendida. Y él solo le sonríe. Y no dice. No hace nada. Ni ella. Aterrada. Pero no dice nada. Ahora piensan cuántas veces deberían haberlo hecho. Dicho. 


Aún tambaleándose corren hacia la verbena. Ella tiene su piel blanca casi transparente. Como un libro sin letras. Dice él. Pero aún así no para de reír. 

Brindan. Por ellos. Por todos. Con todos. Hacen de la fiesta su propio mundo. Y bailan. La orquesta toca solo para que baile. Y él. En esa verbena con ella. 

Y hablan. Él le cuenta de su vida. Ella de la suya. Pero él no quiere conocerlo todo. Sabe que si se cuentan los mejores rincones y secretos, las luces de la más brillante de las atracciones pueden apagarse. Y no quiere eso. No con ella. Ella le hunde la mano en los rizos y le despeina el pelo. 

Los besos.

Le observa cuando no se da cuenta. Esas ganas increíbles de ser niño. Habla con gente, mientras brinda como si el día antes del apocalipsis pudiera llegar en cualquier momento. Y siente que lo conociera de antes. De antes de tanto, que ni recuerda. 

Él la mira cuando baila. Siempre le gustó hacer reír. Pero aún le gusta más escuchar cómo ríe ella. Con él. De todo. Todos. 

Las horas pararon. Paró el tiempo que dejó su rutina absurda de contar, para dejarse arrastrar, atrapar entre luces y ruido. Como ellos. Atrapados en más fiesta, bailes. Más besos. Los besos... Feria.

Tanto de tanto que llegaron hasta la atracción de los espejos. Nunca habían entrado allí. En la primera sala se vieron altos, con frentes enormes. Risas. En la siguiente sala un millón de reflejos. Se miraron, pensando que nunca serían como esas imágenes aburridas que proyectaban los demás. Se soltaron, solo un momento, y el laberinto de espejos les devolvió tantos reflejos de sí mismos, que no supieron por dónde seguir. Se perdieron. También las risas. Se llamaron, pero solo escucharon el eco rebotando y escupiendo su voz aturdida en cientos de sus caras. Él daba vueltas en círculo buscándola. Ella también. Vueltas alrededor de cientos de sí mismos. No pararon de buscarse. Hasta que al final encontraron la salida.  

jueves, mayo 25, 2023

 Igual lo más bello tarda en aparecer porque se está vistiendo para una fiesta. No debe ser fácil llevar un frac impecable. Todo el día. Cada día. Y caminar a pasitos lentos para mostrar que se vistió de belleza. Hasta encontrarse con otro que decidió hacer la misma locura. Luego, para qué marcharse...

Fotografía Albert Dros

martes, mayo 16, 2023

De esperas

Te espero al final de la calle. Aquí donde ya no se oyen los chismes de las comadres, las voces de los vientos circulares. Hoy es la noche. Aunque podría ser cualquier otra. Llevo un puñado de lápices de Ikea en la mano. Si pasas de largo me pincharé (solo un poco) con ellos para obligarme a dejar de mirar tu espalda. Pero si te paras y me sonríes con cara de Vadinho, te lleno de abajo arriba de graffiti temporales.


*Vadinho: mi adorado personaje de: "Doña Flor y sus dos maridos"



viernes, abril 07, 2023

Miradas



Si las miradas hablasen las calles estarían llenas de ojos afónicos. Ojos irritados. Ojos con brillo de venganza vengada. Ojos mirando al suelo: ‘No me atrevo’. Bocas aburridas. Ojos felices. Ojos apasionados. Exultantes.

Si las miradas matasen las calles estarían llenas de ojos avergonzados. Ojos que disimulan mientras caminan a trompicones por un espectacular “True crime” de siluetas pintadas en el suelo con tiza blanca.



sábado, marzo 21, 2020

Cinema Apocalipto

Hace solo unos meses terminé mi última novela. Con el manuscrito todavía caliente entre las manos, sin la certeza de si se publicará en algún momento, me siento en la obligación de poner la sinopsis; porque si no ni yo misma me lo creería. Son días raros, tristes, de calles vacías, de perros que pasean desconcertados. Como los de novela. Los días y los perros. Eso lo hace todo todavía más raro.

Se titula: "Cinema Apocalipto". Igual ahora, más de uno ya empieza a entenderme, o al menos a hacerse una idea. 
Comienza así: 


Cinema Apocalipto
Autora: Mónica Gutiérrez Sancho
Para Jazz,
Por los bailes de claqué.
Por salvarme tantas vidas

El Cine Bahía llevaba años iluminando la calle estrecha que lo mantenía oculto de miradas que no quisieran verlo, de amores prohibidos, manos que trepan por faldas de lana y de lino, por pantalones, robos de besos sin la menor traición, amantes y amores escondidos, prohibidos, delante y detrás de la pantalla. 
No podría recordar cuántas veces había tocado Sam al piano una y otra vez: “Times Good by…”, las veces que Tara se había arruinado, secado y vuelto a cultivar. Aunque sí recordaba, como si fuera hoy, el sonido del guante de Gilda resbalando por su brazo. Las veces que el inspector Jacques Clouseau de la Sûreté se había caído por ventanas o puertas. La mirada de Igor. Todos tenemos nuestros propios momentos fetiches. También podría citar miles de películas que explican cómo y cuándo el Apocalipsis llega y arrasa un lugar. Lo mismo da que sea por culpa de habas gigantes que escupen hombres tan perfectos como insípidos, platillos volantes con forma de ensaladera, o Drácula con maquillaje. Lo que nunca imaginó es que sucedería en las calles y las gentes que tan bien conocía, que sentaban sus culos y sus almas por unas horas a oscuras en sus butacas de terciopelo granate. Que encontraría la manera de llegar hasta allí. Que tantos de ellos desaparecerían. Sin ruido. Sin saber dónde buscarlos. El peor de los guiones. Un Apocalipsis en silencio. Que encima después de irse los dejarían solos, sin nadie. A ellos, los más fieles. Nobles ayudantes de vida. Los perros del olvido. Y él quería hacer algo para impedirlo. Y no sabía qué, salvo seguir abriendo las puertas iluminando el mismo tramo de calle cada noche, como si nada hubiera pasado. 


domingo, marzo 15, 2020

"Si vuelves te contaré el secreto" Disponible en eBook


Hace años publiqué mi novela: "Si vuelves te contaré el secreto". En su día no llegó a estar en formato electrónico y me he animado a pasarla a eBook. 

Si vuelves... Ese club de música al que solo se puede entrar una noche: The Club. 

Es una obra muy especial para mí como algunos ya sabéis.  
Tiene su propia banda sonora. 



Si vuelves te contaré el secreto


Qué disfrutéis de la música y las letras. 

Cuidaos. Mucho.
 Salud. 


Mónica



sábado, septiembre 07, 2019

Pasos en círculo #HistoriasdeSuperación Zenda Libros

¿Cuántos?

Miro al suelo, a mi espalda. El desasosiego me sabe a sopa de letras. Esas que tú me preparabas entre sombras chinescas. Los demás veían el abecedario completo, pero yo solo y siempre 4 letras: l, o, c, a.
Recuerdo el opio insensato del principio, cuando afirmábamos riendo que éramos especiales, que nunca seríamos igual que los demás. Había tantos espejos, ventanas, que ni nos percatamos que eran un vulgar reflejo de nosotros mismos.
Llegaron las miradas que matan, pero no de amor ni amando. Miradas de desprecio. Luego los gritos. Inútil. Mujer que no vale para nada. Más odio. Porque si la línea entre el amor y el odio es fina, tú fuiste el que la robó para siempre. Más gritos. Por si tus ojos no dejaran claro el asco que te daban mis pasos por el pasillo de casa. Pasos lentos, atemorizados camino de ningún sitio.

Llegó el temor al sonido de las llaves. A marcharme. A quedarme.

Cuando me entraba el vértigo me subía al armario. El pánico pasaba dentro del balón de Nivea que cayó del avión un verano. Verano en el que mi cuerpo en bañador era como el de un dálmata. Blanco y morado. La ansiedad pasaba encerrada en una sábana. El dolor de los golpes desaparecía escondida dentro de una cápsula de Valium. Transitaba del armario, a la cápsula, al balón, a la sábana, a la cápsula. Loca. Eso es lo que hacen las locas. Y yo lo estaba. Eso repetías. Solo podía hacer cosas de locas. Un círculo de terror, aturdimiento, nulidad. Miedo. Y yo solo quería irme. Pero no podía.
Me volví invisible. Nadie podía verme. Ni mi familia. Ni mis amigos. Ni aquellos que más rozaban mi vida. Mis vecinos. No logré encontrar sus ojos. A veces inventé excusas, pedir un maldito puñado de azúcar para comprobar que no me había extinguido por completo. Que seguía ahí delante de ellos. Iba de frente, para no perderme de perfil entre las sombras de las paredes, con esos vaqueros ya diez tallas de más. Miraban al suelo. Al infinito, a cualquier punto menos el desesperado centro de mis ojos, los únicos que aún gritaban auxilio.

Hoy ya no te tengo miedo. Claro que sé que sigue ahí dentro, tú te has encargado de esculpirlo a fuego como una obra de arte hecha a mi medida. Pero se irá. Como yo. He cerrado la puerta. Sin esas llaves que abren abismos que dan a ningún lugar.

¿Cuántos quiere?
Un billete, solo de ida.

Relato #HistoriasdeSuperación para Zenda libros www.zendalibros.com
 Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer