Le quise entre copas. Entre hielos con formas redondeadas, ron, y rodajas de limón que me zampaba de un bocado. No me gusta el limón, pero a esas horas me encantaba arrancarle el poco jugo que le quedaba de un solo mordisco.
Es curioso, porque no hace mucho me di cuenta. Debe ser porque los sentidos no controlan lo mismo llenos de alcohol. No soy alcohólica. Aunque dicho así, suene a lo contrario. Sólo que hay historias que se gestan por la noche, nacen con su oscuridad, crecen y se alimentan entre el ruido de un bar y mueren ¿Cuándo mueren? Fue cuando me di cuenta que no recordaba cuando murió ésta, cuando me senté a escribirla. Para no volver a olvidarla. Recordamos a tanto cabrón que nos ha perturbado la trama de los sueños y en cambio nos olvidamos de historias que nos pertenecen. Nuestras.
La mía con él, no vio la luz del sol. Sólo una tarde. Una cita absurda y llena de silencios de los que pesan. Cuando oscurecía, por alguna especie de misterio, comenzó a encauzarse, pero buscamos tan desesperadamente la oscuridad total, recorrimos tantas calles en busca de ella y de un banco sobre algún parque donde desaparecer del todo, que agotados después de tan larga caminata nos miramos y sin siquiera un beso nos dijimos adiós. No hubo más citas. De día.
Sí encuentros de noche. Siempre en el mismo lugar. De la misma manera. En algún momento nos perdíamos. Como nos perdimos muchas cosas.
Quizá porque todo comenzó con un concurso. Le prometí un viaje al Caribe el día que me acerqué a él por primera vez. Seguro que me toca y te invitaré a ti. No sé si pensó que estaba loca. Pero se rió. De eso me acuerdo. Y no me tocó.
Luego desencuentros. Mis viajes. Otros viajes, miles de ellos. Él no viajaba. No parecía querer hacerlo. Yo no podía dejar de ir y venir constantemente. Pero de vuelta a casa, de vuelta allí, cuando la oscuridad era hiriente como mi estúpida vida por aquel entonces, volvíamos a encontrarnos.
Sólo pasamos una noche entera juntos. Eso tampoco lo he olvidado. Pero sí las conversaciones, los gestos, las risas, todo se diluye como los hielos, como las copas, las cervezas… Resacas y demasiado ruido, demasiado tarde, demasiado oscuro.
Al final me perdí en uno de esos viajes y no volví. Me marché. Me habría quedado si él me lo hubiera pedido.
Un día hace poco pensé en él. Pensé llamarle y preguntarle si tiene hijos, perros, pájaros, si es feliz. Me gustaría saber de él. Aún no lo he hecho. No creo que lo haga. Por eso escribo su historia. Para no volver a olvidar que es mía, como algunas de esas noches.
Él sí me llamó. Una madrugada dos años después, de eso hará ya unos cuantos años. Me llamó un sábado cuando la noche estaba en pleno apogeo y nos separaban millones de metros de distancia. Y me dijo que me quería, entre copas, pero me quería.
Es curioso, porque no hace mucho me di cuenta. Debe ser porque los sentidos no controlan lo mismo llenos de alcohol. No soy alcohólica. Aunque dicho así, suene a lo contrario. Sólo que hay historias que se gestan por la noche, nacen con su oscuridad, crecen y se alimentan entre el ruido de un bar y mueren ¿Cuándo mueren? Fue cuando me di cuenta que no recordaba cuando murió ésta, cuando me senté a escribirla. Para no volver a olvidarla. Recordamos a tanto cabrón que nos ha perturbado la trama de los sueños y en cambio nos olvidamos de historias que nos pertenecen. Nuestras.
La mía con él, no vio la luz del sol. Sólo una tarde. Una cita absurda y llena de silencios de los que pesan. Cuando oscurecía, por alguna especie de misterio, comenzó a encauzarse, pero buscamos tan desesperadamente la oscuridad total, recorrimos tantas calles en busca de ella y de un banco sobre algún parque donde desaparecer del todo, que agotados después de tan larga caminata nos miramos y sin siquiera un beso nos dijimos adiós. No hubo más citas. De día.
Sí encuentros de noche. Siempre en el mismo lugar. De la misma manera. En algún momento nos perdíamos. Como nos perdimos muchas cosas.
Quizá porque todo comenzó con un concurso. Le prometí un viaje al Caribe el día que me acerqué a él por primera vez. Seguro que me toca y te invitaré a ti. No sé si pensó que estaba loca. Pero se rió. De eso me acuerdo. Y no me tocó.
Luego desencuentros. Mis viajes. Otros viajes, miles de ellos. Él no viajaba. No parecía querer hacerlo. Yo no podía dejar de ir y venir constantemente. Pero de vuelta a casa, de vuelta allí, cuando la oscuridad era hiriente como mi estúpida vida por aquel entonces, volvíamos a encontrarnos.
Sólo pasamos una noche entera juntos. Eso tampoco lo he olvidado. Pero sí las conversaciones, los gestos, las risas, todo se diluye como los hielos, como las copas, las cervezas… Resacas y demasiado ruido, demasiado tarde, demasiado oscuro.
Al final me perdí en uno de esos viajes y no volví. Me marché. Me habría quedado si él me lo hubiera pedido.
Un día hace poco pensé en él. Pensé llamarle y preguntarle si tiene hijos, perros, pájaros, si es feliz. Me gustaría saber de él. Aún no lo he hecho. No creo que lo haga. Por eso escribo su historia. Para no volver a olvidar que es mía, como algunas de esas noches.
Él sí me llamó. Una madrugada dos años después, de eso hará ya unos cuantos años. Me llamó un sábado cuando la noche estaba en pleno apogeo y nos separaban millones de metros de distancia. Y me dijo que me quería, entre copas, pero me quería.
25 comentarios:
Veo que vas y vienes y en el interín nos dejas una perla,un caramelo dulce de tus letras para que no echemos de menos nada...
Me gusta la manera de trazar las líneas de tus relatos y como con pequeñas pinceladas dibujas caracteres...
En cuanto pueda vuelvo a paladearlo y deglutirlo bien
muchos besos,guapa
seran los amores de la noche..esos que cambian con la luz del día...pero quién no se ha dejado arrastrar por la calida llamada del deseo sin responder a las razones que te decían que no?...besos Mónica.
Uf, las noches, los amores, las copas, la confusión. Ya dice el sabio refrán lo de la noche y los gatos que son pardos...
Preciosa historia, y magnífica fotografía. El bar tiene un aire al de "Irma la dulce".
Saludos
Gracias por la historia....todo se diluye....me recordo a lo que dicen por ahi acerca del apego, todo viene y va. Pareciera que esos amores que nacen en una barra tienen una magia un poco unica. Cuidese.
Desde luego intuyo que tengo miles de hitórias mías que no recuerdo...
Cuídate mucho!
La fuerza de un recuerdo. La nostalgia. Lo que pudo haber sido y no fue. El deseo por saber algo de esa persona que, durante un tiempo, fue importante en nuestra vida... Esa es la sensación, y me gusta que la historia no concluya, que mantenga el misterio.
Un abrazo.
Como siempre, lo que sale de tu "pluma"... una bella historia.
Esperamos ver publicado tu libro.
Besotes,
Ana y Víctor.
Ciao,
Max, ahora estoy de vuelta, es una de mis idas y venidas, me alegro de verte por aquí.
Un abrazo
39 escalones, muchas gracias. Es cierto ahora que lo dices sí, me has hecho recordad la película, por cierto una de mis favoritas.
La fotografía es de Frank Horvat.
"Les Halles 1957". Me encanta la sensualidad que emana entre ambos y el camarero ajeno a la escena ¿o no?
Consciencia, puede que sea porque la noche ya cuenta con su magia particular, si a eso le unimos el tumulto de la gente y de los bares... Me alegro mucho de que te guste.
Besos
Adrìa, hum eso es que en alguna época has sido malo... En mi memoria también hay unas cuantas que se diluyen, otras como es lógico no se olvidan!
Besos y cuídese usted también amigo músico
Miguel me alegro de que te guste. Sí el final es abierto, o quizá no, creo que hay historias que concluyen sin que nos demos cuenta y son las más complicadas de retomar. Lo que pudo haber sido, eso en cambio puede permanecer por mucho tiempo en nuestro pensamiento
Un abrazo
Familia y yo, y yo, que tengo unas ganas! Gracias, me alegro de que os guste.
Os mando un beso a los dos
Mira que esto de la nostalgia: pero también el saber contar. Pero también la debida audacia: el gesto a tiempo!!
Vaya que sí, que recordamos a tanto cabrón y algunos se aprovechan de nuestros sueños para colarse en nuestras vidas...
Pero yo venía porque estoy buscando alguien de confianza, que confie en IxcheL de cuaderno de siliceo ... pero si luego no voy a poder encontrar a nadie que confie en ti entre tus compañeros bloggers o enlaces... por favor, no te ofrezcas tú :)
bss
Querida Mónica, hace tiempo que no te visitaba y hago mal, porque tus relatos siempre me hacen disfrutar de tu elegante estilo y de unas historias reales como si las viviera al leerlas... Tengo vivida alguna historia como esa, entre la oscuridad y las copas, que me da vueltas alguna vez en la cabeza, de modo que la tuya me ha hecho revivir bellos recuerdos. Un placer leerte. Te dejo un beso nocturno y agradecido,
V.
sí, gran historia, ay esas llamadas de madrugada, ácidas como una rodaja de limón...
En tus relatos creas una atmósfera muy "románticas". Parecen sacadas de una de esas piezas de jazz que sonaban en "The Club" ¡Me encanta!
¡Vaya vacaciones! ¿Recuperando fuerzas?
Besos
Malvisto, esto de la nostalgia puede ser tan malo como aquello de la melancolía, pero qué dificil es no dejarse atrapar por ellas
Un saludo
La libelula, es cierto, el problema no sólo es que se cuelen en nuestros sueños, sino que luego por la mañana te los encuentres al lado...
Sobre Ixchel, no entiendo muy bien qué quieres decir. Es una persona encantadora, pero sólo con que visites su espacio creo que eso ya lo sabrás de sobras.
Un saludo
Pues mira tú por dónde que lo sospechaba. A los que escribimos desde dentro se nos ve en nuestras letras. Me ruborizo solo de pensarlo...
Besos
Me encanto, de verdad Monica.
Y es algo que me esta pasando ahora, me identifique.
Saludos desde México.
Cesar
Es cierto eso que he leido por ahi de que tiene la atmosfera de cancion de jazz,a mi tambien me lo parece Hay canciones que quieren ser torch songs y hay relatos que lo son sin notas.
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