miércoles, septiembre 03, 2008

DE VUELTA DE TODO, DE VUELTA DE NADA...

Dicen que tienes unos cinco minutos para recordar un sueño, que luego se queda perdido para siempre. También sucede algo similar con las noches largas en horas y copas. Esas lagunas en la memoria que se quedan nadando en alcohol. Como mucho, esa noche sueñas algo similar a lo vivido, pero debido a la resaca es complicado que te de tiempo a recordarlo en tan sólo cinco minutos.

Algo así era el laberinto en el que se encontraba. Había tantas historias, tantas vivencias, tantos años, tanto de tanto, que pensó que si no ponía algún tipo de orden era imposible que tomara forma. Y tomó forma. Más bien formas. Cada momento vivido lo apuntó en un papel. El día que él se le acercó en el bar. El primer día que hablaron. Su primera juerga juntos. Las conversaciones al margen de los demás. Miles de horas mano a mano. Su primera juerga juntas. Eran él, ella era una y ellas eran dos.
No podía ser tan complicado. Pero lo estaba siendo. Había demasiados recuerdos, demasiadas experiencias que les habían visto crecer a veces despacio, otras casi corriendo. Ahora ya hasta tenían sentados los primeros gallos con las patas desparramadas sobre las sienes.
Entre tanto les dio forma a los recuerdos. Y sin querer queriendo, tanto como había querido, al final de la tarde tenía toda la mesa y parte del suelo llenos de un montón de figuras de papel. No era papiroflexia al uso. Era diferente, no eran los típicos animales de esa extraña y para ella absurda disciplina lineal en la que todos se empeñaban en afirmar que veían pájaros, cisnes y patos. Ya que por más vueltas que les daba nunca lograba encontrar esas similitudes. Sus figuras de papel tenían formas redondeadas cuando hacía falta, lineales cuando tenían que serlo. Eran perfectas réplicas de un simple vaso, de una copa, de un reloj de esos que nunca tuvo, de los pendientes que llevaba esa noche en la que él se marchó. Los que llevaba cuando ella, que con ella sumaban dos se fue también. Los que llevaba cuando emprendió su propio viaje un tiempo después. Y los que llevaba cuando había vuelto a verlos a ambos. A ella sólo unos días después, a él años más tarde.

Siguió así días, semanas, y agradeció vivir en un bajo que le permitía sólo con un ligero movimiento de mano lanzar la figura de papel a la montaña que se erguía con aire circunspecto cargada de replicas redondeadas de libros, bocas sonrientes, botas de militar, CDS de música. Había sido hermoso. Aunque ahora dicho y pensado así, resultara lo más cursi del mundo. Había vivido tantas historias bonitas cerca de ellos que hizo toda una ristra de jarras de cerveza y vasos de chupitos a su salud.
Luego recordó cuando él borró su número de la agenda. El dolor de saberlo. Cuando ella hizo llorar amargamente a los suyos. Recordó esperas y más esperas en esos momentos en los que las vacas eran tan flacas que sólo tenían las tetas inflamadas y huesos. Tantas esperas de algo, de un gesto, de un cariño, de un aquí estamos, que sólo le salían sillas. Cuando él se perdió y en su pérdida le hizo perderse a ella, sólo por el placer de ser acompañado.


Después de lanzar con desgana un puñado de lágrimas de cartón piedra por recordar de todo menos mentiras piadosas llamaron a la puerta. Un hombre sonriente con pajarita le hablaba en inglés, con ese acento que sólo había escuchado
en la tele cuando van a entregar los diplomas de graduación en un pueblo americano. Era la ganadora. Había logrado el Record Guinnes de mayor número de figuritas de papiroflexia en menor plazo de tiempo del mundo.
Ante semejante situación, después de sentirse como la mujer barbuda, e intentar explicar que ella no hacía papiroflexia, con las cámaras, las preguntas y la fiesta, se quedó pensando. Ya hacía días que incluso le habían propuesto vender sus figuras. También pensó qué se le pasaría por la cabeza al hombre que aparecía en la misma página que ella que se había estirado las orejas hasta llegarle a la altura de la cintura. Pero estaban tan juntos uno del otro, que era inevitable sentir por él un inmenso cariño.
Entre estos planteamientos y rodeada de kilos de figuras, volvió a sonar el timbre y el mismo hombre con la sonrisa algo más acartonada le entregó un nuevo sobre y se marchó. En su interior estaba la siguiente edición del Libro Guinness. Se buscó y por más vueltas que dio entre paellas gigantes, hombres que permanecían semanas enteras sólo comiendo pipas con un pié sobre la cabeza, salchichas de más de mil kilos, no encontró su record por ninguna parte. Sí gente que dedicaba toda la vida a hacer las cosas más insospechadas. Al parecer un chino le había desbancado.

Puede que se tratasen de esos últimos segundos antes de que pase el tiempo para recordar un sueño, esos cinco minutos que tenemos antes de llegar a olvidarlo para siempre. Pero se sintió uno más de ellos, uno más de los que pasan los años deseando lograr algo surrealista e imposible. Tiró todo a la basura. Cogió un papel e hizo su última figura, una perfecta réplica de un libro cualquiera de esos que tantas veces se prestaron. Lo cogió y como el que tiene todo el tiempo de mundo para hacerlo y hacerlo bien: Pasó página. Se levantó y se marchó.

El libro Guinness quedó desparramado entre algunas figuras que aún permanecían en el suelo como quedan los recuerdos sueltos. Estaba abierto en la que fue su página. Otro hombre había logrado alargarse las orejas aún más que su dolorido amigo, hasta lograr que le colgaran a la altura de las caderas.

18 comentarios:

Adrià dijo...

Lo tengo!
Voy por la página 59…Lo tengo desde esta mañana.
“The club” me tiene enganchadito, tocas cosas que puedo reconocer (algunas como vividas)…pero me guardo toooooooodas las opiniones hasta el final. (Que ya ves tú quien soy yo pa opinar)

Pero te adelanto que me tienes completamente pegado a tu libro.

Cuídeseme “talentosa”

Mónica dijo...

¡Qué alegría amigo músico, una vuelve medio amodorrada y eso de que no sólo se estén leyendo tu libro, sino que encima guste!

También me alegro de descubrir que tu nombre me lleva a un nuevo espacio, a tu "nueva casa" (la tenías escondida). A veces es bueno eso de esconderse, creo e intuyo que hemos pasado una temporada bastante similar...

Un abrazo y espero esa crítica destructiva.

39escalones dijo...

Veo que regresas pletórica...
Bievenida.
Besos

Fernando Alcalá dijo...

Pero qué genial volver de vacaciones y encontrarme con algo así. Me ha encantado la historia, las imágenes, tu forma de contarlo, sobre todo, (aunque a mí me sobra el último párrafo).

Un beso!

Víctor González dijo...

Talentosa define bien a la escritora que eres.
Besos creativos.

CONSCIENCIA dijo...

Me encanto la historia.Que buenas vacaciones ehhhh! Saludos.

entrenomadas dijo...

Estupenda historia, magnífica.
Mónica, estoy leyendo la revista Expresión aragonés y hay una estupenda entrevista tuya.
Imagino que ya los sabes, pero por si acaso te lo digo pues a veces no avisan de la publicación.

Besos,

M

Adrià dijo...

Jajaja! Me pido master en papiroflexia para construir ese libro…
Mónica trataré de morderme la lengua y no soltar mil clichés con aroma a peloteo.

Creo que lo resumiré en un Joder me ha encantado!…dos días me duró…
Hay una mezcla de humanidad húmeda, música y muchas moralejas, que si no lo son las invento y esa es la gracia de todo esto…

Tengo el plan de leerlo con la banda sonora propuesta…

Que espero el siguiente…
Mucho!

Adrià dijo...

Por cierto….
Carlos Salem http://elhuevoizquierdodeltalento.blogspot.com/

Es un amigo y la mitad del corazón del Bukowski club de Malasaña, garito perverso donde se junta el mundo poetil de Madrid, me dijo que si querías presentar tu libro allí?

Cualquier cosa dame un toque adria@puntossuspensivos.es

(Conservo el mail!)

JustThis dijo...

:)

Mónica dijo...

Sir Alfred, sí, ha sido una buena temporada de desconexión, lo necesitaba más que el comer. La próxima ese encuentro austeriano con Paul...

Un abrazo

Mónica dijo...

Fernando, gracias, y a mí volver y encontrarme este recibimiento, es como que se me quita hasta la depre post-vacacional. Por cierto me tienes que contar qué tal con la querida amiga Antonia. Eso sí es una casualidad surrealista, mínimo de Buñuel.

Un abrazo

Mónica dijo...

Víctor, gracias, me doy por besada y más si son creativos que una nunca va sobrada. Te debo mil y una visitas a ver si me pongo al día.

Un abrazo,

Mónica dijo...

Consciencia, síiii que tocaban, aunque más que vacaciones yo lo llamaría encierro voluntario, necesario y de lo más productivo. Te escribo.

Un abrazo

Mónica dijo...

Marta, sí me la llevaron a la playa, me hizo mucha ilusión, a ver si la subo. Más porque se remarcó la frase de Antón, ya que como escultora no valgo nada y jamás le podré hacer nada en su honor en medio del Paseo, qué menos...
Tenemos un café pendiente (solo o con leche de soja)

Un besazo

Mónica dijo...

adrià, yo te doy clases que soy experta. Pasar página. A veces duele, pero cómo se queda uno de bien.

Bueno que muchas gracias y seguimos en contacto.

Un abrazo artista!

Miguel Sanfeliu dijo...

Me ha gustado mucho. Tiene un aire surrealista. Me acordé de una novela que leí hace años sobre un hombre que trabajaba para Guinness y viajaba con la intención de encontrar a alguien que se estaba comiendo poco a poco un avión. Era divertida, aunque no recuerdo ahora el titulo. Creo que la había editado Lumen. La verdad es que esto de los records es algo extraño. ¿Por qué existen esos records tan raros? El del hombre que se estira las orejas me ha parecido muy bueno.
Un abrazo.

Raúl dijo...

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La palabra, por la incertidumbre que conlleva, a veces hasta asusta.
Un saludo, Mónica.