lunes, julio 03, 2017

"Okja" Hay que verla

Okja




Hay que verla. Son tantos los motivos por los que creo que Okja es una película imprescindible de ver, como la cantidad de géneros que se mezclan en la película. Camina entre el drama, la comedia, la aventura, la ciencia ficción…Todo con ese aire histriónico tan peculiar del cine coreano. Del director Bong Joon-ho.





Vayamos con calma.  Como la gran lomera de Okja cuando pasea por las montañas de Corea del Sur. "No te embales" le aconseja Mija, su cuidadora desde los cuatro años. Diez años juntas. Pero Okja claro que se embala, corre y juega y se tropieza, siempre pendiente y fiel a su compañera y amiga. Este deleite se nos muestra en la primera parte del film, después de explicarnos cómo la multinacional Mirando Corporation ha repartido superlechones por los puntos más pintorescos del mundo. Un supuesto inocente concurso para descubrir diez años después cuál de todos ellos es el mejor y llevarlo hasta Nueva York a la gran fiesta de Mirando Corporation.  







Sí, Okja va a dejar de pasear su lomera y sus orejas caídas por las montañas coreanas para entrar de lleno en la pesadilla americana. Y Mija, su salvadora, por la suya propia.

Y hasta aquí puedo leer. Y he leído mucho, demasiado. Ni siquiera vi el tráiler. Y me alegro. No lo veáis. Lanzaros a la dulzura de la mirada de Okja sin paracaídas. Y la lucha de Mija por recuperarla. A ese imparable desfile de personajes esperpénticos llevados hasta el paroxismo con aire de cómic. A una banda sonora que nos lleva como el film de la risa a la sorpresa, al dolor, al amor. 


Hay que verla por sus miradas. Las de Okja y Mija en su hogar, y luego en Occidente. Las miradas de Mija ante el marketing, las multinacionales y al comprobar cómo ven, y para qué, a Okja los grupos capitalistas, los intereses del mercado, los consumidores de a pie. A su compañera de vida.
Esa niña observa lo que ocurre a diario a nuestro alrededor con el estupor, incredulidad y terror que deberíamos tener todos en la mirada.





Un cuento de hadas que se rodea de todos los monstruos de los cuentos. Y sobrevive. Hay que verla porque Okja tiene magia. Los malos son muy malos. Y siempre van a estar ahí, pero los buenos, que la mayoría casi nunca hablan, también. Una película que te acaricia el alma.  



lunes, marzo 27, 2017

Mullholland Drive




Madrugada del sábado y por casualidad, ahora ya sé que no fue tal, me encuentro con Betty y esa repelente ingenuidad de actriz novata. Hacía años que no veía la película y pronto sentí la llegada del terror al pensar en los Elderly. Ay, sus sonrisas congeladas, esas palmaditas... Ella en una sola escena consiguió apartar de mi subconsciente a ese Jack el Destripador de "Los crímenes del museo de cera" que perturbó los sueños de mi infancia. Porque si de algo entiende Mullholand Drive, hasta para los que afirman no entender nada, es de soñar. 



Lo curioso es que en cada visionado veo detalles nuevos, claves, secretos, sueños dentro de más sueños lúcidos, de otros sueños ajenos y propios.También llego a diferentes conclusiones, que nada o poco tienen que ver con las anteriores. La primera vez me quedé con la teoría number one de que todo era un sueño de Diane y solo los veintitrés minutos finales la realidad. Pero en otra ocasión me dio por pensar que quizá era un tránsito entre la vida y la muerte de Betty-Diane al suicidarse. Que la bella y voluptuosa Camila ni siquiera estaría muerta, abriría los labios en forma de o al enterarse, y seguiría con su vida de glamour en el reino del cine. Paranoias. Las justas y las que sobran. Y unas cuantas más. Al fin y al cabo de eso se trata. Eso buscaba el señor director, mientras se reía sentado en el centro de un escenario con la cortina de terciopelo azul a su espalda. 
La música otro personaje clave. Cómo olvidarla. Es parte fundamental para transportarnos por un mundo onírico y real que pierde el límite desde los créditos. Lynch cuenta con el músico y compositor: Angelo Badalamenti inseparable en la filmografía del director, para crear un mundo paralelo que nos atrapa entre composiciones instrumentales y canciones que marcan algunos de los momentos más impactantes de la película. Salvaje Rebekah del Rio y su Llorando. En Silencio. Silencio. Sólo él es capaz de crear un lugar, un momento y un escalofrío así. Sentar a Laura Palmer entre el público y hacernos disfrutar del espectáculo. 
Surrealismo en estado puro. Yo es que adoro a Lynch. Veo una cortina y ya me pongo nerviosa, abro mucho los ojos y paso miedo. Y desasosiego. Es pasarlo mejor que dormido. Y eso no lo consigue más que uno mismo y él.
Una joya de otros mundos. No me atrevo a quitarme el sombrero por si salen los Elderly chiquititos gritando y moviendo los brazos enloquecidos. 



sábado, marzo 18, 2017

Mudanza


Mudanza time. No sé cuántas llevo. Sólo que ya no puedo contarlas con las manos como se cuenta casi todo lo importante. Primeros momentos en mi nueva casa donde la luz la ilumina como un cuento. Y no puedes defraudarla y buscas libreta, papel lo qué sea para escribir otro nuevo para ella. 

Después de tantas voy aprendiendo a soltar cosas. Cosas ese término que aborrezco y encierra lo que no tiene sinónimo. Si con todos los que existen no lo encuentro, tampoco quiero llevarlo a mi nuevo lugar. 
Cada vez que preparo una mudanza a mi alrededor la gente se asusta, despereza y asombra. Y lo entiendo. Es mover hasta los cimientos de tus momentos. Los más íntimos, más insípidos, importantes. Los peores. Meterlos en cajas y numerarlos. Como si los recuerdos pudieran contar igual que el cajón de los calcetines. No siempre es fácil.

Adoro lo que pierdo en cada una de ellas y lo que encuentro que ya daba por perdido. Adoro esta nueva casa y su luz de cuento oriental.  Jazz se asoma en la terraza. Se sienta y el sol le ilumina sus cuatro colores. Blanco, canela, negro y el plata brillante de sus canas. Y mira. Y sonríe.



miércoles, marzo 01, 2017

Belle de Jour

 


22.40 horas sábado: Ella se levanta de la silla. Lleva sentada mucho tiempo. Demasiado.

El vestido está escondido entre todos los demás, en el armario, como se esconden los pecados. Es suave, brillante, barato. Se desnuda. Se mira en el espejo del armario abierto y se viste con él. Siente frío. El frío del tejido brillante y basto. En el cajón al fondo junto a la madera, lo ha guardado, el pintalabios rojo, también brillante. Se lo pasa por los labios. Cierra el armario.

24.00 horas sábado: Espera sentada en un taburete del bar. La copa también espera sobre la barra. Cruza las piernas y mira la puerta. El hombre llega. Se acerca y comienzan a hablar. Ella sabía que iría, por eso está allí. Por eso lleva ese vestido escondido y el pintalabios prohibido. El hombre no sabe nada de eso.
Ella pide otra copa y lo mismo para él. Lo ha visto en muchas películas y siempre ha querido hacerlo. El hombre ríe, ella le mira, pero ni siquiera sonríe.


01:30 horas: Sabe por qué está allí y se da cuenta de que él no entiende nada. No tiene que entender nada, quizá es mejor así, que simplemente esté allí con ella, bebiendo.
Hablan. Ella habla de un sueño de anoche, él hombre le dice que los peores pecados se cometen en sueños. Y sonríe. Ella sólo le mira. Él lleva mirándola toda la noche, desde que abrió la puerta del bar. Su vestido, su rostro, su belleza. La ha visto otras veces, tan apenas la conoce, pero nunca la había visto como esa noche, no puede dejar de mirarla, pero ella no se da cuenta.

03:00 horas: Se retoca el pintalabios rojo en el baño. Está borracha, el hombre también.
Cuando sale él la está mirando. Es entonces cuando ella sonríe. Ha vencido. Mucho tiempo esperando ser observada así.

06:20 horas domingo: Lleva sentada en la cama demasiado tiempo, casi tanto como en la silla esa tarde. Mira al hombre dormir. Y piensa en su frase de antes y que no es cierta. Los peores pecados no se cometen en sueños. No quiere verle dormir, ni escuchar su respiración calmada. No es su cama. Ni su casa. No quiere estar en esa cama con él. Ya no recuerda los gritos.
Se viste y pasa el pintalabios rojo por los labios. Ahora está más tranquila.
Cierra la puerta sin cuidado al salir.

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20:00 horas sábado: Discusión. Gritos. Incompatibilidad. Eso le dice él. Monotonía piensa ella, pero grita insultos. No dice lo que piensa. Él tampoco. Amenaza con irse, ella no le retiene. Él se marcha. Ella sabe que siempre vuelve, si no vuelve ella. Pero esa tarde son demasiado fuerte los gritos. Le molestan aún en su cabeza. Sale del cuarto para no oirlos más y se sienta en una silla. Sabe que han gritado demasiado. Y sabe que es peligroso, porque siente que tiene licencia para hacerlo
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jueves, abril 14, 2016

'La habitación de Jacob', de Virginia Woolf


La Editorial Piel de Zapa recuperó en el 2012 en una cuidada edición “La habitación de Jacob” de Virginia Woolf, un regalo para lectores y amantes de esta obra de Miss Woolf que era imposible encontrar en librerías.

La novela se aleja de sus dos obras anteriores para mostrarnos un relato modernista que gira en torno a la figura de Jacob. Un joven tan apuesto como torpe, tímido como distante. Algo engreído. Adicto a la lectura, menos a Shakespeare, ya que no es capaz de terminar ninguna de sus obras. Amigo de sus amigos. Un retrato de Jacob que nos irán desgranando de manera imprecisa las diferentes miradas que durante su juventud se van posando en él.

El joven tenía los labios apretados. La mirada baja, puesto que estaba leyendo. Todo en él era firme, pero joven, indiferente, inconsciente…

Durante toda la lectura uno tiene la sensación de ver a Jacob a través de una ventana. A veces de manera más nítida, otras una simple figura que se asoma por ella un momento.
Y serán las miradas de diferentes mujeres, las que nos muestren sus percepciones sobre él. Estas miradas vienen intercaladas por unos magistrales y detallados cuadros de los diferentes escenarios por los que vive o circula Jacob. Narrados con una sensibilidad y sensación de vacío insondable que solo Virginia Woolf es capaz de plasmar.

Las farolas de Londres sostienen la oscuridad como puntas de bayonetas al rojo vivo. El toldo amarillo se hunde y se hincha en los cuatro postes. Los pasajeros del coche de correos que entraban a toda velocidad en el Londres del siglo dieciocho miraban a través de las ramas sin hojas y veían cómo llameaba tras ellas.




Solo hacia el final de la obra, Jacob, parece querer tomar parte en su propio retrato, relato y abre esa ventana. Pero incluso entonces lo hace de manera somera. Será durante su viaje a Italia y Grecia.


Hay un personaje latente y principal durante toda la obra: la ausencia. Una ausencia tan despiadada como la que deja una habitación vacía para siempre. Y más cuando se trata de una persona demasiado joven como fue el hermano de Virginia, como es Jacob. Habitación con ese doloroso desorden de alguien que piensa volver en cualquier momento. 

domingo, abril 10, 2016

Los perros. Nuestros superhéroes bajitos con abrigo


Cada día amo más a los perros, esos superhéroes bajitos con abrigo. Hace diez años que uno de ellos me salvó la vida: Jazz, una cocker tricolor de cejas pelirrojas, con las que me mira entre la cara de póquer y la dulzura más extrema, que ahora ronca bajo el escritorio. No voló entre rascacielos. Ni lleva capa. Solo lleva un abrigo lleno de pelos que va soltando por todas partes. Porque son superhéroes más lentos y sutiles, no por ello con menos mérito o poderes. Lo suyo es una labor de salvación constante.

Tienen la capacidad de encender un motorcito en nuestro interior que se activa cuando convives con ellos y te obliga a ser mejor. O al menos intentar parecerte a lo que reflejan sus ojos que ven cuando te miran. Si un perro te elige para ser salvado, no hay vuelta atrás. Se convierte en un pacto entre caballeros en el instante que sus pelos recorren tu casa y tus días. El pacto más noble y fácil de cumplir con los que tendrás que lidiar.

No siempre apetece escuchar lo que cuentan por alrededor, pero por esa magia y poder innato que solo ellos tienen, encontrarás los suficientes arrestos para coger el muñeco chupado, casi sin relleno, la pelota con infinitas marcas de dientes alrededor y lanzársela. Tirarte al suelo y luchar. Gritar, hacerte croqueta, empanadillas y reírte. Mucho. Despeinarte. Llenarte de más pelos. Pelos que ya han pasado a ser la valiosa insignia de lo que hay entre los dos.

“Deberían hablar”. He escuchado infinidad de veces. ¡No por favor! La mirada de un perro tiene una fuerza, una bondad y una pureza que no pueden hallarse por rebuscados y estúpidos términos con los que nos expresemos nosotros. Nunca.

Ellos, los dueños de la entrada al Paraíso. Esa puerta a la que llegas deseando contar las maravillas del día, lanzarte sobre los brazos de ese amante que, de momento, permanece detrás de la madera, desparramarte en el sofá, olvidar que existes... Él siempre va a estar ahí. Pendiente del giro de la llave, de que las luces den paso al mejor de los amigos, el más guapo de los seres entre los seres, para dar comienzo a una febril exhibición de claqué. Solo para ti. Un espectáculo que nada tiene que envidiar en pasión y constancia al número principal del Cotton Club.

Hasta que tu perro no se siente espalda con espalda contigo, no sabrás qué significa el apoyo incondicional. El amor más fiel. La amistad más surrealista y verdadera. No siempre entiendo por qué han decidido salvarnos. Solo ellos tienen la respuesta. Ellos son los héroes. 

lunes, marzo 14, 2016

El lado de la cama

Mi lado de la cama, en concreto el izquierdo, no se lo cedo ni a mis mejores sueños. Me lo robaron una vez y no vuelvo a perderlo. Nunca. Es más creo que los que lo ceden sin más, como si fuera el sitio en el metro no tienen ni idea de lo que están haciendo. Solo para quienes los sueños han pasado a ser nuestra vida más lúcida podemos entenderlo.

Él comenzó durmiendo en medio de la cama, para hacerlo junto a mí un tiempo después. Esas noches pude verlo en diferentes lugares, de lejos, en mis sueños. Sé que él también me vio y vivió lo mismo que yo, porque comenzó una lucha incansable entre sábanas y besos para quedarnos los dos en mi lado. Cada noche más apretados. Más juntos y a la vez más alejados. Hasta que logró tirarme de la cama.
Fue caer por un abismo. Pasaba las noches mirando a ese ladrón en la oscuridad, mientras se revolvía sonriente entre sábanas y vidas. La mía. Podía sentir como era feliz en esos mundos oníricos. Los míos.
Él en cambio dejó de mirarme por las mañanas. Temía que viera en sus ojos lo que me quitaba por las noches. Y supe que no pensaba devolvérmelo nunca.

Recuperé mi lado izquierdo de la cama. No importa cómo. Ahora vivo casi todo el día en él. Y por supuesto todas las noches.